El sida es la principal causa de muerte en las prisiones de Brasil, aunque no haya estadísticas oficiales que lo prueben. La epidemia se propaga a mayor velocidad en las cárceles que en el resto de la sociedad.
De 25 muertes registradas en el hospital de la prisión de Porto Alegre, 21 fueron por sida, dijo Ricardo Marins, epidemiólogo de la Universidad de Campinas. Recientes investigaciones revelaron que 17,3 por ciento de los detenidos en Carandiru tienen el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
En la prisión de Sorocaba, en el estado de Sao Paulo, la proporción de infectados con el virus causante del sida fue 12,5 por ciento.
El Ministerio de Salud de Brasil cree que la frecuencia del VIH en las prisiones de Brasil es alrededor de 15 por ciento, o uno cada siete prisioneros. El sida mata más en las cárceles que la violencia o la tuberculosis.
Pedro Chequer, funcionario del ministerio, dijo que "desconocemos la escala real del problema. El número de prisioneros con VIH podría ser mayor que el que imaginamos".
Pero las condiciones en las prisiones de Brasil no son únicas. Un reciente informe del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida, afirma que varios factores convierten a las cárceles en el caldo de cultivo ideal para la transmisión de la infección.
La sobrepoblación es uno de esos factores. En 1995, la población de las prisiones en Estados Unidos era 1,6 millones, cifra duplicada en una década. En una gran prisión de Europa oriental, hasta 35 prisioneros conviven en celdas individuales.
El pabellón de sida en Carandiru tiene 65 camas y recibe pacientes de varias prisiones. En junio de 1997, se internaron 33 prisioneros, 15 murieron y siete en etapas terminales de la enfermedad fueron liberados.
El tratamiento médico para prisioneros enfermos a menudo es inexistente. Durante una inspección del Consejo Médico Brasileño, ninguno de los 10 doctores que trabajan en la prisión estaba presente.
Un informe compilado por miembros del Congreso de Brasil y otros revela que prisioneros que apenas pueden moverse se tratan a sí mismos aplicando azúcar y café en sus heridas, en la creencia de que ayudarán a la sanación.
Muchos que necesitan goteo intravenoso apelan a las pajillas para beber. "El estado no cumple las recomendaciones mínimas de la Organización de las Naciones Unidas ni las leyes de nuestro propio país", asegura el informe.
Hay unas 250 prisiones dispersas en todo Brasil, y una cantidad similar de estaciones de policía que operan como cárceles improvisadas.
Según cifras oficiales, unos 150.000 hombres y mujeres están encarcelados en Brasil, un país de 160 millones de habitantes. La sobrepoblación es endémica, en especial en los cuarteles de la policía, y duplica la capacidad de los centros de reclusión.
Hay poca investigación sobre las causas de una expansión tan rápida del VIH entre la población carcelaria de Brasil.
La mayoría de los expertos está de acuerdo en que, dada la alta diferencia entre las tasas de infecciones en la población general y en la prisión, es casi una certeza que la mayoría de los presos contraen el virus tras las rejas.
Las dos principales rutas de transmisión parecen ser las jeringas no estériles para la inyección de drogas y el sexo entre los prisioneros.
La cocaína es la droga más implicada en la transmisión del VIH. En general, la cocaína se inhala, pero en la prisión la pequeña cantidad de droga disponible hace más atractivo inyectarla en las venas para optimizar sus efectos. Una jeringa es un bien preciado, y se utiliza varias veces.
Un estudio entre 180 consumidores de droga en la Prisión Central de Porto Alegre revela que muchos lavan las jeringas con agua caliente, lo cual es insuficiente para prevenir la transmisión del virus.
Según otro estudio de 115 prisioneros con VIH realizado por el virólogo Jose Ricardo Pio Marins, de la Universidad de Campinas, 20 por ciento se inyectaron cocaína.
Según la misma investigación, alrededor de la mitad de los prisioneros tuvieron una enfermedad de transmisión sexual en los últimos cinco años, y la mayoría reconoció haber mantenido relaciones sexuales en la cárcel.
Las relaciones sexuales entre presos están prohibidas en Brasil, y sujetas a severos castigos como el confinamiento solitario y una dieta de pan y agua.
Una parte significativa de esta actividad sexual toma la forma de violación, aunque hay pocas evidencias sobre la escala. Las visitas conyugales, durante las cuales el prisionero puede tener sexo con una compañera del exterior, también están permitidas, aunque tienen el tratamiento de privilegio.
Las autoridades de las prisiones comienzan a responder a la creciente epidemia. En 1996, el gobierno del estado de Sao Paulo comenzó a distribuir unos 100.000 condones entre los reclusos.
El año pasado, el gobierno federal, con el respaldo del Banco Mundial, inició nueve proyectos de prevención del VIH/sida que también incluyen la distribución de condones en las cárceles. Este año, el gobierno prometió financiar otros 15 proyectos de este tipo.
La entrega de condones y lubricantes en las prisiones es recomendada por el Programa de Sida de las Naciones Unidas como clave para contener el avance del VIH en las cárceles.
El inadecuado tratamiento de prisioneros no es universal en Brasil. El Hospital Penitenciario en Niteroi, Rio de Janeiro, es considerado un modelo de buen tratamiento. Los médicos están presentes todo el tiempo, al igual que las enfermeras, un psicólogo y un asistente social.
Los materiales básicos, pruebas de diagnóstico y medicinas, incluyendo una variedad de drogas contra el VIH están a disposición del personal médico. Sin embargo, si la salud del paciente mejora, es trasladado de vuelta a la prisión, donde la continuación del tratamiento no está asegurada. (FIN/PANOS/tra-en/ms-mm/dds/lp/he/98) —— (*) IPS pone a disposición de sus suscriptores este material por un acuerdo de distribución con la institución internacional de comunicación Panos Features, de Londres