La explosión del consumo, resultado de la estabilización monetaria, colocó a las grandes ciudades de Brasil ante la disyuntiva de reciclar su basura y darle otras soluciones o seguir pagando costos ambientales y financieros cada día más insostenibles.
Sao Paulo es el ejemplo más contundente de ello. Cada uno de sus habitantes producía un promedio de 0,82 kilos de basura al día en 1991. El año pasado ese volumen se elevó a 1,1 kilos. Mientras la población creció sólo tres por ciento en estos años, los desechos residenciales aumentaron 32 por ciento.
Se trata de 12.000 toneladas diarias de basura, de las cuales apenas 0,5 por ciento se reaprovecha. La mayor parte se deposita en dos inmensos basurales, que ya superan cien metros de altura y cuya capacidad pronto se agotará. Y se multiplican depósitos ilegales con riesgos para el agua y la salud.
Los costos de la limpieza urbana ascienden a unos 400 millones de dólares anuales y desde 1994 la alcaldía triplicó las tasas cobradas de la población para ese fin.
El problema se extiende a todo el estado de Sao Paulo, que consta de 645 municipios, de los cuales 76,6 por ciento tiran su basura a cielo abierto, sin los cuidados sanitarios recomendables.
Con esos datos la Secretaría estadual de Medio Ambiente (SEMA) trata de impulsar un programa de Gestión Integrada de Residuos, apoyándose en una ley actualmente en elaboración.
El gobierno estadual estimulará los municipios a reciclar su basura, ofreciendo incentivos fiscales, orientando la recolección y el aprovechamiento, explicó María Lucía Barciotte, asesora técnica del proyecto en la Secretaría.
Una forma de estimular el reciclaje es gravar duramente la recolección de basura en los grandes centros comerciales y condominios residenciales, a partir de un volumen prefijado, señaló la experta.
De esa forma les será ventajoso destinar sus desechos al reaprovechamiento, "no por las utilidades obtenidas sino por reducir costos", aclaró.
El país pierde más de 4.000 millones de dólares al año por emplear sólo un quinto de su capacidad de reutilización de envases, papeles y otros bienes desechables, argumenta el secretario de Medio Ambiente de Sao Paulo, Fabio Feldmann.
En función de las estimaciones citadas por el secretario, Brasil podría ahorrar anualmente el triple de la energía consumida por Sao Paulo y la industria del plástico unos 2.600 millones de dólares en materia prima.
Pese a la ausencia de políticas públicas, el reciclaje en Sao Paulo alcanza "niveles dignos del primer mundo", con 60 por ciento de latas de aluminio, 30 por ciento del papel y 15 por ciento de envases plásticos, señaló Barciotte.
Pero ello se debe, paradójicamente, a la extrema pobreza de una parte de la población, observó. Las latas de aluminio que invadieron el país desde 1989, sustituyendo a las botellas de vidrio como envase preferencial de bebidas, hicieron prosperar la economía informal.
Ya hay 110.000 brasileños que obtienen sus ingresos recogiendo latas en las calles, estima Jose Roberto Giosa, coordinador de reciclaje de la Asociación Brasileña de la Industria de Aluminio.
Se trata en general de desempleados que ganan unos 200 dólares al mes como promedio, vendiendo cada kilo recogido por 62 centavos de dólar.
Pero las latas de aluminio son un caso excepcional, porque reaprovecharlas es muy ventajoso para la industria, que ahorra 95 por ciento de la energía, el mayor costo en la producción de alumnio.
Sólo cinco por ciento de la basura nacional es reciclada, calcula Christopher Wells, director ejecutivo del Compromiso Empresarial para el Reciclaje (CEMPRE), organización internacional que congrega a grandes empresas y actúa en Brasil desde 1992, estimulando iniciativas municipales.
De todas formas, el reaprovechamiento será siempre limitado. Un país líder en la materia como Suiza recicla como máximo 22 por ciento de su basura. Incineración y depósitos sanitarios absorben la mayor parte de los residuos en los países desarrollados.
El problema en Brasil es que el consumo alcanza patrones de país industrializado, por lo menos en una parte de la población, pero el tratamiento de la basura no se condice con ello, advirtióo Marcelo Sodr, coordinador de un programa en favor del consumo sustentable en la SEMA.
El 76 por ciento de la basura brasileña se deposita en áreas a cielo abierto, sin control, según datos del oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas. El tratamiento, la incineración o el reciclaje son en general descartados por las alcaldías a causa de sus elevados costos. (FIN/IPS/mo/dg/en/98