COLOMBIA-VENEZUELA: Final feliz en una atribulada relación

La canciller colombiana María Emma Mejía inició hoy una visita de dos días a Venezuela, destinada a cerrar con un final feliz la relación bilateral, que durante los últimos cuatro años se crispó en el ámbito diplomático, aunque fue próspera como nunca en el terreno de la economía.

Ya con el sol a las espaldas, los presidentes Ernesto Samper (quien entregará el poder en agosto) y Rafael Caldera (en el último año de gestión) han lanzado una carga de caballería diplomática, para sellar con acuerdos de cooperación los baches dejados por problemas de seguridad e incidentes de frontera.

De las fisuras en la relación económica "más bien se habla poco, lo que da una idea de la marcha normal y provechosa de la relación en materia de comercio e inversiones", observó a IPS el agregado comercial colombiano en Caracas, Jorge Velásquez.

Mejía comenzó su viaje por la fronteriza ciudad de Maracaibo y este viernes, ya en Caracas, firmará con su colega Miguel Angel Burelli un acuerdo contra el lavado de activos derivados de cualquier actividad ilícita, y otro sobre cooperación judicial en materia penal.

La semana pasada, el general Rosso Serrano, jefe de la policía de Colombia, pactó con el ministro venezolano antidrogas, Carlos Tablante, un tejido de acuerdos y medidas conjuntas para luchar contra el narcotráfico: desde labores de simple policía hasta estudios para instalar un radar en la frontera.

Burelli y Mejía pondrán a punto un acuerdo sobre el tráfico de precursores químicos para elaboración de drogas ilícitas, y de nuevo tratarán el tema de los vehículos robados en Venezuela y llevados a Colombia.

Además, los cancilleres instalarán reuniones bilaterales que tratan sobre la desificación de la demarcación fronterza y sobre las reglas con las cuales manejar las cuencas hidrográficas comunes.

El tema de la delimitación pendiente de áreas marinas y submarinas entre ambos países, el más álgido de la relación bilateral durante décadas y que está confiado a negociadores políticos, no será formalmenbte tocado por Burelli y Mejía.

La multiplicación de acuerdos, aún si sólo actualizan o modifican convenios sobre esas materias suscritos en años precedentes, muestra un contraste con la proliferación de incidentes y notas de protesta que marcaron la relación bilateral en 1995-1997.

El 26 de febrero de 1995, la guerrilla colombiana Ejército de Liberación Nacional atacó un puesto fluvial venezolano y mató a ocho infantes de marina. Desde entonces, Venezuela volcó unidades de combate hacia la frontera y demandó de Bogotá un mayor esfuerzo antiguerrillero en la zona limítrofe.

En marzo de ese año, unos 1.500 ocupantes colombianos fueron desalojados del Parque Nacional de la Sierra de Perijá, que marca parte de la frontera, y desde entonces abundaron los incidentes sobre los 2.219 kilómetros de línea fronteriza, violada por uniformados de uno u otro país, según alegatos de las partes.

Dentro de la esgrima diplomática, Venezuela se ha considerado "víctima" de males originados en Colombia, como el narcotráfico, la guerrilla, las bandas de secuestradores, los grupos paramilitares y los predadores ambientales.

Pero realidades como conexiones con grupos lavadores de dinero, la aparición de sembrados de droga y laboratorios rústicos en Venezuela, el paso de precursores químicos por suelo venezolano y la experiencia colombiana en combatir el flagelo, han favorecido enfoques integrados sobre problemas comunes.

Mientras, las corrientes económicas mejoran constantemente, haciendo de Colombia y Venezuela los países con mejor aprovechamiento bilateral de la integración andina, una Comunidad que además cuenta a Bolivia, Ecuador y Perú.

"Nos fijamos una meta de comercio para 1998 de 3.200 millones de dólares, y Colombia espera exportar a Venezuela 1.500 millones", dijo Velásquez.

En 1997, según estadísticas oficiales venezolanas, el intercambio sumó 2.221 millones, de los cuales 994 millones fueron para Bogotá y 1.227 millones para Caracas.

Además de que son, recíprocamente, el principal mercado de exportaciones no-tradicionales, Colombia y Venezuela sostienen con viento a favor su flujo de inversiones. El punto más alto se registró en 1995, cuando empresas colombianas invirtieron unos 500 millones de dólares en negocios venezolanos.

Junto con las inversiones para el mercado vecino, las empresas de Colombia y Venezuela apuntan a invertir conjuntamente para exportar -flores, frutos, productos de la agroindustria y textiles- hacia terceros, como Estados unidos y la Unión Europea.

Según Velásquez, la comunidad empresarial colombo-venezolana carece de temores por el relevo político en que ambos países están enfrascados. En el caso de Colombia, donde primero se verificarán las elecciones, "los candidatos son de vocación integracionista y muy vinculados a Venezuela".

En Venezuela el panorama electoral está todavía muy crudo pero "el empresariado, que ha visto remontar el comercio en años de fuertes dificultades tanto en Caracas como en Bogotá, es optimista. Hace apenas seis años nuestros intercambios sumaban 700 millones de dólares", remarcó Velásquez. (FIN/IPS/jz/dg/ip-if/98

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