La secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, finaliza una gira por Medio Oriente en busca de respaldo para un posible operativo militar de Washington contra Iraq, mientras hay señales contradictorias sobre los blancos del ataque.
El objetivo político del ataque militar también ha sido planteado de diversas maneras, y analistas se preguntan si el operativo favorecería o no esa meta.
Tras enumerar los usuales blancos militares iraquíes de instalaciones de comandos, control y comunicaciones, fábricas y depósitos de armas, y los cuarteles de la Guardia Republicana, los medios citaron a fuentes estadounidenses quienes hablaron sobre la baja moral que supuestamente afecta a las tropas iraquíes.
Esto, desde el punto de vista de los medios, llevaría a los comandantes iraquíes a negarse a sostener mayores golpes de Estados Unidos, y a respaldar un golpe contra el presidente de Iraq, Saddam Hussein.
Otros, notablemente el secretario de Defensa de Estados Unidos William Cohen, niegan categóricamente que la meta de los ataques sea derrocar a Hussein.
En palabras de la prensa, el principal objetivo de la acción militar será reducir la capacidad de Iraq para reconstituir armas de destrucción masiva, especialmente biológicas y químicas, mientras se admite que el objetivo de hacer a Iraq totalmente inocuo es inalcanzable.
Parece haber una genuina confusión en Washington y su aliado, Gran Bretaña, sobre el objetivo esencial de la acción militar, la cual está destinada a causar víctimas entre la población civil.
¿Son los ataques estadounidenses un sustituto de la misión de inspectores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), encargada de desarmar a Iraq de armas de destrucción masiva y misiles de mediano y largo alcance?
¿O están pensados como castigo para el presidente iraquí por su intransigencia para cambiar de conducta y entregar acceso incondicional a todos y cada uno de los sitios sospechosos?
Por primera vez desde la guerra del Golfo de 1991, Estados Unidos encuentra difícil seguir manteniendo aislado y débil a Iraq, con la meta final de desplazar a Hussein, bajo la premisa de hacer cumplir la voluntad de la comunidad internacional, según formalizaron las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
Dos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, China y Rusia, se oponen con determinación al uso de la fuerza. El tercero, Francia, está adoptando una posición intermedia.
Victor Posuvalyuk, vicecanciller de Rusia y enviado especial del presidente Boris Yeltsin, hizo dos viajes a Bagdad para reunirse con Hussein.
Mientras el logro exacto de Posuvalyuk continúa siendo cuestión de especulación, el portavoz de Yeltsin volvió a subrayar la oposición de Moscú a la acción militar contra Bagdad, y sugirió un veto de cualquier resolución del Consejo de Seguridad que autorice el uso de la fuerza contra Iraq.
Washington indicó que actuaría solo contra Bagdad, de ser necesario, una vez que haya agotado todas las vías diplomáticas.
Este martes Marc Weller, vicedirector del Centro de Estudios Internacionales en la Universidad de Cambridge, Gran Bretaña, dijo que "en ausencia de un mandato del Consejo de Seguridad o una crisis humanitaria grave, Washington no tiene derecho a cumplir unilateralmente las demandas de la comunidad internacional".
"Seguramente Estados Unidos no respaldaría el derecho de otros países a hacer cumplir militarmente la voluntad de la ONU en relación, digamos, a Israel", destacó Weller.
El uso de la fuerza propuesto por Washington contra Bagdad inevitablemente lleva a la pregunta, ¿con qué fin, militar y político?
Desde que la crisis sobre los derechos de los inspectores de la ONU aumenta de temperatura a partir de septiembre, el régimen de Saddam Hussein ha tenido suficiente tiempo para dispersar instalaciones de armas químicas y biológicas, asumiendo que las tiene, a muchos sitios secretos.
Algunos de estos estarán a grandes profundidades. Tras descubrir la vulnerabilidad de sus refugios durante la guerra del Golfo, los militares iraquíes construyeron depósitos subterráneos a gran distancia de la superficie para sus elementos más vitales.
Antes de eso, durante la guerra entre Irán e Iraq de 1980-88, el gobierno de Iraq duplicó y triplicó importantes instalaciones y documentos militares y civiles.
Por otra parte, el departamento de Defensa de Estados Unidos no logró desarrollar una bomba convencional capaz de golpear a un depósito subterráneo profundo.
Además, los peligros de usar bombas contra almacenes de armas químicas y biológicas son horrendos. La bomba podría no dar en el blanco, liberando al aire el contenido de armas biológicas y químicas.
El Pentágono posiblemente busque golpear blancos convencionales con misiles Cruise y bombas, como ha hecho antes. La única diferencia será que el bombardeo durará varios días, quizá unas pocas semanas.
A juzgar por el pasado, esa medida de Estados Unidos agruparía al pueblo iraquí alrededor de Hussein, quien sería capaz de describir a Estados Unidos con los colores del demonio.
Los líderes de oposición iraquíes exiliados figuran entre quienes se oponen a los ataques militares de Estados Unidos, alegando que un creciente respaldo a Hussein en Iraq y otros países árabes de la región resultaría contraproducente.
Esto lleva una vez más a la pregunta básica, si la acción militar contra Iraq acercará o alejará el objetivo político último de Washington de derrocar a Hussein.
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(*) Dilip Hiro, periodista basado en Londres, es autor del Diccionario de Medio Oriente, publicado por Macmillan, London, and St Martin's Press, New York. (END/IPS/DH/RJ/98