Disturbios y huelgas hacen erupción en Indonesia en un momento clave ante las elecciones presidenciales de marzo, mientras el gobierno de Ali Suharto es presionado para impulsar la economía sin mayores daños.
Este lunes y el martes los alzamientos y amenazas de nuevos estallidos ayudaron a empujar la rupia por encima de la barrera psicológica de 10.000 por dólar.
Miles de pasajeros quedaron a pie en la mayor huelga de transporte público en la ciudad de Bandung, unos 200 kilómetros al sur de Jakarta, convocada para protestar por los precios de repuestos de vehículos y el inminente aumento del precio del combustible.
En el distrito de Pangalengan, varios grupos incendiaron vehículos y saquearon almacenes.
Recientes disturbios en más de 15 ciudades indonesias fuera de Jakarta demuestran que las tensiones sociales se extienden a medida que crece el resentimiento contra el aumento de los precios y las condiciones de vida más difíciles provocadas por la crisis financiera y un programa de austeridad diseñado para reavivar la economía.
Cinco personas murieron durante el fin de semana en alzamientos en la isla este de Lombok y la central de Java.
Los problemas sociales se presentan en un momento especialmente sensible para Indonesia, en que el presidente Suharto ordenó una dura política de represión de los disturbios.
Mayores medidas de seguridad, incluyendo una prohibición a las manifestaciones masivas, están en vigor mientras Suharto se propone ganar un séptimo mandato de cinco años el mes próximo.
Su candidato a la vicepresidencia es el ministro de Investigación y Tecnología, Bacharuddin Jusuf Habibie, cuya nominación por el Partido Golkar fue confirmada el lunes.
El gobierno de Suharto también está bajo intensas presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), Estados Unidos y gobiernos europeos para dejar la idea de fijar una tablilla monetaria para intentar estabilizar la rupia.
El FMI amenazó con retener nuevos fondos si Jakarta sigue adelante con su plan, diseñado no sólo para ayudar a su sector privado, sino a reducir la inflación y detener la expansión de los disturbios.
El dilema de Indonesia ilustra la dificultad de balancear la necesidad de mantener la estabilidad social mientras inicia reformas para mantener la llegada de fondos de emergencia.
La inflación ya alcanzó 25 por ciento y podría duplicarse este año. Pero mayores problemas aguardan en el horizonte mientras el gobierno levanta subsidios clave siguiendo los requerimientos del FMI.
Los frijoles y el azúcar se venden a precios de mercado este mes, y el 1 de abril lo mismo sucederá con el combustible y la energía eléctrica.
El número de indonesios desempleados es ahora 8,5 millones de personas, a partir de 4,4 millones el año pasado, y los desocupados no tienen acceso a seguros sociales. (FIN/IPS/tra-en/ky/js/lp/ip if/98