(IPS) Los grupos de mujeres en Estados Unidos enfrentan la paradoja de evaluar al presidente de su nación, que tuvo una política positiva en relación al aborto, la atención infantil y la discriminación de género, pero ahora está envuelto en un supuesto escándalo sexual.
Bill Clinton, en sus estrechas victorias electorales de 1992 y 1996, se apoyó en una fuerte "brecha de género" que le otorgó alrededor de 60 por ciento de los votos emitidos por mujeres blancas, pero nunca ganó una mayoría de los votos masculinos.
Clinton reconoció la deuda en varios aspectos de su gestión, entre ellos la defensa del aborto o designaciones de alto nivel como la de Madeleine Albright como secretaria de Estado y Janet Reno como fiscal general.
Ahora, sin embargo, algunas críticas contra Clinton destacan las acusaciones de la ex empleada ad honorem en la Casa Blanca Monica Lewinsky, de 24 años, de que ambos mantuvieron un romance en 1995 como prueba de que el presidente en varias ocasiones abusó de la confianza de las mujeres que trabajaron para él.
Clinton también está acusado de acoso sexual por una mujer, Paula Corbin Jones, quien afirma que le hizo insinuaciones sexuales en 1991, cuando era gobernador de Arkansas.
Si las acusaciones de una relación entre Lewinsky y Clinton son verdaderas, "entonces es un misógino", alegó William Ginsburg, abogado de Lewinsky.
Otra mujer con quien Clinton admitió haber tenido un romance, la ex empleada de Arkansas Gennifer Flowers, lo dijo de forma más terminante: "El está pensando con su otra cabeza".
Las críticas feministas, sin embargo, se cuidan de no atacar al presidente sobre la base de acusaciones sexuales, muchas de las cuales no han sido probadas.
Esto llevó a una columnista, Barbara Ehrenreich, a lamentar en la revista Time que el período desde la aparición del caso Lewinsky haya sido "la semana en que las feministas contrajeron laringitis".
Varias destacadas feministas están dispuestas a defender a Clinton sobre la base de la información actual, dado que, aunque las acusaciones sean ciertas, Lewinsky parece haber estado de acuerdo, mientras Jones admitió que Clinton aceptó su negativa a la insinuación.
"Feminismo significa respetar la libre voluntad de las mujeres", resumió Gloria Steinem, fundadora de la revista Ms. "No significa no, y sí significa sí". Para Steinem, Clinton comprendió la lección, aceptando el "No" de Jones y llevando adelante sus romances sólo con participantes dispuestas.
En el caso de Lewinsky, señaló la columnista Katha Pollitt en The Nation, "no hay evidencia de que Mónica Lewinsky haya sido molestada o coercionada o intimidada al sexo, y hay bastante evidencia de que ella fue una participante dispuesta, incluso ansiosa".
Para muchos analistas, la actitud de Clinton, incluso aunque implique deslealtad hacia su esposa Hillary Rodham Clinton, es significativamente diferente de la del ex senador de Oregon Bob Packwood, quien renunció en 1995 tras acusaciones de que en varias ocasiones había acariciado o sobado a empleadas.
Packwood, firme partidario de prohibir el aborto, "simplemente no lo entendió", según una consigna popular de muchos grupos de mujeres en ese momento, porque no respetó el derecho de las mujeres como para buscar su consentimiento.
El Senado de Estados Unidos tampoco "lo entendió" cuando confirmó a Clarence Thomas en 1990 para convertirlo en juez de la Suprema Corte, aún cuando era acusado de acoso sexual por su ex empleada Anita Hill.
Para algunas feministas, sin embargo, el actual escándalo no es tan diferente de las disputas Packwood y Thomas.
Muchos de los defensores de Clinton están usando las mismas tácticas para sacar al presidente de la crisis que las utilizadas por los defensores de Thomas para atacar la credibilidad de Anita Hill al describirla, en las palabras de un senador, como "un poco loca y algo desprolija".
El congresista demócrata Charles Rangel, de Nueva York, por ejemplo, dijo la semana pasada a los periodistas que Lewinsky "tiene serios problemas emocionales. Ella fantasea. Y nunca oí que haya jugado con todas las cartas en sus otras experiencias".
Clinton negó haber tenido relaciones sexuales con Lewinsky, y los medios hicieron circular relatos de amigos y asociados de la ex empleada ad honorem que la describen como irracional y propensa a la mentira y los romances con hombres adultos.
Pero esto implica para los grupos de mujeres que respaldan a Clinton una vuelta a los días en que Anita Hill fue presentada como desequilibrada.
Tras una semana de acusaciones e insinuaciones de que el presidente fue culpable de adulterio y mintió al respecto bajo juramento, Clinton, sin embargo, conserva el respaldo de grupos de mujeres y del público en general.
Recientes encuestas de la Organización Gallup y Time-CNN revelan que casi 70 por ciento de los entrevistados aprueban la gestión de Clinton como presidente, el total más alto que haya logrado en cinco años en el poder.
Por ahora, la mayoría de los grupos de mujeres parecen dispuestos a dar a Clinton tiempo para explicar sus acciones y enfrentar las acusaciones, mientras el público estadounidense parece haber perdido interés en la extensa cobertura de los medios.
En el futuro, sugirió la Organización Nacional de Mujeres, los políticos deberían hacer una promesa de rechazar "el afrodisíaco del poder". Pero otras activistas dudan que el comportamiento de los hombres en el poder pueda ser tratado con tanta facilidad. (FIN/IPS/tra-en/fah/lp/pr ip/98