CHINA: Una "gran muralla" que apenas contiene la crisis de Asia

El gobierno de China está comprometido a convertir el país en un refugio seguro de las turbulencias económicas de Asia oriental, pero el precio de contener la crisis será la desaceleración del crecimiento proyectado.

Los funcionarios en Beijing son enérgicos para augurar buenas perspectivas económicas. Pero la crisis sirvió de recordatorio de que lo que suceda afuera puede tener graves consecuencias, aunque los principales problemas nacionales son internos.

Lo que preocupa al gobierno no es cómo evitar una crisis como las que sufren Corea del Sur o Indonesia, sino que los problemas regionales puedan exacerbar la ya evidente caída en la inversión extranjera y que la devaluación de las monedas de los vecinos enlentezca aun más el crecimiento de las exportaciones.

El zar económico y posible futuro primer ministro Zhu Rongji sostuvo que los resultados de la economía en 1997 fueron "los mejores desde que el país se embarcó en las reformas" de mercado implantadas en 1979 por el fallecido patriarca Deng Xiaoping.

Zhu ha manifestado en múltiples ocasiones que no se devaluará el yuan, la moneda nacional, conducta a la cual consideró "la contribución de China a la estabilidad financiera asiática". A pesar de eso, los críticos creen que tal posibilidad no debe ser descartada.

Bao Kexin, alto funcionario de la Comisión Estatal de Planificación que elabora los planes económicos quinquenales, aseguró que "el país es capaz de mantenerse como 'isla segura' en medio de la crisis asiática, e incluso de contribuir a la estabilización financiera definitiva de la región".

China no ha sufrido daños derivados de la crisis en Asia. Por una parte, sus gigantescas reservas en divisas extranjeras, de 140.000 millones de dólares, convertibles solo con fines comerciales, impidieron que contrajera el resfrío financiero regional.

Pero la inversión extranjera directa y las exportaciones son las fuerzas motrices del crecimiento económico de China. Por eso, los problemas internos se profundizan aun detrás de la "gran muralla" financiera que representan las reservas en dólares y el yuan.

Las consecuencias ya se sienten en la inversión extranjera, que cayó 29,3 por ciento a 51.800 millones de dólares en 1997 respecto de 1996. Se trata de la primera caída desde que Deng introdujo las reformas.

Ese flujo caerá aun más en 1998 debido a la capacidad reducida de las empresas de los países del sudeste asiático, Corea del Sur, Hong Kong y Taiwan, que representan más de 80 por ciento de las inversiones extranjeras en China.

Las exportaciones también sintieron el efecto de las abruptas devaluaciones en Asia aoriental, aunque ya venían enlenteciéndose antes. Las ventas al exterior representan 20 por ciento del producto interno bruto (PIB) de China, y contribuyó con menos de la mitad del crecimiento de 1997.

Al igual que las economías del sudeste de Asia, China exporta una mezcla de productos electrónicos, textiles, vestimenta, juguetes y calzado, y compite con sus vecinas por los mercados de Japón, Estados Unidos y Europa.

Las exportaciones chinas crecieron 17,1 por ciento en el segundo semestre de 1997, 9,2 puntos porcentuales menos que en la primera mitad del año. Los economistas alertan que los efectos se harán esperar seis meses más y que serán mucho más palpables a fines de 1998.

Los ciudadanos comunes creen que los líderes políticos, en realidad, creen que se acabó el crecimiento acelerado. "Tienen un montón de miedo", dijo Guo Guiying, de 31 años, empleado de un pequeño periódico en Beijing.

"Una depresión aquí sería peor que en Indonesia o en Corea del Sur. Esos países no tienen tanto desempleo como nosotros. China es un país gigantesco y cuando tenemos problemas son a gran escala", dijo Guo.

Se preveía un enlentecimiento del crecimiento económico en los últimos años. China necesita crecer a un ritmo que le permita crear empleos para evitar inquietud social.

David Roche, director gerente de la firma consultora Independent Strategy Ltd., de Londres, dijo que la economía china necesita crecer 11 por ciento al año hasta el año 2001 para mantener el desempleo bajo control.

El Banco Mundial, por su parte, calculó que un crecimiento de siete u ocho por ciento anual es suficiente para crear empleos.

El crecimiento del PIB, que en 1996 había sido de 9,6 por ciento, cayó el año pasado a 8,8 por ciento. El porcentaje entre 1991 y 1995 había alcanzado dos dígitos.

El gobernador del Banco Central de China, Dai Xianglong, dijo que el crecimiento económico será menor a ocho por ciento este año. Cuánto menos es una cuestión de tremenda importancia para este gigantesco mercado.

Mientras tanto, el gobierno procura desembarazarse de las moribundas empresas estatales, la mitad de las cuales son deficitarias. Este proceso costará 750.000 millones de dólares, según la firma Dresdner Kleinwort Benson.

El costo humano de las reformas es aun mayor, con millones de trabajadores despedidos y posibilidades de conmoción, en especial en el nordeste industrial.

El gobierno afirma que el desempleo es de cuatro por ciento, o sea que afectaría a ocho millones de los trabajadores urbanos. Esa estimación no incluye a los empleados estatales declarados redundantes y los 140 millones de trabajadores rurales que "sobran".

Niu Renliang, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales, calculó que hasta ahora el sector estatal se sacó de encima a 30 millones de sus 110 millones de trabajadores. (FIN/IPS/tra-eng/ab/js/mj/if/98

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