Viudas y soldados discapacitados a causa de la guerra civil en Sri Lanka reclamaron a la guerrilla tamil y al gobierno que acaben con el conflicto que ya ha cobrado 50.000 vidas en 14 años.
Una Convención Nacional por la Paz que reunió a 1.500 delegados exigió el domingo a las partes en combate a comenzar negociaciones para que el país "deje de desangrarse". "No hagan la guerra en nuestro nombre", dijeron en su declaración final.
La resolución reflejó "la voz de las masas sin voz, ignorados por políticos y medios de comunicación", según los organizadores.
Civiles procedentes de la zona en guerra o que sufren las consecuencias del conflicto en el resto del país fueron los encargados de dirigir sus discursos a diplomáticos y sacerdotes, en un auditorio al que no asistieron políticos.
Los oradores reclamaron a los combatientes que consideren el costo humano de la guerra. "Rezo con fervor para que esta guerra acabe en 1998", dijo Chandrani Kumari, una esposa de un soldado asesinado por los rebeldes en octubre de 1995, cuando llevaba un mes de embarazo.
Kumari recordó ante la convención las dificultades que ha sufrido desde entonces. La viuda comparte una vivienda rudimentaria con sus padres en el distrito septentrional de Anuradhapura.
Sri Lanka sufre hace 14 años una guerra entre las tropas del gobierno y los rebeldes de la etnia tamil que reclaman la constitución de una patria independiente denominada Eelam en el norte y este de la isla.
Más de 50.000 personas, entre ellas combatientes de ambas partes y civiles, murieron en el conflicto. Otros miles sufrieron heridas y quedaron discapacitados.
Las conversaciones de paz entre este gobierno y los anteriores y la guerrilla de los Tigres para la Liberación de Tamil Eelam (LTTE) fracasaron sin excepción. Las gestiones extraoficiales de mediación también fueron infructuosas.
La reunión del domingo fue organizada por el Consejo Nacional de Paz (NPC), única organización srilankesa que procura el fin de la guerra por medios políticos. Su conductor, Ajit Rupasinghe, dijo que la convención fue resultado de cinco meses de movilización de grupos civiles en todo el país.
Pocos de los asistentes a la convención manifestron su convencimiento de que la guerra debía continuar.
"Nuestra tragedia no puede ser comprendida por los habitantes de Colombo. Ocurren muchas cosas en nombre de la guerra y de la paz", dijo Chandra Ratnayake, madre de dos hijos que perdió a su hermano en la guerra y cuyo marido también está en el ejército.
Fuera de la capital de Sri Lanka, las mujeres lloran a sus hijos y maridos muertos, pero en la ciudad parecen desconocer esa situación, agregó.
"Las fiestas y conciertos continúan en Colombo. Las discotecas siguen abiertas, repletas de jóvenes adinerados", dijo un delegado tamil en la convención.
Los habitantes de Colombo parecen no percibir el sufrimiento y ni siquiera echan un vistazo a las ambulancias que cargan soldados heridos, afirmó.
Ratnayake dijo que la comunidad agrícola a la que pertenece no puede cultivar su arroz pues temen ataques rebeldes. "Los habitantes de Anuradhapura éramos los reyes en tiempos antiguos. Hoy vivimos en la incertidumbre", dijo.
Alrededor de 75 por ciento de los 18 millones de habitantes de de Sri Lanka es de origen singalés y religión hindú. Dieciocho por ciento son tamiles y siete por ciento, musulmanes.
"La pérdida de vidas y los crecientes costos de la guerra deben acabar. Espero que el clamor de esta convención contribuya a generar las condiciones necesarias para negociar una paz honorable", dijo la presidenta de Sri Lanka, Chandrika Bandaranaike Kumaratunga, en su mensaje a la convención.
Kumaratunga espera que la paz llegue este año, cuando se celebra medio siglo de la independencia de Sri Lanka del régimen colonial británico.
La Convención denunció que la guerra es el origen de los asesinatos políticos y graves violaciones de derechos humanos, entre ellas arrestos arbitrarios, secuestros, abuso sexual y tortura a manos de funcionarios estatales y guerrilleros tamiles que atacan poblaciones civiles.
Los delegados tamiles también pidieron que acaben las matanzas sin sentido.
M. Sathianandan, profesor en la localidad Killinochchi, afirmó que los aviones militares bombardean poblados donde el gobierno sospecha que se da cobijo a los rebeldes.
"Una vez vi una niña en uniforme escolar abatida y en un charco de sangre luego de que un avión militar bombardeó un campo de arroz. Y se nos dice que eso es guerra", exclamó Sathianandan.
Los pobladores de Killinochchi abandonan sus hogares y van a vivir debajo de los árboles a pesar de las lluvias y la malaria, aseguró el educador. (FIN/IPS/tra-en/fs/rdr/ral/mj/ip hd/97