Centenas de miles de latinoamericanos han engrosado en los últimos años las filas de asociaciones filantrópicas de voluntarios, ante el creciente abandono de la escena social por parte de los Estados.
En el continente está surgiendo "una conciencia de un espacio social autónomo e intermedio respecto del Estado y del mercado, dotado de capacidad de influir tanto en política como en las relaciones económicas", sostiene el investigador mexicano Luis Aguilar.
Ello se debe a la aparición de las organizaciones del llamado "tercer sector", integrado por asociaciones de voluntarios con vocación filantrópica, agrega Aguilar.
"El voluntario tradicional, el de la caridad, se está transformando en agente de desarrollo social, más allá del concepto de voluntario en sí, y está más capacitado que en el pasado", señala la historiadora uruguaya Graciela Sapriza.
"Parecería que hubo un deslizamiento de la militancia política hacia este tipo de trabajo más directo, que revaloriza el contacto humano", indica Sapriza, autora de un estudio sobre el voluntariado para el Instituto de Comunicación y Desarrollo (ICD) de su país.
Investigadores de la región atribuyen el auge de estos movimientos a un fenómeno negativo: el desmantelamiento del "Estado de bienestar" y la retirada de los poderes públicos de la escena social.
El "tercer sector" está llenando ese hueco, al punto que hasta el Banco Mundial y diversos organismos de crédito internacional han debido incluir en sus planes el financiamiento a organizaciones no gubernamentales, sostiene otro mexicano, Fernando Castro y Castro.
Las organizaciones no gubernamentales (ONG) de Chile han jugado un papel crítico frente al modelo de economía abierta y ayudado a consolidar la debilitada sociedad civil, considera por su lado Jaime Ruiz Tagle.
Unas 4.200 asociaciones civiles de Argentina se encuentran trabajando en el marco del Centro Nacional de Organizaciones de la Comunidad y se vinculan entre ellas a través de una Red Electrónica de Intercambios.
En 1997 se instituyó una Red Solidaria para articular la acción de voluntarios que recogen reclamos de necesidades urgentes del más diverso tipo, recuerda Andrés Thompson, director de la revista Tercer Sector.
"Esa red no sólo logró satisfacer las demandas más increíbles y urgentes (medicamentos oncológicos, operaciones de emergencia, donación de órganos) sino que además logró instalar en varios medios de comunicación de alcance nacional la idea y los espacios para que la solidaridad logre expandirse", señala Thompspn.
Fue así que desde el año pasado diversos canales de televisión por cable y abierta de Argentina contienen espacios específicos dedicados al "tercer sector" y sus actividades.
En Uruguay, el estudio del ICD revela que al menos 100.000 personas trabajan con regularidad en el área del voluntariado, en las casi mil ONG existentes en un país con poco más de 3,1 millones de personas.
El ICD centró su investigación sobre las 14 principales ONG que operan a nivel nacional, tanto las de origen local como las filiales de asociaciones extranjeras (Cruz Roja, Caritas, Amnistía Internacional, Movimiento Scout), y determinó que los menores de 40 años y las mujeres son los más activos.
Los jóvenes se vuelcan más hacia las organizaciones que operan en función de un proyecto transformador de la sociedad, mientras que las ONG más "tradicionales" atraen sobre todo a mujeres de sectores sociales "acomodados", que se mueven esencialmente en función de un concepto clásico de "caridad", dice Sapriza.
Son las ONG del primer tipo las que mayor poder de convocatoria tienen.
El discurso feminista ha logrado afianzarse en México a partir de la crisis del Estado de bienestar "hasta el punto que las indígenas en el estado de Chiapas se levantaron reclamando igualdad, elegir pareja y control de natalidad", subraya la mexicana María Luisa Terrés.
Las mujeres que participan en esas ONG con vocación transformadora vienen de la oposición política de izquierda y de la Iglesia Católica, agrega.
"Cómo producir cambios sociales de amplio alcance a partir de la acción focalizada localmente es uno de los grandes dilemas e inquietantes preguntas que suelen hacerse en torno a la capacidad de las organizaciones de la sociedad civil", constata Thompson.
Asociaciones que han apostado a formas de autoorganización de la sociedad en función de un proyecto alternativo, incluso de vida, han ido cosechando creciente audiencia en diversos países de América Latina.
Es el caso de redes de trueque, que intercambian productos y servicios sin hacer intervenir el dinero y que han congregado a unas 100.000 personas sobre todo en Argentina, y también en Uruguay, dos países en que hasta hace pocos años había una fuerte tradición de esperar todo del Estado benefactoir.
En México, señala Fernando Castro y Castro, desde principios de los años 90 es el tercer sector el que ha encauzado las demandas de una política social al gobierno.
Temáticas como las de los derechos humanos se perciben como exclusivas de la sociedad civil, que debe oficiar como contralor del poder político, destaca la capacitadora en educación popular uruguaya Martha Agunín, coautora de la investigación del ICD junto a Sapriza.
El sociólogo argentino Eliseo Verón ve pese a todo un peligro en la multiplicación de ONG: que se produzca "un divorcio entre esas asociaciones y las instituciones de la democracia, una suerte de 'especialización' de ese sector apoyada en la convicción de que nada hay que esperar" de la esfera política.
"Esa idea es peligrosa porque se podría llegar a pensar que la problemática de la solidaridad y la ayuda humanitaria queda de hecho, definitivamente, fuera del campo específico del sistema político", estima Verón.
"En algún momento, desde las acciones de solidaridad hay que repensar la democracia, y eso significa que, aunque muchas se llamen 'no gubernamentales', las acciones que practican las organizaciones consagradas a la solidaridad son acciones políticas, en el sentido más noble del término", concluye. (FIN/IPS/dg/mj/pr dv/98
