El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, enfrenta la presión de fuerzas radicales y moderadas externas a su administración en medio de la mayor escalada militar de su país desde la guerra del Golfo.
Líderes republicanos claman por una campaña militar destinada a expulsar del poder al presidente iraquí Saddam Hussein, a menos que éste ceda a las exigencias de la ONU y otorgue a los inspectores de armas "acceso pleno e irrestricto" a todos los sitios sospechosos de poseer armas químicas o biológicas.
Por otra parte, fuerzas más moderadas -que incluyen veteranos de la política exterior de pasados gobiernos republicanos- urgen a Clinton a coordinar la política nacional más estrechamente con Francia y Rusia, cuyos gobiernos realizan esfuerzos para resolver la crisis por la vía diplomática.
Los moderados también exigen a Clinton que aclare si el embargo de petróleo contra Iraq, impuesto hace seis años y medio, será levantado una vez que hayan sido desmanteladas todas las armas iraquíes de destrucción masiva.
Hasta ahora, el gobierno ha insistido en que el embargo petrolero debe permanecer en vigor hasta que Iraq cumpla con "todas las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad de la ONU" (Organización de las Naciones Unidas), incluso algunas que no están relacionadas con el arsenal militar de Bagdad.
El debate sobre Iraq se intensificó este jueves cuando Washington envió al Golfo un tercer portaviones con cuatro buques escolta y 2.000 infantes de marina, mientras el primer ministro británico Tony Blair, quien llegó a la Casa Blanca para una visita de cuatro días, expresó su pleno apoyo a la política de Clinton.
Así mismo, el secretario de Defensa, William Cohen, partió en una misión de ocho días que lo llevará a Alemania, Rusia y seis destinos del Golfo donde Washington tiene acceso a instalaciones militares clave: Arabia Saudita, Kuwait, Bahrain, Qatar, Emiratos Arabes Unidos y Oman.
La gira de Cohen sigue a la de la secretaria de Estado Madeleine Albright, quien se aseguró de que Washington podrá utilizar bases militares, especialmente en Arabia Saudita, para lanzar ataques aéreos sobre objetivos iraquíes si Bagdad no cede.
Mientras, Clinton aprovechó la ceremonia de bienvenida a Blair para reiterar la esperanza de su gobierno de hallar una solución pacífica a la crisis.
"Todos nosotros preferiríamos una auténtica solución diplomática", dijo el presidente, y añadió que "la mejor forma de impedir que Saddam construya armas nucleares, químicas y biológicas consiste en que los inspectores internacionales reanuden su tarea sin limitaciones".
Clinton también desestimó cualquier sugerencia de una acción militar para derrocar a Saddam Hussein.
Mientras, el Departamento de Estado rechazó una supuesta oferta de Iraq de permitir el acceso de los inspectores de armas a ciertos palacios presidenciales. "Nuestra posición es muy clara: acceso pleno e irrestricto a todos los sitios", declaró el portavoz James Rubin.
Sin embargo, el hecho de que Bagdad esté comenzando a discutir la posibilidad de un mayor acceso sugiere que "el gobierno iraquí está reconociendo que el bloqueo de los sitios presidenciales constituye una postura insostenible", agregó Rubin.
A medida que se acerca la posibilidad de una acción militar, se intensifica también la discusión sobre la forma en que se realizaría el ataque.
Según informes, Washington y Londres estarían planeando una intensa campaña aérea de tres o cuatro días contra unidades de elite de la guardia republicana iraquí, sistemas de defensa aérea e instalaciones de comando, así como supuestos depósitos de armas químicas, biológicas y atómicas, incluso palacios presidenciales. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/ml/ip/98