No importa cómo la llamen, Ochún o Virgen de la Caridad del Cobre, la "Cachita" de la mayoría de los cubanos es una mulata bella y sonriente, diosa del amor y protectora de la familia, cuyo santuario está en Santiago de Cuba, al oriente de la isla.
Hasta los más incrédulos han pensado alguna vez viajar hasta ese lugar que guarda la imagen más venerada del país y que, cumpliendo un viejo anhelo de creyentes y no creyentes, coronó este sábado el papa Juan Pablo II.
Allí, en la que se conoce como "La Capilla de los Milagros", se sintetiza, según el padre José Conrado Rodríguez, "la memoria colectiva de una historia difícil, recogida en los sencillos y humildes testimonios de la fe".
En el recinto, siempre en penumbras, se guardan medallas, charreteras militares, reliquias de quienes en el siglo pasado lucharon contra el ejército colonialista español, diplomas universitarios, cartas y fotos de balsas encontradas sin ocupantes en las aguas que separan a Cuba de Estados Unidos.
"Es sólo cuestión de idioma, padre. Ochún es Virgen de la Caridad en la lengua de mis antepasados y Yemayá es Virgen de Regla. Cuestión de idioma, padre, nada más que eso", dijo una vez una anciana mestiza al vicario de La Habana, Carlos Manuel de Céspedes.
Sin embargo, el propio Céspedes reconoce que el fenómeno que se vive en Cuba va mucho más allá de una simple traducción idiomática y tiene origen en un fuerte sincretismo cultural y, consecuentemente, religioso.
El "sincretismo está presente todavía y, probablemente, de manera creciente, en todo el continente, sea con las carácterísticas propias de la sincretización con lo indígena, sea con las propias de la sincretización con lo africano", advierte el sacerdote.
La sincronía religiosa surgió en Cuba, como en Haití y Brasil, con la llegada de los esclavos africanos, que identificaron sus "orishas" o santos con las imágenes de los altares católicos.
Mientras, en países de abundante población indígena, como Bolivia, México, Perú y toda América Central, la sincronía se produce entre los los dioses indígenas y los santos propios del cristianismo que llegó con los colonizadores.
Así, en la isla se identificó a la Virgen de la Caridad del Cobre con Ochún, dueña de las aguas de los ríos, del amor, del oro, del coral y del ámbar, a la que se atribuyen poderes para la seguridad familiar y para solucionar conflictos amorosos y eróticos e, incluso, disfunciones sexuales.
A ella, los creyentes y los que aseguran no serlo pero, como se dice en la isla, "piensan en Dios cuando truena", le piden tanto protección en los momentos difíciles como retener a una pareja infiel o, incluso, quitársela a otra persona.
Según la leyenda más difundida, la imagen mulata fue encontrada en 1608 flotando en las aguas de la nororiental bahía de Nipe por dos indígenas y un niño esclavo negro, que tenían la encomienda de cruzar la rada en canoa para buscar sal.
La virgen fue llevada al poblado de El Cobre, en las afueras de Santiago de Cuba, a 971 kilómetros de La Habana, y consagrada el 8 de septiembre de 1916 a peditición de los veteranos de las guerras de independiencia.
En 1936, el papa Pío XI declaró la coronación de la Virgen de la Caridad del Cobre y, en 1977, Paulo VI consagró como Basílica Menor el Santuario Nacional del Cobre, donde se guarda la imagen.
"Como la Virgen de Guadalupe para el pueblo de México, la Virgen de la Caridad del Cobre representa para Cuba un símbolo de la soberanía nacional", explicó el intelectual y periodista católico Juan Emilio Friguls.
Cuentan los historiadores que Antonio Maceo, una de las figuras claves de la independencia cubana, llevaba siempre en su camiseta una medalla de la Virgen. Al final de la guerra con España, en 1898, se ofició en el santuario una "Misa por Cuba LIbre", considerada el primer acto público de la libertad.
El 8 de septiembre de 1957, el sacerdote Guillermo Sardiñas, comandante del ejército rebelde que dirigía el hoy presidente Fidel Castro, ofició una misa en las elevaciones cercanas al Cobre con la asistencia de guerrilleros vestidos de verde olivo que lucían en el pecho medallas de la Virgen.
Más de 5.000 personas acuden cada año a El Cobre para las festividades del 8 de septiembre y otras concurren en distintas ocasiones. De acuerdo con el despertar religioso registrado esta década, la tendencia es de aumento.
Una investigación del Departamento de Estudios Sociorreligiosos de Cuba cita el testimonio de un párroco que asegura que en este país, "los católicos con formación doctrinal católica son pocos, pues la masa de los fieles sólo rezan a la Virgen, a los santos, y conmemoran los días significativos del santoral católico".
Las festividades católicas más importantes en la isla son, por orden, la de San Lázaro, la de Babalú-Ayé en los cultos afrocubanos, La Caridad (Ochún), La Virgen de Regla (Yemayá), la Virgen de la Merced (Obatalá) y Santa Bárbara (Changó).
"La sociedad cubana de fines de este siglo vuelve a ser, o sigue siendo, como en el pasado, básicamente religiosa. Pero no sería exacto decir que sea una sociedad católica" (ni predominantemente católica), advirtió el investigador Aurelio Alonso, que define la religiosidad en la isla como "mestiza".
La jerarquía católica asegura que el número de niños que asisten al catecismo creció 500 por ciento, el de los bautizados, confirmados o casados por la iglesia, 250 por ciento, y que 70 por ciento de las personas que mueren en La Habana reciben responso cristiano.
Los estudios sociales indican que 85 por ciento de la población cubana es creyente, pero que la gran mayoría se encuadra en una religiosidad popular con elementos sincréticos, y sólo 14,2 por ciento presentan un nivel alto de elaboración religiosa, sea católica, afrocubana o protestante.
Si "en los inicios hubo solamente un sincretismo de las 'formas' externas", ahora se puede hablar de "una sincretización de los contenidos religiosos y éticos", observó Céspedes. (FIN/IPS/da/ff/cr/98