El argumento del último éxito de Hollywood, "Wag the Dog", resulta un tanto incómodo para el presidente Bill Clinton en estos días.
En la película, los acosados colaboradores del presidente de Estados Unidos distraen la atención pública de un escándalo sexual mediante una guerra con Albania.
El tono cínico de Wag the Dog es aplicable a una crisis real, desatada por el enfrentamiento entre Iraq y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el equipo de inspección de armas y agravada por el escándalo acerca de una supuesta relación extramarital de Clinton.
La sola mención a una situación similar a la de la película coloca a los diplomáticos de Washington a la defensiva.
Cuando un periodista interrogó al embajador estadounidense ante la ONU, Bill Richardson, sobre si un ataque a Iraq podría ocurrir de un modo análogo a la ficticia invasión a Albania, le respondió enojado que la pregunta ni siquiera merecía un comentario.
Funcionarios de Washington sostuvieron que a Clinton ya se le acabó la paciencia con Iraq -que reiteradamente impidió a los inspectores de armas de la ONU visitar "sitios presidenciales y soberanos"- y que el mandatario ya decidió planear una respuesta militar.
El secretario de Defensa, William Cohen, considera una gira por el Golfo a comienzos de febrero para analizar la posibilidad de una respuesta militar, que cada vez cobra más peso, informó este martes el portavoz del Pentágono, Kenneth Bacon.
Mientras, la secretaria de Estado Madeleine Albright inició consultas con aliados y miembros del Consejo de Seguridad sobre la alternativa militar, pero Washington insiste en que no precisa permiso para hacer uso de la fuerza.
Según trascendió, Richardson, Albright y otros altos funcionarios darían a Bagdad una última oportunidad la próxima semana para que otorgue pleno acceso a la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM), que supervisa la destrucción de las armas no convencionales de Iraq, dispuesta tras la guerra del Golfo.
Sin embargo, el comienzo del feriado musulmán de Eid-ul-Azha hará seguramente que la campaña por el ataque militar a instalaciones claves iraquíes comience con toda su fuerza hacia el fin de semana.
Para entonces, el escándalo sexual que rodea a Clinton estará en plena ebullición, ya que está previsto que la ex becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, de 24 años de edad, brinde testimonio ante un tribunal sobre la naturaleza de su relación con el presidente.
Lewinsky, en una cinta grabada en secreto por una ex compañera de trabajo este mes, habría afirmado que mantuvo una relación sexual con Clinton en 1995, y que éste y su cercano colaborador Vernon Jordan le pidieron que la negara.
De hecho, los medios de comunicación informaron que Lewinsky negó haber mantenido relaciones sexuales con Clinton. La joven firmó una declaración jurada preparada para un juicio separado de acoso sexual que Paula Jones entabló contra el presidente.
Clinton negó haber mantenido relaciones sexuales con Lewinsky y haberle pedido a ésta que mintiera. El abogado de Lewinsky se encuentra negociando con el fiscal Kenneth Starr sobre los términos de la inmunidad de su defendida si ella brinda nuevo testimonio sobre su relación con el presidente.
El escándalo relegó a un segundo plano el enfrentamiento con Iraq, para el aparente deleite del presidente iraquí Saddam Hussein.
El gobierno iraquí declaró el fin de semana que Washington prepara un ataque en su contra para distraer al público estadounidense de los problemas personales de Clinton.
Funcionarios de Estados Unidos negaron que Iraq y el escándalo Lewinsky tengan efectos mutuos. El portavoz del Departamento de Estado, James Rubin, afirmó que las acusaciones no tienen "consecuencias" sobre la política hacia Bagdad.
Pero algunos diplomáticos de Occidente reconocen en privado que las cosas no son tan sencillas. "No podemos olvidar que, si se inicia el ataque contra Iraq, el escándalo Lewinsky saldría de las primeras páginas de la prensa estadounidense por unos días", sostuvo un representante extranjero.
Esa posibilidad hizo que los países que ya se oponen a las medidas militares contra Iraq, sobre todo Rusia y China, se muestren más cautelosos.
"Las opciones que incluyen el uso de la fuerza (contra Iraq) son inaceptables y contraproducentes", declaró el lunes la cancillería rusa, el mismo día que el vicecanciller Viktor Posuvalyuk -ex embajador ante Iraq- fue enviado a Bagdad para hallar una solución negociada a la crisis.
Sergey Lavrov, embajador de Rusia ante la ONU, añadió que un informe de la UNSCOM referido a la obstrucción iraquí también incluyó algunas novedades, levemente optimistas, sobre "cierto avance en cuestiones como la inspección de sitios delicados".
Como resultado, continuó Lavrov, la ONU debe atenerse a la "necesidad de depender por completo de las soluciones diplomáticas y ser paciente".
En la actualidad, Iraq se niega a conceder el acceso a siete sitios "presidenciales" pero prometió permitir el ingreso a otras zonas "sensibles", informó el presidente de la UNSCOM, Richard Butler.
El embajador chino Qin Huasun coincidió con Lavrov y recomendó tener paciencia. El representante instó al Consejo de Seguridad de la ONU a no tomar medidas que profundicen la crisis hasta que los expertos técnicos se reúnan en Bagdad en febrero para evaluar la destrucción por Iraq de sus misiles y armas biológicas.
"Todo juicio anticipado de los resultados (de las reuniones técnicas) es irresponsable y debe evitarse para que los expertos realicen una evaluación objetiva", advirtió Qin. Toda solución al enfrentamiento debería tomar en cuenta la "dignidad de Iraq y su legítima preocupación sobre su seguridad", añadió.
Otras naciones, sin embargo, parecen aumentar gradualmente su apoyo a Washington a medida que se agrava el enfrentamiento.
Francia, que antes se oponía a las medidas militares contra Iraq, estaría lista para reconocer que Bagdad se encuentra en "infracción real" de las resoluciones del Consejo de Seguridad, un paso que ayudaría a justificar un ataque de Estados Unidos.
El embajador británico John Weston advirtió la semana pasada que la credibilidad del Consejo estará en juego si la ONU no responde en breve a la obstrucción de la labor de sus inspectores y la posibilidad de que Iraq oculte armas biológicas.
Gran Bretaña envió fuerzas al Golfo que podrían unirse a soldados estadounidenses ante la eventualidad de un ataque.
La paradoja es que Washington, después de meses de trabajo para conseguir el apoyo de sus aliados a sus objetivos en Iraq, finalmente obtiene el ansiado respaldo en un momento en que las intenciones del gobierno de Clinton se ponen en duda.
Un ataque contra Iraq en este momento, estiman algunos funcionarios, podría ser malinterpretado, sin importar la forma en que Washington defienda su actitud.
"No hay duda de que un ataque contra Saddam Hussein sería popular en Estados Unidos", declaró un funcionario ruso al diario The New York Times. (FIN/IPS/tra-en/fh/mk/ml-aq/ip/98