El escritor británico H.G. Wells pasó a la posteridad con su novela "La Guerra de los Mundos", la narración fantástica sobre invasores extraterrestres que intentan destruir el planeta y que aún emociona, 100 años después de publicada.
El libro fue un éxito inmediato cuando apareció en febrero de 1898 y se convirtió en una de las más agudas críticas literarias que se hayan hecho del imperialismo, aunque pocos de sus millones de lectores lo reconozcan como tal.
"No hay una sola página aburrida. Uno lee y lee con un interés sin fin, que resulta verdaderamente agotador", escribió entonces un crítico entusiasta en la revista británica The Spectator.
Desde 1898, La Guerra de los Mundos adoptó distintas formas. Orson Welles la convirtió en una recordada obra radial en 1938 y provocó el pánico en el público de Estados Unidos. El cine la adaptó varias veces y su última versión, "Día de la Independencia", fue un gran éxito de Hollywood en 1997.
La premisa básica de la novela nunca cambia en las adaptaciones. Seres avanzados de otro mundo invaden el planeta y masacran sin piedad a la humanidad con fines de conquista y colonización.
Como científico, Wells era consciente del potencial poder de destrucción de la ciencia.
Cinco años antes del primer vuelo en Estados Unidos de los hermanos Wright, La Guerra de los Mundos incluyó una narración detallada de armas químicas y biológicas, rayos láser y misiles, así como de la carnicería causada por los armamentos mecanizados, con el respaldo de una sobrecogedora fuerza aérea.
Pero, según el biógrafo de Wells, Michael Foot, ex líder del partido Laborista británico, la intención del escritor era otra.
El imperialismo, en especial como lo practicaba Gran Bretaña, repelía a Wells, que quedó escandalizado con la matanza de aborígenes australianos realizada por colonizadores británicos pocos años antes de su novela.
En 1898, Gran Bretaña seguía siendo la potencia imperial más poderosa del planeta. Según Foot, Wells quería escribir un libro que demostrara a los británicos la experiencia de ser dominados por una raza más avanzada, mejor armada y más implacablemente genocida que ellos mismos.
Para los marcianos, "nosotros, los hombres, las criaturas que habitan este planeta, debemos ser al menos tan ajenos e inferiores como son los monos y lemures para nosotros", escribió Wells en la introducción de La Guerra de los Mundos.
La obra explica en forma detallada cómo los marcianos aterrizan cerca de Woking, el pueblo del sudeste de Inglaterra donde residía Wells, antes de devastar enormes extensiones de Londres con rayos láser y gas venenoso.
Cuando la humanidad parece impotente para impedir que los invasores tomen el control mediante la fuerza sobrehumana, Wells recuerda al lector los pecados de Gran Bretaña en este terreno.
"Antes de juzgar (a los marcianos) con demasiada severidad, debemos recordar la destrucción absoluta e implacable causada por nuestra propia especie, no sólo de los animales, como los desaparecidos bisón y dodo, sino de las razas inferiores", escribió Wells.
"Los tasmanios, a pesar de su semejanza humana, fueron eliminados por completo de la existencia en una guerra de exterminación provocada por inmigrantes europeos, en un lapso de 50 años. ¿Somos apóstoles de la clemencia para quejarnos si los marcianos hacen la guerra con el mismo ánimo?", preguntó.
Los colonizadores británicos llegaron a Tasmania en 1830 y dominaron a la población local de 5.000 aborígenes. Los hombres fueron asesinados, los niños obligados a ejercer la servidumbre y las mujeres mantenidas para el servicio sexual de los europeos.
Todos los aborígenes habían muerto para 1879. Su último líder fue muerto y decapitado para poder estudiar su cráneo. La cabeza conservada se mantuvo en la Universidad de Edimburgo, en Escocia, hasta 1991.
A lo largo del libro existen sutiles referencias de este y otros genocidios imperiales que ocurrieron en la historia de la humanidad.
Aun cuando los marcianos finalmente mueren por las bacterias naturales de la Tierra, Wells escribe sobre la "enorme máquina de guerra que dejará de luchar para siempre".
Sus palabras reflejan en forma deliberada las del jefe indígena estadounidense, Joseph de la Nez Perce, cuando se rindió al ejército de Estados Unidos en 1877. "Estoy cansado de luchar. Mi corazón está enfermo y triste. A partir del lugar donde se halla el sol ahora, dejaré de luchar para siempre".
El libro de Wells fue el primero de cientos de novelas, obras dramáticas y películas que emplearon el argumento básico de la invasión extraterrestre seguida por destrucción y solución final. En la actualidad, pocos toman nota del contenido político de la novela.
Hijo de un pequeño comerciante, Wells fue socialista hasta su muerte y crítico imperturbable de la arrogancia imperialista británica.
"Esa Inglaterra de los viejos hombres victorianos, y su imperio y sus honores y su corte y sus privilegios, es ahora un organismo muerto y debe enterrarse fuera de nuestra vista para que no os corrompa y al mundo de nuevo", escribió en 1918. (FIN/IPS/tra-en/rj/aq/cr/98