El intento de Estados Unidos y otros países industrializados de responsabilizar a Japón por hacer poco para detener la crisis financiera en el sudeste de Asia quizá tenga efectos contrarios a los deseados.
En lugar de provocar la división entre Japón, la economía más sólida de la región, y sus vecinos, la iniciativa podría impulsar a los países asiáticos a unir filas contra las potencias industrializadas de Occidente.
Varios líderes y medios de comunicación asiáticos expresaron su frustración por la tendencia de las potencias occidentales a criticar las soluciones de la región ideadas para paliar la crisis, sin proponer respuestas alternativas a los rescates financieros que no lograron reflotar las economías.
Los gobiernos asiáticos esperaban que la reunión la semana pasada en Londres de los ministros de finanzas de los países industrializados del G-7 (Grupo de los Siete) aportara formas concretas de ayuda, pero salieron desilusionados.
El G-7 incluye a Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón.
En lugar de ofrecer nuevas ideas, la declaración final del encuentro responsabilizó a Japón por no estimular la demanda interna y abrir su mercado, medidas que hubieran permitido más compras de exportaciones de la región.
El documento señaló que la "actividad es poca y la perspectiva es mala" en Japón, y sostuvo que este año el gobierno japonés debe apoyar "la actividad financiera".
Los funcionarios de Tokio quedaron disgustados con las críticas y afirmaron que el plan que Japón adoptó este mes para estimular la economía no fue comprendido.
La principal medida positiva decidida en Londres fue que los organismos de crédito a la exportación del G-7 y 12 países más brindarán pólizas de seguro comercial a Asia. Pero la medida quedó ensombrecida por las críticas a Japón, que adoptó sus propios planes para ayudar a las economías asiáticas.
"Es una lástima que los ministros de finanzas del G-7 no sean capaces de hacer otra cosa que un 'juego de la culpa' dirigido a Japón y, en cierto sentido, al resto de Asia", señaló este martes un severo editorial del diario Business Times, de Singapur.
"De esta manera se disipó toda esperanza de que se tomen iniciativas significativas en el ámbito internacional para lidiar con la crisis asiática y comprender sus causas", aseguró el editorial.
La opinión reflejó el sentir de líderes asiáticos que estiman incorrecto individualizar a Japón como responsable de la crisis, aunque estiman que debe hacer más para resolverla.
Los países occidentales "también ganaron mucho con el sudeste asiático. Por lo tanto, es pertinente que se muestren más comprometidos" con su suerte, declaró el ministro de finanzas de Malasia, Anwar Ibrahim.
La semana pasada, el viceprimer ministro de Singapur Lee Kwan Yew dijo que, aunque los problemas de los sistemas financieros de Asia y su corrupción tienen mucho que ver con la crisis, los bancos internacionales y los inversores extranjeros no pueden negar su responsabilidad en la cuestión.
"Mientras duró la euforia, todos pasaron por alto la debilidad institucional y estructural de estas economías", sentenció Lee.
Desde que la crisis monetaria afectó al este de Asia en julio, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Estados Unidos se opusieron a la mayoría de los intentos de las economías regionales para solucionar sus problemas en forma independiente.
Poco después que Japón propuso un fondo monetario asiático a fines del año pasado, el FMI y Washington rechazaron la iniciativa porque, advirtieron, socavaría al Fondo y alentaría prácticas financieras nocivas en el futuro.
El pedido del primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, para que se adopten normas que controlen a los especuladores internacionales de la moneda no tuvo grandes consecuencias, aunque el FMI estaría preparando un informe al respecto.
El último enfrentamiento ocurrió por el plan de Indonesia para establecer una caja de conversión que fijará el valor de la rupia al dólar estadounidense para estabilizar la moneda, estimular el comercio y permitir que las compañías paguen su deuda a una tasa predecible.
Pero el FMI y Washington no hicieron esperar su oposición, fundamentada en que Indonesia no estaba lista para el cambio.
El director gerente del FMI, Michel Camdessus, le advirtió al presidente indonesio Alí Suharto, en una carta obtenida por el diario estadounidense The Washington Post, que podría suspender el paquete de rescate financiero de 43.000 millones de dólares, dirigido por el Fondo.
El presidente estadounidense Bill Clinton también telefoneó a Suharto para expresarle su oposición al plan, y este le habría respondido que Washington debería ofrecer un plan alternativo para Indonesia porque "el actual no funciona".
Las últimas noticias de Jakarta indican que, aunque continúa el estudio de la caja de conversión, no es probable que se instituya en el futuro cercano y sólo podrá establecerse una vez que Indonesia resuelva sus problemas con la deuda. Fuentes de gobierno habrían indicado que el plan se suspendió, por ahora.
Poco antes del encuentro del G-7, Indonesia habría decidido otorgarle otra posibilidad a Occidente de presentar sus propias ideas para estabilizar la rupia y reducir la deuda del país antes de finalmente decidirse sobre la caja de conversión.
Pero, aparte de las recomendaciones habituales del G-7, el diario Business Times informó que no existen iniciativas multilaterales para respaldar las tasas de cambio de Asia o salir de garantía de las deudas.
"En definitiva, la declaración final del G-7 hace poco para impedir que se prolongue la recesión económica en el sudeste de Asia", observó el diario. (FIN/IPS/tra-en/ks/js/aq-lp/if-dv/98