Las Fuerzas Armadas argentinas se han ido subordinando al poder civil. Pero la reivindiciación de la dictadura por el marino Alfredo Astiz muestra la imposibilidad de adecuación de los militares represores a la convivencia democrática.
La instituciones castrenses, remozadas menos por conciencia que por necesidad de sobrevivir, quedaron esta vez distanciadas de los dichos de uno de sus miembros más conspicuos, considerado hasta hace dos años por la cúpula de la Armada como un militar con "condiciones morales y profesionales" para ser ascendido.
Aquellos dichos causaron disgusto en Francia, donde la justicia condenó a Astiz a reclusión perpetua por el asesinato de monjas. El caso estuvo al borde de derivar en una crisis diplomática hasta que el presidente Carlos Menem ordenó el retiro anticipado de Astiz, a los 40 años.
Ahora Astiz dice que aunque él se mueve mejor en el "caos", "cree" en la democracia y acepta que las Fuerzas Armadas sean democráticas también, pero advierte que se siente "acorralado" y amenaza con una sublevación.
En un intento por despegar a la Marina de los dichos brutales del capitán retirado, el ministro de Defensa Jorge Domínguez declaró esta semana que "no hay ninguna vinculación entre el pensamiento retrógado del pasado y lo que hoy piensan quienes conducen las instituciones castrenses".
Las Fuerzas Armadas, que fueron replegándose tras la última sublevación en 1990 debido a la voluntad de reprimir sus intentonas y al más sigiloso estrangulamiento presupuestario, hicieron su autocrítica por la represión ilegal en 1995.
Los ex comandantes del régimen (1976-83), indultados por Menem en 1990, suelen guardar silencio, con la única excepción del almirante Emilio Massera -antiguo mandante de Astiz- sospechado ahora de ser quien empujó al marino retirado a hacer su reciente aparición pública.
Pero ahora Astiz asegura que la Marina le enseñó a obedecer órdenes sin preguntar. Que cada día le decían a quién debía salir a buscar "vivo o muerto" y que a pesar de considerarse "un bruto" lo mejor que hizo en su vida fue ingresar a la Armada.
"Un milico (militar) mata por amor a la patria, por machismo, por orgullo y por obediencia. Si todo eso no está bien alto, entonces no se puede salir a hacer el trabajo", explicó.
Impotentes, los legisladores estudian dos alternativas para neutralizar los efectos de la impunidad. Un proyecto para derogar las leyes de amnistía que dejaron libres de proceso a más de 1.000 militares, y otro para castigar penalmente a los ex represores que hagan apología de sus delitos.
Menem ya anticipó que vetaría la primera iniciativa en caso de prosperar y prefirió en cambio que se degrade a Astiz. El presidente había resistido ante el gobierno de Francia que pedía su retiro, pero luego cedió.
Solo, sin trabajo, amnistiado por sus delitos pero rechazado cuando aparece en público, Astiz sacudió este mes a la sociedad argentina con su cinismo para admitir el horror. "No fueron 10.000 sino apenas 6.500", dijo para referirse a las víctimas. Luego admitió que "los limpiaron (mataron) a todos".
Los registros posteriores a la dictadura recogen información sobre más de 10.000 desaparecidos, pero los organismos humanitarios aseguran que se trata de 30.000 personas.
La principal actividad de Astiz hasta el martes 13, además de intentar pasar desapercibido, era cobrar cada mes su retiro. Ahora, desfila por los tribunales ante un coro de insultos de los familiares de las víctimas.
Ese martes, ante la periodista Gabriela Cerruti, Astiz admitió por primera vez haber torturado y asesinado y confesó ser "la persona mejor preparada del país para matar a un político o a un periodista".
Aseguró además que la Armada lo preparó "para matar, destruir, poner bombas e infiltrarse", una confesión que pone en apuros a la institución que, a regañadientes, ya había hecho en 1995 una autocrítica por la represión ilegal, forzada por las revelaciones del marino Adolfo Scilingo.
En ese punto, las confesiones de Astiz se parecen a las de Scilingo, quien admitió haber participado en los operativos de la Armada para arrojar al mar a prisioneros ilegales. Ahora Scilingo está en España,adonde declaró en un juicio por la desaparición de ciudadanos españoles en su país.
Scilingo admitió estar arrepentido pero se transformó en un enemigo de la Marina. Una de las grandes decepciones de Scilingo ocurrió cuando lo marginaron por confesar ante sus superiores problemas de conciencia por haber participado en los llamados "vuelos de la muerte".
Centenas de personas secuestradas fueron arrojadas al mar vivas desde aviones por personal de la Marina.
La segunda desilusión fue cuando los ex comandantes -incluido Massera-, aceptaron el indulto presidencial.
Pero Astiz -que considera a Scilingo un traidor- no se arrepiente.
Tanto se regodea con sus delitos que la justicia, maniatada por las leyes de amnistía, ordenó que se le realice un examen psiquitárico para determinar su perfil psicológico, coeficiente intelectual y facultades mentales.
Las revelaciones de Astiz provocaron una ola de repudios y querellas.
La periodista Cerruti relató que Astiz le pedía seguir hablando tras dos horas de "catarsis". Luego, la reportera declar ante el juez que no grabó, pero Astiz ya había ratificado el contenido del diálogo.
El juez Claudio Bonadeo, que lo citaría a declarar esta semana, tiene l menos 10 denuncias acumuladas en su contra. De todas, la que cuenta con mayor posibilidad de prosperar es la de "ataque al orden constitucional".
Astiz confió que un grupo de camaradas le pide que encabece una sublevación.
Por violaciones a los derechos humanos la única causa que puede ponerlo tras las rejas es la que iniciarán las Abuelas de Plaza de Mayo en febrero por sustracción de menores.
Astiz admitió que los militares robaban niños durante el cautiverio de sus padres y ese delito no está incluido en las leyes de punto final y obediencia debida que lo amnistiaron en 1987.
Mientras sigue purgando su arresto de 60 días, Astiz declaró ante un tribunal milita, y ante dos juzgados federales que lo convocaron para que diga lo que sabe sobre la desaparición de dos periodistas a los que se refirió en el reportaje del semanario "trespuntos".
Sus declaraciones no aportaron datos sobre el paradero final de los periodistas y sólo aumentaron el horror de los familiares, como cuando se le preguntó por sus veladas amenazas a políticos y periodistas, a los que se jactó de estar preparado para matar.
"De un disparo en la cabeza muere igual un abogado que un médico. Si se mata a una hormiga o a un elefante, se lo hace de diferente manera pero mueren igual. En otras palabras, lo que quiero decir es que una persona se muere por causas independientes a su actividad o grupo de trabajo", explicó ante jueces, abogados y familiares de las víctimas.
Astiz estuvo preso nueve meses en 1987 por el secuestro y asesinato de dos religiosas francesas y tres madres de desaparecidos.
También fue procesado por el asesinato de la joven sueca Dagmar Hagelin. Pero las leyes de amnistía lo liberaron. No obstante, en Francia fue condenado a reclusión perpetua, por lo que no puede salir del país sin ser detenido por Interpol.
"Ese juicio es una imbecilidad", dijo Astiz a la periodista. La acusación fue rechazada el jueves por la embajada de Francia, que fue la que presionó para conseguir el retiro anticipado de Astiz en 1996. (FIN/IPS/mv/dg/ip-hd/98)