Más de 2.100 niños y niñas que viven en las cárceles de Bolivia acompañando a sus padres presos serán ubicados con familiares, padrinos o en albergues.
La medida busca revertir la crítica situación de los niños hijos de presos que al no tener donde vivir se ven forzados a permanecer con sus padres, compartiendo las duras condiciones de cárceles hacinadas.
Estadísticas de la Dirección General de Régimen Penitenciario revelan que un total de 2.143 niños habitan en los 17 penales de Bolivia.
Los centros penitenciarios bolivianos, con una capacidad para 1.800 personas, cuentan con 5.173 internos (4.351 hombre y 822 mujeres), de los que 3.104 están procesados por casos de narcotráfico.
En el penal de Palmasola de la oriental ciudad de Santa Cruz, la más próspera del país, se da el caso insólito de que los niños son más que los adultos: 1.200 niños viven junto a sus padres, que suman poco más de 500.
El hacinamiento y la violencia convierten a estos lugares en verdaderas escuelas de delincuencia.
En los penales también son los niños las víctimas indefensas, porque están expuestos permanentemente a violaciones, trastornos mentales y psicológicos, y hasta deben aprender oficios y trabajar en una edad que no corresponde.
No es casual que dos casos relacionados con niños motivaran una pronta acción de las autoridades bolivianas para idear el plan "No encarcele mi niñez", dotado con un millón de dólares, para asistir a los niños de la cárcel y también a sus padres.
El primer caso ocurrió el día 3, cuando una niña de seis años que vivía con su padre interno en el penal de San Pedro, en La Paz, fue violada y asesinada por un recluso de 40 años.
El segundo sucedió en la cárcel de San Sebastián para mujeres, en Cochabamba, 370 kilómetros al este de La Paz, donde el día 21 una niña de dos meses murió asfixiada por su propia madre en la cama donde ambas dormían, tras una fiesta en la que la interna había consumido bebidas alcohólicas.
Estudios realizados en diferentes penales revelaron la necesidad de sacar a los niños de las cárceles, indicaron las autoridades.
Los niños de la cárcel no distinguen entre el bien y el mal, y lo malo es normal en sus vidas cotidianas, aseguró el director de Régimen Penitenciario, José Orías.
"Cuando los niños juegan a 'policías y ladrones', por ejemplo, ninguno quiere ser policía", dijo Orías, aunque esa respuesta también podría interpretarse como un rechazo al abuso y la prepotencia que caracteriza a los policías bolivianos.
En la mayoría de los centros penitenciarios bolivianos, los niños y niñas que viven con sus padres se dedican a trabajar junto con los adultos en oficios como carpintería o la venta de productos de consumo, como si estuvieran en un parque de cualquier ciudad del país.
Con frecuencia, los menores salen y entran de las cárceles como si se tratara de su propia casa, ante la mirada ya acostumbrada de los guardias.
El director de Régimen Penitenciario indicó que la operación "No encarcele mi niñez" comenzará con el análisis de cada uno de los 2.143 casos, para identificar la problemática de cada niño y tratar de "acomodarlos" con familiares fuera de los penales.
Para aquellos que no tengan familiares, las autoridades crearán un "plan de padrinos" que estará acompañado de campañas de sensibilización para que algunas familias reciban a niños de la cárcel. Los bebés permanecerán junto a sus madres recluidas.
En una siguiente fase, el gobierno construirá albergues para niños en regiones cercanas a las principales cárceles del país.
El plan para "excarcelar" a los niños tiene defensores, pero también numerosos críticos, que advierten que los niños están más expuestos a riesgos en las calles que en las cárceles.
"Si no están con sus padres, estos niños van a estar en las calles abandonados y en camino seguro a la delincuencia y los vicios", opinó el psicólogo Daniel Rocha. (FIN/IPS/jcr/ag/pr- hd/98