La posiblidad de que Estados Unidos y Gran Bretaña ataquen Iraq genera en Israel el temor a que Bagdad bombardee su territorio como en 1991. Si eso ocurriera, el gobierno respondería, para lo que cuenta con respaldo popular.
Pero los analistas israelíes dudan de que un ataque contribuya a la caída del presidente iraquí, Saddam Hussein, o a que su gobierno abandone la fabricación de armas de destrucción masiva que, según Washington, está abocado.
Después de que el secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, William Cohen, exhortó a Israel a que no actuara respondiera a un eventual ataque, el primer ministro Benjamín Netanyahu replicó que su gobierno "se reserva el derecho a actuar en su defensa y según sus intereses de seguridad".
Esta vez, Israel no permanecerá en silencio si Iraq le lanza sus misiles, como sucedió en la guerra del Golfo hace siete años. La mayoría de los analistas israelíes afirman que esa inacción comprometió la seguridad de la nación. Los ciudadanos comunes, al parecer, coinciden con esa óptica.
Casi dos tercios de los israelíes avalarían un contraataque, según las encuestas. Pero lo que más preocupa es que el rechazo árabe a la operación que proyectan Estados Unidos y Gran Bretaña permite predecir que el presidente Saddam Hussein emergerá de la crisis ileso y aún en el poder.
"Es una conclusión que no descartaría. Puede ocultarse y salir a la luz más tarde y de forma definitiva. Todos los escenarios son posibles con Saddam Hussein", dijo Avi Beker, director ejecutivo del Consejo de Relaciones Internacionales de Israel y autor de varios libros sobre desarme.
La mayoría de los analistas coinciden en que ataques aéreos limitados y de precisión contra sitios clave, como cuarteles y centrales eéctrica (e incluso contra los edificios presidenciales que Saddam mantiene fuera de la vista de los inspectores de armas) serán de poca ayuda para derrocar al líder iraquí.
Estas acciones tampoco contribuirían a impedir la producción de armas químicas y biológicas. Hoy, cualquier local oculto en el desierto podría ser utilizado como laboratorio para la producción de armas de destrucción masiva.
En 1991, fue necesaria la constitución de una coalición militar liderada por Estados Unidos para expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait, y tres meses de ataque aéreos de precisión no lograron destruir las bases de misiles Scud.
"La amenaza de ataque militar es con frecuencia el modo más útil de lograr acciones diplomáticas", dijo la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Madeleine Albright.
Esa podría ser la apuesta de Saddam Hussein. Al conducir a Estados Unidos a un enfrentamiento, el líder iraquí quizá crea que puede mellar la determinación de la comunidad internacional a hacer cumplir las dos resoluciones de la ONU que imponen inspecciones y sanciones económicas contra su régimen.
Las gestiones de Albright para lograr apoyo internacional chocaron con la oposición de poderosos aliados. Lo más que pudo obtener la secretaria de Estado de los países árabes fue una declaración de que "todas las opciones están abiertas", frase que significa que podrían al menos tolerar el uso de la fuerza.
Saddam Hussein cree que puede convencer al mundo de que se deben levantar las sanciones contra Iraq y poner un plazo a los inspectores para que completen su tarea.
Con esa finalidad, el líder iraquí permite que un equipo técnico analice el avance de las inspecciones y concentra los pronunciamientos públicos de su gobierno en los sufrimientos de su pueblo y el "matonismo" de Estados Unidos.
Si Saddam Hussein no logra sus objetivos, una prolongada batalla diplomática con Iraq dejará, al parecer, en sombras las gestiones para restablecer el proceso de paz en Medio Oriente, una perspectiva encantadora para la derecha israelí, frustrante para los izquierdistas y enfurecedora para los palestinos.
El derechista Netanyahu está dispuesto a ceder el control de casi diez por ciento de Cisjordania a los palestinos en próximos retiros de tropas, pero la coalición de "halcones" y nacionalistas religiosos se oponen a cualquier compromiso que implique entregas de territorio.
Estados Unidos intentó mantener en marcha el proceso de paz durante la crisis iraquí. Pero "la crisis en Iraq desvía la atención de Estados Unidos del proceso israelí-palestino", observó Efraim Inbar, director del Centro Begin-Sadat para Estudios Estratégicos de la Universidad Bar-Ilán.
"La izquierda está triste porque no quieren que el proceso se detenga, y el gobierno está feliz porque la presión se escapa", agregó Inbar.
Iraq ha sufrido las más duras sanciones jamás impuestas a una nación durante siete años. Su estado perdió más de 100.000 millones de dólares por ventas de petróleo en ese período. La pobreza y la mortalidad infantil se elevaron. La determinación internacional de mantener las sanciones se resquebraja. (FIN/IPS/tra-en/dho/mj/ip/98