HONDURAS: Las lencas, niñas sin infancia

Ocultas en el corazón de las montañas que rodean la región cafetalera de Marcala, en la zona central de Honduras, se encuentran las niñas lencas, que a temprana edad se convierten de golpe en mujeres y amas de casa.

A sus seis años, acompañan a sus padres al corte de café a cambio de una paga semanal que oscila entre los 15 y 30 dólares, según la cantidad de grano que logren recolectar, y aprenden los oficios domésticos.

A los 11 muchas ya son madres, sin haber llegado siquiera al tercer grado de educación primaria.

Sus padres les impiden culminar la educación básica escolar de seis años, pues consideran que con aprender a escribir su nombre y leer un par de sílabas es suficiente para su "educación formal".

Los lencas son del criterio que los únicos que pueden culminar su educación primaria y secundaria son los hombres, sobre quienes recaen todos los privilegios que otorga esa etnia, ya que se dice que serán ellos quienes llevarán a su pueblo por un mejor destino.

Muchos lencas, especialmente las mujeres, "hipotecan" sus salarios de la colecta de café (los más elevados que perciben) a cambio de unos centavos que les permitan sobrevivir en "los tiempos malos", cuando no hay trabajao.

Con sus latas en el hombro donde depositan el grano, y la sonrisa que les produce tener algo en qué trabajar, las mujeres y niñas lencas esperan los carros que las llevarán a las fincas.

Al atardecer regresan a sus casas a continuar las labores domésticas. A falta de carne, huevos o pollo, optan por comer semillas secas de ayote (calabaza) y tortillas hechas a base de harina de maíz.

Luz Maribel López tiene 10 años y sueña con culminar su educación primaria. "Quiero leer muchos libros, saber cosas y aprender lo que dicen las letras", dijo sonriendo a IPS.

"Quiero aprender a hablar bien y tener una muñeca con quien jugar. Mis papás dicen que la escuela es importante, pero este año no la pude terminar porque tuve que ayudar a mi mamá a atender la casa y cuidar mis seis hermanos", agregó. Luz ha cursado apenas el segundo grado de educación básica.

Un grupo de maestras y maestros voluntarios decidió en diciembre pasado impulsar un proyecto destinado a obtener becas para estas niñas, a fin de que puedan culminar su educación primaria.

Denominado "Becas para Niñas Lencas hacia el Tercer Milenio", el proyecto intenta ayudar a disminuir los índices de deserción escolar en la zona, así como garantizar a los padres las herramientas básicas que requieren las chicas para culminar sus estudios.

Vilma Osorio Rishmawy, una de las maestras impulsoras del plan, dijo que por ahora cuentan con 10 becas, cedidas por el Club Rotario Internacional y que consisten en 100 dólares anuales, que cubren un año básico de educación.

"La idea es solicitar apoyo internacional para extender las becas a más niñas, a quienes la vida les ha negado el derecho humano de saber y aprender a vivir, bajo un mínimo de educación que impida que sigan siendo niñas-madres como hasta ahora", apuntó.

En la aldea "La Victoria", en Marcala, la profesora Alba Daysi Zelaya dedica la mayor parte de su tiempo a escalar montañas para convencer a los padres lencas de que permitan culminar la escuela a sus hijas.

"La mayoría de las niñas son muy inteligentes y me da pesar que se pierdan y queden ignorantes", comentó.

Las 10 becas han sido concedidas a chicas sumamente pobres, como Fátima Bautista, cuya madre, Margarita, a sus 23 años ya tiene cuatro hijos, carece de vivienda y subsiste lavando y planchando ropa.

Fátima vive con sus hermanos en un miserable cuartucho donde por solidaridad les ha dado albergue una amiga de su madre. Dice que desea estudiar para ser "alguien importante" y no correr la suerte de su mamá. "Yo no quiero ser como ella", dijo tímidamente.

Los lencas son una de las siete principales etnias de Honduras. Suman unas 100.000 personas, ubicadas en los departamentos de La Paz, en la región central, y Lempira e Intibucá, en occidente, así como en pequeñas comunidades en el sur y norte del país.

Sus viviendas, hechas a base de bahareque, una mezcla de tierra con bambú, carecen de condiciones mínimas.

En un cuarto de unos 20 metros cuadrados, tienen cama y cocina. Los techos son a base de teja o de nylon. En su cama, hecha de tablas amarradas a postes afincados en la tierra, duermen hasta ocho personas, y en las noches, el frío de las montañas se cuela por las rendijas y son frecuentes las enfermedades respiratorias. (FIN/IPS/tm/dg/pr/98

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