En julio coincidió el comienzo de la crisis financiera en el sudeste de Asia con la propagación de incendios en los bosques de Indonesia, en las provincias de Kalimantan y Sumatra.
La tormenta de los mercados se expandió rápidamente al resto de Asia, atacando a las bolsas de valores y despeñando monedas hasta entonces estables.
Ni siquiera los bastiones económicos de Asia oriental quedaron al margen de la crisis. Empresas respetadas, como la japonesa Yamaichi Securities, declararon la bancarrota y Corea del Sur recurrió contra su voluntad a la ayuda financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El incendio de bosques en Indonesia depositó una capa de cenizas en Malasia y Singapur, y los vientos prevalecientes enviaron el humo generado a lugares tan distantes como Tailandia y, mar mediante, a Filipinas.
Millones de personas sufrieron enfermedades respiratorias, escuelas y fábricas cerraron y el turismo quedó devastado. Debido a la mala visibilidad, aviones de pasajeros chocaron contra montañas y barcos petroleros se accidentaron en el atestado estrecho de Malaca.
La crisis de los mercados de valores fue una advertencia del mercado a una elite codiciosa y despilfarradora. Los incendios de los bosques fueron un alerta de la naturaleza.
Economistas y otros expertos que hasta mayo exhortaban al resto del mundo a seguir el ejemplo de los "tigres" asiáticos se retractaron rápidamente y ahora investigan la forma de evitar los errores de esas economías.
El gobierno indonesio y el Banco Mundial, ideólogo del masivo programa de migración que trasladó a millones de campesinos de la atestada isla de Java a las zonas "vacías" y cubiertas de bosques de Borneo, culparon de los incendios a los mismos agricultores que ayudaron a mudarse de hogar.
Los agricultores fueron chivos expiatorios fáciles para economistas y banqueros que no aceptaron la responsabilidad en las consecuencias ecológicas de sus proyectos estériles, y para la elite gobernante de Indonesia, propietaria de las compañías madereras que arrasaron las selvas tropicales.
Los incendios no fueron una novedad, ya que ocurrieron cada año de las últimas dos décadas. Sólo que, esta vez, los bosques talados estaban resecos debido al fenómeno climático del Niño, que podría ser resultado del recalentamiento planetario.
Los científicos sostienen que el recalentamiento planetario es provocado por la acumulación en la atmósfera de los llamados gases invernaderos, como el dióxido de carbono, producido por la quema de combustibles fósiles.
La continua advertencia de algunos analistas de que el crecimiento económico del sudeste de Asia no es sustentable quedó confirmada.
Cuando el economista filipino Walden Bello escribió en 1991 "Dragones en Desgracia: Las Milagrosas Economías de Asia en Crisis", muchos lo calificaron de alarmista y enemigo del desarrollo. Pero, de hecho, el sudeste de Asia está pagando un precio enorme por su crecimiento económico.
En las últimas tres décadas, la región perdió casi la mitad de su vegetación forestal, las ciudades están contaminadas y saturadas de automóviles, sus ríos son estériles y sus mares sufren por la pesca excesiva.
"Aunque el rápido desarrollo económico generó dinamismo y riqueza, Asia está más sucia, con una ecología menos diversa y más vulnerable", advirtió Kazi Jalal, director de la división ambiental del Banco de Desarrollo Asiático (AsDB), de Manila.
En su revisión de la economía asiática, "Asia Emergente, Cambios y Desafíos", el AsDB afirma que sería un error culpar sólo al crecimiento económico por el agravamiento de la contaminación. De hecho, los países con menor expansión de Asia meridional también presentan degradación ambiental.
Queda claro que los problemas ambientales de Asia surgen de su riqueza, que genera un consumismo destructivo y estilos de vida derrochadores, y de su pobreza, que obliga a la gente a destruir el ambiente que la rodea para sobrevivir.
A medida que los países se enriquecen, surgen indicios de que adquieren recursos para limpiar el ambiente.
Japón, que pesca en forma excesiva en océanos distantes, cuenta con severas normas de pesca en sus aguas. Corea del Sur limpió el aire de su territorio, pero teme la lluvia ácida originaria del norte de China.
Con el tiempo, el crecimiento del ingreso se encargará del ambiente, aseguran los expertos. Pero el tiempo es un lujo que la naturaleza de Asia, en proceso de industrialización, no puede darse.
Cuando los 180 millones de habitantes de Indonesia obtengan el nivel de vida de los japoneses y cuenten con los medios para proteger su selva tropical, ésta ya no existirá, y los millones de especies que la habitan habrán desaparecido para siempre.
La población de Asia no sólo crece, sino que también tiene más dinero. Dado el actual modelo de crecimiento de la región, el interrogante que surge es qué efecto tendrá la demanda de energía, alimentos y recursos naturales sobre el ambiente mundial en el próximo siglo.
El estudio del AsDB atribuye la responsabilidad a la administración.
"Asia degradó seriamente su ambiente. El daño fue consecuencia de la negligencia, las malas políticas e instituciones inadecuadas". De esta manera, el Banco cuestiona el método y no el modelo.
El AsDB responsabiliza a las políticas y la incapacidad de los gobiernos por no obligar al cumplimiento de las normas de protección al ambiente.
Pero la institución no cuestiona si el modelo de crecimiento, orientado a las exportaciones, dirigido por los consumidores y basado en la industria manufacturera, es el correcto.
Para conseguir el nivel de vida de los países industrializados, Asia no debe cometer los mismos errores de aquellos, sobre todo desde que se demostró la factibilidad de los modelos de crecimiento con menores efectos perjudiciales para el ambiente.
La eficiencia energética, los incentivos para la conversión a fuentes renovables de energía, el reciclaje, los cambios de política para la industrialización sustentable son todos posibles.
Pero los economistas ortodoxos que dictan las políticas estatales e internacionales no los toman en serio.
Asia puede desarrollarse por vías menos destructivas sin dañar en forma irreversible el ecosistema del mundo, pero estas no se encontrarán en el informe del AsDB. A pesar de las advertencias del mercado y la naturaleza, la situación sigue sin variaciones en opinión de los economistas asiáticos. (FIN/IPS/tra-en/bm/js/aq- ag/dv-en/98