El líder del opositor Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua, Daniel Ortega, llamó a sus simpatizantes a emprender una nueva jornada de protesta, que obligue al presidente Arnoldo Alemán a suscribir un acuerdo nacional o abandonar el poder.
Las jornadas se desarrollarían en fecha próxima al 21 de febrero, fecha en que se celebra el 62 aniversario del asesinato del general Augusto Sandino, guerrillero que expulsó a los soldados de ocupación estadounidenses.
"El pueblo no puede permitir que se radique impunemente una dictadura. Es el somocismo lo que tenemos aquí gobernando, y no podemos quedarnos callados, tenemos que luchar, y no podemos descartar ninguna forma de lucha", afirmó Ortega.
"Tenemos que ir a luchar para forzar al gobierno a un acuerdo Nacional, pero si va más allá la lucha, si tenemos que considerar que hay que sacar del gobierno a los que están violando la ley, empezando por el que está de presidente en este país, pues habrá que hacerlo, y no seremos ni los primeros ni los últimos que habrán hecho esto", insistió.
Las amenazas de Ortega, que gobernó Nicaragua entre 1984 y 1990, merecieron la ovación de miles de sandinistas que se dieron reunidos para iniciar las discusiones internas previas al Congreso Extraordinario del FSLN, a celebrarse en mayo.
En ese Congreso, unos 650 delegados de todo el país debatirán y aprobarán los estatutos del FSLN, su reglamento, sus instancias de dirección y su estrategia política frente al gobierno derechista.
Asimismo, discutirán y aprobarán los principios básicos de organización de cara a las futuras elecciones municipales, parlamentarias, y nacionales.
Sin embargo, Ortega llamó a sus simpatizantes a discutir asuntos internos – "de vida o muerte"- sin dar la espalda a la jornada de protesta que se avecina, y que arrancará con un paro de transporte y movilizaciones de productores agrícolas contra las amenazas de embargos judiciales.
"Hay quienes predican la mansedumbre, que condenan al que lucha, al que protesta, porque caen en el soborno, en las tentaciones del neoliberalismo", dijo refiriéndose implícitamente a simpatizantes y miembros del FSLN que rechazan la idea de una nueva jornada de protesta, similar a la de abril pasado.
"Tienen el temor de irse a la lucha porque el gobierno va a perseguirlos económicamente, es comprensible que no luchen, pero no que se sumen al coro de los que no quieren la lucha", agregó.
En abril de 1997, pocos meses después de que el presidente Arnoldo Alemán asumiera el poder y de que fracasara el diálogo gobierno-FSLN, el sandinismo paralizó el país con el apoyo de productores, bloqueando las principales carreteras y vías.
Tras más de 72 horas de protesta, ambas partes decidieron abrir mesas de negociación, pero éstas fracasaron un mes después por no llegar a acuerdos concretos, excepto la formulación de una nueva Ley de la Propiedad.
El presidente Alemán llamó esta semana a iniciar la Segunda Fase del Diálogo Nacional, pero Ortega rechazó el convite.
"Para que el gobierno se siente a un diálogo de verdad, este pueblo tiene que salir a las calles. Si no es así, va a seguir haciendo lo que le dé la gana", consideró el líder sandinista.
El FSLN acusa al gobierno de por los menos 23 actos ilícitos, atentatorios al Estado de Derecho, entre los que destacan desacatos a fallos de la Corte Suprema de Justicia, uso indebido de los bienes estatales y actos de corrupción.
"Tenemos información documentada, que expondremos en el momento oportuno, sobre transferencias ilegales de fondos de instituciones del Estado y chantajes para conseguir participación accionarias en inversiones extranjeras", aseguró Víctor Hugo Tinoco, jefe de la bancada parlamentaria sandinista.
Al FSLN no le será sin embargo fácil conducir la jornada de protesta. Ortega reconoció que su partido está sumergido en "luchas intestinas" desde hace dos años, tras escoger a los candidatos que llevó a los comicios de octubre pasado.
Ese proceso consistió en someter a votación secreta, todas las precandidaturas para alcaldes, concejales, diputados.
"La propuesta fue bien intencionada, pero los resultados no fueron los mejores. Dejó heridas profundas en la familia sandinista, por la propia inmadurez, por la propia desorganización", dijo Ortega.
"En lugar de unirnos, de ayudarnos a vernos como hermanos, nos dividió. Nos acusamos de fraude. Todos somos responsables y no podemos evadir el bulto", agregó.
Uno de los casos más evidentes de esa división es Managua, la principal plaza electoral del país.
En la capital, la conducción partidaria no apoyó la candidatura a la alcaldía de Carlos Guadamuz, por contradicciones internas, y éste perdió las elecciones frente a su adversario progubernamental.
Guadamuz fue expulsado del sandinismo y reintegrado por el propio Ortega. "Este no es un problema administrativo, sino de unidad política", dijo y recordó que él mismo fue sancionado y retirado de la dirección del FSLN. (FIN/IPS/rf&dg/ip/98