Un año después de la muerte del líder de China Deng Xiaoping, su legado presenta una explosiva combinación de prosperidad económica y desencanto entre amplios sectores de la población que quedaron fuera del crecimiento económico.
En el año transcurrido desde la muerte de Deng, el 19 de febrero de 1997, China pareció demasiado preocupada haciendo dinero para recordar la herencia del hombre que le enseñó que "hacerse rico es glorioso".
La nueva dirigencia china ha intentado presentar a Deng como la luz guía para las generaciones por venir, y urgió a la gente a no olvidar sus enseñanzas. Un comentario del "People's Daily" exhortó a los chinos a "recordar al gran hombre como a un amigo".
Pero la imagen de Deng como el amado padre del pueblo chino es rechazada con amargura y sarcasmo por muchos chinos desencantados.
A pesar de la propaganda, pocas personas comparten el sentimiento de pérdida inconmensurable que los medios han intentado presentar.
"Mi vida no mejoró desde que Deng llegó al poder", dijo Fang Jingxun, trabajador gráfico convertido en taxista. "Antes podía comprar medio kilo de carne de cerdo por menos de un yuan (12 centavos de dólar) y ahora cuesta siete yuan (85 centavos)".
"¿Cuál es la ventaja de tener pato, pollo y carne de vaca en el mercado, si la gente no lo puede comprar?", protestó.
De todos modos, las pragmáticas reformas económicas de Deng mejoraron la vida de cientos de millones de chinos. Esto lo convirtió en uno de los gigantes del siglo XX, un hombre que definió una era haciendo que China se convirtiera, a partir del aislamiento y la pobreza, en una naciente superpotencia mundial.
Bajo la mano de Deng, China se deshizo de las sangrientas batallas ideológicas que costaron millones de vidas desde la década de los años 50 hasta la de los 70.
Durante su era de reformas, el progreso económico superó a los movimientos políticos, permitiendo a China regresar a una normalidad que había parecido inimaginable durante la Revolución Cultural (1966-1976).
Cientos de millones de campesinos reclamaron tierras de colectivos estatales, y prosperaron vendiendo sus productos en mercados libres.
Agudo estratega político e innovador económico audaz, Deng buscó constantemente formas de hacer a China más próspera y reconocida en el mundo entero.
Pero su legado es ambiguo. Mientras es alabado por las reformas económicas, Deng Xiaoping será recordado por la masacre del 4 de junio de 1989 de cientos de manifestantes demócratas en la plaza Tiananmen en Beijing.
La masacre fue seguida de una campaña contra los disidentes políticos que continúa hasta ahora.
Liberando el espíritu empresarial de los campesinos chinos y tolerando la emergencia de una nueva clase empresarial, Deng permitió que China atravesara una expansión económica sin precedentes en los últimos 15 años.
Pero Deng también evitó muchas opciones económicas duras, dejando a China con una estructura industrial gigantesca y anticuada, un sistema bancario frágil y una corrupción endémica.
Deng nunca intentó extender la privatización del sector rural a la economía urbana, un factor que contribuyó al hecho de que las deudas de las empresas estatales se convirtieron en una seria carga económica.
Ahora, enormes desafíos económicos pospuestos durante casi 10 años deberán ser enfrentados sin la guía y la autoridad de Deng.
Entre ellos figuran un programa de privatización masivo, la creación de un nuevo sistema de pensiones y seguridad médica y social, la venta de viviendas estatales y la reducción de 305.000 empresas de propiedad del Estado, lo cual aumentaría aún más el creciente desempleo.
En juego está la vida de 10 millones de funcionarios públicos, los que, según estimaciones del Ministerio de Trabajo, perderían sus empleos en los próximos tres años, mientras el gobierno lucha por resucitar firmas estatales en quiebra.
Estos desempleados se sumarán al ejército de 30 millones de desocupados urbanos, según predicciones de economistas independientes.
Lo que en un primer momento se consideró un problema económico, ahora amenaza convertirse en una crisis política, a medida que las protestas de trabajadores que no reciben sus salarios estallan en más y más ciudades chinas.
Aunque 1997, año de la muerte de Deng, fue un año triunfante para China, coronado por el retorno de Hong Kong, la dirigencia actual aún debe demostrar que puede liderar al país a través de los cambios dolorosos y potencialmente explosivos en los años por venir. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/lp/ip if/98