IRAQ: Clinton bajo presión para derrocar a Hussein

La impresionante máquina militar de Estados Unidos entró en una segunda etapa en la confrontación con Iraq, mientras el presidente Bill Clinton es presionado para ampliar los objetivos de guerra e incluir el derrocamiento del presidente Saddam Hussein.

La idea de enviar unidades de infantería de Estados Unidos a Bagdad como guardia de avanzada de una fuerza de ocupación parecen descartada por todas las partes. Pero muchos, entre ellos grupos de presión relacionados a los intereses de Israel en Washington, alegan que las metas anunciadas por Clinton son limitadas.

"Si no retiramos a Hussein, el problema no desaparece", dijo esta semana el senador republicano Sam Brownback mientras líderes del Congreso intentaron en vano llegar a un acuerdo sobre la redacción de una resolución expresando apoyo a la acción militar.

El gobierno, que anunció que tendrá suficientes equipos militares en la región alrededor de Iraq para lanzar un fuerte bombardeo a fines de la semana próxima, hasta ahora ha ofrecido diferentes definiciones sobre sus objetivos de guerra.

Por ejemplo, Clinton declaró que si Hussein no cumple con las demandas de que los inspectores de la ONU tengan acceso "sin trabas" a supuestos almacenes de armas químicas y biológicas, Washington intentará "reducir o retrasar sustancialmente (sus) capacidades para desarrollar armas de destrucción masiva y entregarlas a sus vecinos".

Los objetivos primarios de un bombardeo de Estados Unidos y Gran Bretaña, único aliado de Washington que dijo se sumaría al ataque, según analistas, incluirían supuestos sitios de misiles y armas químicas y biológicas y unidades de elite de la Guardia Republicana.

Además, serían atacadas instalaciones de comando y control, y los remamentes del sistema de la fuerza aérea y la defensa aérea de Iraq.

La gran pregunta continúa siendo, no obstante, qué sucedería una vez finalizado el operativo si Hussein se mantiene en el poder más desafiante que antes.

El congresista demócrata Lee Hamilton dijo el jueves que "el gobierno tiene una alta responsabilidad para articular con gran precisión (…) lo que suceda tras un período de cinco, seis, siete u ocho días de bombardeo, qué podemos lograr con eso y qué no, y qué vendrá después de la acción militar".

Hasta ahora el gobierno no logró dar una respuesta sustantiva a esta pregunta.

No obstante, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, testificó el miércoles que, si Washington recibe "cualquier señal" de que Hussein está "reconstruyendo" sus armas no convencionales después de un ataque, "atacaremos de vuelta. Este no es un tema de una única vez".

Pero las presiones claman por una estrategia de más largo alcance destinada a desplazar a Hussein e instalar un nuevo régimen en Bagdad.

Muchos republicanos y algunos demócratas se agrupan en torno a un plan planetado el domingo en el Washington Post por Richard Perle, ex asesor de Defensa del gobierno de Rondald Reagan.

Luego refrendado por el jefe de la mayoría en el Senado, Trent Lott, y el presidente del Comité de Relaciones Internacionales de la cámara de representantes, Ben Gilman, el plan propone un seguimiento a una campaña con bombardeo, con una serie de medidas para debilitar el poder de Hussein en Iraq.

El plan hace un llamado a extender dos zonas de exclusión de vuelos en las porciones norte y sur de Iraq, para cubrir el país entero, y urge a Washington a destruir las unidades de la Guardia Republicana desde el aire.

Además, se levantarían las sanciones económicas en áreas fuera del control efectivo de Hussein, se reconocería una coalición de grupos opositores como el gobierno legítimo y se liberarían activos congelados y ayuda militar a estos grupos, y se crearía la "Radio Iraq Libre" para transmitir a todo el país.

Todas estas medidas tendrían la meta de incitar un golpe de Estado militar contra Hussein o insurrecciones populares como las montadas en áreas chiítas y kurdas de Iraq inmediatamente después de la guerra del Golfo.

Pero el gobierno se ha distanciado de los republicanos. Clinton, citando resoluciones relevantes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), afirmó que, aunque Bagadad estaría "mejor servido con un líder diferente (…) no creo que tengamos que ir a la guerra con Iraq por la dirigencia del país".

Analistas independientes, en particular especialistas regionales, son escépticos sobre cualquier medida de Estados Unidos para desplazar a Hussein.

Los observadores afirman que las fuerzas de oposición nunca fueron más débiles que ahora, mientras un esfuerzo abierto para derrocar al régimen de Hussein haría desaparecer cualquier resto de respaldo internacional a la posición de Washington y gobiernos aliados en el mundo arabe.

"Es difícil discernir si estamos mejor ubicados ahora para buscar objetivos más amplios (que durante la guerra del Golfo)", escribió esta semana Richard Haass, alto funcionario de Medio Oriente del gobierno de George Bush.

"Los estadounidenses necesitan controlar su frustración y dejar a un lado su inclinación a las resoluciones", agregó. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/lp/na mm ip/98

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