/CIUDADES DEL MERCOSUR/ AMERICA LATINA: Borrachera de violencia urbana

América Latina soporta un problema común: un cóctel de desbocado urbanismo, marginalidad, inequidad social, droga y abusos policiales que emborracha de violencia y criminalidad a la mayoría de los países de la región.

La inseguridad ciudadana es uno de los problemas que más preocupa a los habitantes de la región, según registran estudios y encuestas, donde se reporta que la violencia criminal amenaza con transformarse en un elemento desestabilizador del fin de siglo.

Un grupo de expertos de América Latina debatió los tres últimos días de enero el problema en la capital de Venezuela, en un encuentro convocado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Centro para la Paz y la Integración.

Ana María San Juan, de Venezuela, destacó a título de ejemplo que en este país el índice de homocidios se quintuplicó en Caracas los últimos diez años y se duplicó en el resto del país.

San Juan, directora del centro organizador, explicó este lunes que el taller con especialistas en violencia del subcontinente sirvió para compartir planteamientos conceptuales y métodos en torno a la violencia y su nueva expresión de crminalidad común.

En ese marco, el desarrollo de programas de la sociedad civil que tienen como protagonistas a los jóvenes y buscan alejarlos de la violencia, fue uno de los focos del taller, en el que participaron especialistas de Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela.

A los jóvenes se les presenta y percibe no sólo como protagonistas de la violencia, sino como sus principales responsables, cuando en realidad son víctimas y victimarios sólo de la mitad de los casos, explicó San Juan.

La estudiosa de la violencia dijo que a la luz de la experiencia venezolana otro elemento sobre el que se impone un protagonismo errado es el del desempleo y la pobreza como generadores de violencia.

"Ese argumento lo que hace es criminalizar a los pobres y responsabilizarlos de la violencia", comentó San Juan, cuando lo cierto es que las tasas de homicidios caen en los años de mayor crisis económica.

El chileno Andrés Opazo, coordinador en su país del Proyecto Etica y Democracia, detalló que la integración de las mentes y la cultura es una herramienta para enfrentar el desintegrador problema común de la violencia.

"Regidos por la lógica del mercado y sometidos a al ley de sálvese quien pueda, nos incomunicamos y esa incomunicación explica también la violencia", aseguró Opazo, para quien la salida es que las decisiones para enfrentar el problema "las tomemos nosotros mismos, gracias a las experiencias comunes".

Opazo y los demás especialistas pusieron como ejemplos positivos de lo que puede lograrse los de las ciudades colombianas de Medellín y Calí, donde la organización popular en los barrios más desasistididos logró controlar la violencia.

Aseguró que el aumento del número de policías no es la solución, más cuando se acompaña en general con una política de represión basada en el abuso, lo que provoca como reacción mayor violencia. "Lo que hay que aumentar son las garantías sociales y un mínimo de justicia", señaló Opazo.

El experto también relativizó el papel del crecimiento económico en la caída de la violencia. Chile produjo mucha riqueza los últimos 12 años, pero también un aumento de la desigualdad, lo que incrementó la marginalidad y la criminalidad.

El escritor mexicano Carlos Monsivais destacó que la gran lección que su país aprendió con el alzamiento en Chiapas de la guerrilla zapatista y que debería asumir toda la región es que "la desigualdad producto del racismo es una aberración que se paga".

La también mexicana Rossan Reguillo insistió en que la violencia institucional, la que tiene que ver con el abuso del poder y la escasa preeparación de las policías hace burbuejear la violencia callejera y delictiva.

Otro elemento amenazante que resaltó Reguillo es que ante la incapacidad de las instituciones para brindar seguridad a los ciudadanos, se puede llegar "al ojo por ojo", con el crecimiento perverso de expresiones ya existentes de autodefensa y la insensibilidad social ante esa realidad.

El colombiano Alonso Salazar resaltó el papel del narcotráfico en la violencia urbana. Salazar es autor del libro No Nacimos Pa'semilla, sobre los niños sicarios de Medellín, y participante en un proyecto no gubernamental que redujo la violencia en esa ciudad emblemática del poder de los carteles de la droga.

La mentalidad de consumo, el acelerado urbanismo que rompe raíces culturales y familiares, el afán de "tener para ser" y poderes que excluyen de su gobierno a crecientes sectores de la población, son la argamasa que cimenta el narcotráfico, explicó.

Entre los "excluidos" del modelo que se impone desde las instituciones y los medios de comunicación están en forma creciente las mujeres, resaltó Salazar, como parte de cambios de patrones culturales y de la propia marginalidad.

En las capas más pobres, las mujeres son "padres y madres a la vez" dentro de estructuras familiares desintegradas, donde los jóvenes son criados en la calle, lo que aprovechan las organizaciones criminales ligadas al narcotráfico para engrosar sus ejércitos delictivos en cada país, indicó.

El antropólogo brasileño José Carvalho abundó en otro elemento: la perplejidad de las sociedades latinoamericanas ante el hecho de que creían que la violencia provenía de regimenes autoritarios o conflictos armados. Pero "acabadas las dictaduras y los conflictos, la violencia aumenta en democracia", indicó.

Carvalho planteó que hace pocas décadas el narcotráfico no existía con su carga de corrupción y perversión de valores, como tampoco se había producido el violento y anarquizado tránsito del campo en la ciudad.

En la mayoría de los países se invirtió abruptamente la ecuación rural-urbana de la población, para pasar ahora a ser más de 70 por ciento urbana.

Carvalho dijo que el fenómeno de grandes bolsones de inequidad social no es único de regiones del Sur en desarrollo. En el considerado país más rico del mundo, Esgtados Unidos, hay 11 millones de personas en la miseria, adujo.

Pero en Brasil, el número "de los que no cuentan para la economía" se eleva a 60 millones y los niños sin hogar que sobreviven en las calles de las grandes ciudades son asesinados "con la indeferencia cuando no el padrinazgo del poder".

El taller de Caracas formó parte de una estrategia del PNUD para organizar modelos de discusión, conocimiento y acción que sirvan a la solución de problemas comunes de los países de la región, mediante encuentros semestrales en diferentes países. (FIN/IPS/eg/dg/pr/98

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