Acostarse en una cama de clavos, meterse dentro de una burbuja de jabón y encender un tubo de gas neón sin conectarlo a la red eléctrica, son algunos de los sueños que los niños guatemaltecos pueden realizar en el Papalote Móvil- Museo del Niño, que permite jugar y aprender.
Con el lema "prohibido no tocar", este museo infantil funciona desde hace casi cuatro años en el Bosque de Chapultepec, en el Distrito Federal de México, y fue traído a Guatemala por la Secretaría de Obras Sociales.
Desde su instalación a fines de enero, miles de escolares han asistido a este museo interactivo que permite a los niños participar en una serie de actividades que entretienen y educan a la vez.
El museo está dividido en cuatro partes denominadas Nuestro Mundo, Cuerpo Humano, Con-Ciencia y Expresión, que comprenden 144 exhibiciones interactivas.
"Cuando los niños llegan no les decimos que hay para que ellos descubran por sí mismos y vean lo que quieran", dice Carla Mijangos, maestra de una escuela pública.
Los adultos también han mostrado interés en participar de la experiencia, ya que "todos los juegos están diseñados para que mayores y niños puedan comprender sus principios", señala Verónica Erreguín, una de las coordinadoras del museo.
Las exposiciones, con originales nombres como "Con las manos en la masa", que enseña sobre la cultura del maíz, y "Del Trueque al Cheque", sobre el intercambio comercial y el origen de la moneda, despiertan de inmediato el interés de los visitantes.
El reciclaje de papel, la creación de obras de arte con materia prima proveniente de desechos y los juegos en computadoras, son sólo algunas de las atracciones que presentan.
En "Date Vuelo", donde se estimula la creatividad, se participa en manualidades, teatro y danza.
También llaman la atención de los niños un enorme piano sobre el piso que se toca con los pies y una cuádruple marimba metálica que puede ser utilizada por varias personas al mismo tiempo.
Erreguín señaló que el museo trata de ofrecer a los niños una alternativa educativa no formal, novedosa, que constituya un puente entre la escuela y la ciencia implícita en los fenómenos de la vida cotidiana.
También se trata de despertar la curiosidad, motivar el interés por aprender y estimular la creatividad, manejando un concepto de interactividad mediante el cual el niño aprende haciendo, en un contexto en el que el juego es su principal herramienta.
El museo, que permanecerá cuatro meses en Guatemala, funciona en tres turnos de tres horas cada uno, todos los días de la semana.
"Lo que más me gustó fueron las computadoras", dice Verónica de 11 años, mientras para Yesenia, de ocho, lo más atractivo fueron "las burbujas gigantes".
Los niños son guiados por unos 120 instructores guatemaltecos, la mayoría de ellos estudiantes universitarios.
"Los niños han aprendido que el papel puede reciclarse y aquí les enseñamos cómo hacerlo, pues durante su visita lo destruyen, lo procesan y salen con una nueva hoja reciclada", señaló uno de de los instructores, Jorge Quijano, estudiante de Ingeniería.
La entrada tiene un costo de dos dólares para los menores de 12 años y de 2,5 para los mayores, y se estableció una subvención para alumnos de escuelas públicas. (FIN/IPS/cz/dm-ag/cr/98