En 1984 hubo 64 millones de espectadores de cine en Argentina y la cantidad cayó a 17 millones 10 años después.
Pero el problema no es del cine: los miércoles, cuando la entrada cuesta la mitad, las salas reciben una verdadera invasión en todos los horarios y para todos los filmes.
El resultado de la rebaja de la entrada, que normalmente cuesta siete dólares, pone de manifiesto que existe un mercado insatisfecho que está lejos de conformarse con un día de cine por semana, pero no está dispuesto a pagar un precio más alto que los de Estados Unidos o Europa por el mismo espectáculo.
Este problema fue detectado por algunas cadenas de Estados Unidos, Australia y Francia que, de la mano del negocio de los hipermercados, están inaugurando en Argentina complejos de hasta 15 salas.
Estos complejos ofrecen al público una entrada más económica todos los días, asientos más confortables, mejor sonido y permiso para comer en la sala lo que compren afuera.
Las propias distribuidoras como Walt Disney salieron a la ofensiva, proyectando sus películas por sólo cuatro dólares, una oferta que atrajo gran cantidad de público de las zonas aledañas al centro de Buenos Aires.
Una vez aquí, los paseantes gastarán seguramente en golosinas, bebidas y comidas, y luego comprarán "merchandising" del filme.
Sólo así, vendiendo otros productos (hamburguesas, bebidas, palomitas de maíz, dulces o juguetes y recuerdos de la película) el negocio se volverá tan redituable como para justificar la rebaja de la entrada y una inversión que se estima será de 400 millones de dólares en los próximos dos años.
Los pronósticos que indicaban que con el video y la televisión por cable, el público dejaría de ir al cine, parecen desmentidos en la realidad a medida que los empresarios tientan a los espectadores con una mayor satisfacción de sus deseos: pasar un rato agradable y cómodo y sentirse "dentro" de la ficción.
Los sistemas de sonido digital, que reproducen el silbido de las balas, los golpes de puño o los pasos misteriosos de un desconocido que parece estar entrando a la sala, son celebrados por el público, que no siempre prefiere ver el mismo espectáculo en su videocasetera.
Según las estadísticas del Instituto Nacional de Cinematografía, en los años 80 había en Argentina casi mil salas de proyección, y los fueron entonces 64 millones, cuando la población total era de 27 millones.
En Estados Unidos y Europa, la cantidad de público era cuatro veces el total de la población, y lo mismo ocurría en Nueva Zelanda y Australia.
Sin embargo, en lugar de aumentar el público hasta los índices que registran esos países, el número de salas de cine disminuyó en Argentina, y también el de cinéfilos, un hecho que puede atribuirse principalmente al encarecimiento de las entradas.
Las salas, que eran casi mil en los 80, se redujeron a 342 en 1991. En algunas ciudades del interior, el cine desapareció como alternativa de entretenimiento y cultura.
Una pareja con dos niños debe gastar hoy 28 dólares en entradas de cine, más 25 en hamburguesas, papas fritas y gaseosas, si piden todos el menu de oferta.
El costo de la salida, sin contar viajes o el estacionamiento del automóvil, ronda los 60 dólares, y probablemente los niños vuelvan frustrados, pues el presupuesto no alcanzó para helados.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos indica que una familia de cuatro personas necesita como mínimo 1.600 dólares mensuales para su subsistencia. Ochenta dólares se destinan a entretenimientos. Una salida al cine puede ser entonces el único paseo en 30 días.
El fenómeno de público en los cines está asociado a una tradición cultural fuerte. En los dos últimos años se estrenaron 65 películas de producción nacional, y muchas de ellas obtuvieron galardones en el extranjero.
Desde 1994, cuando la estabilidad económica comenzó a consolidarse, los espectadores volvieron al cine. De 17 millones de espectadores se pasó entonces a 19, 21 y 22 millones en los años siguientes. Pero para que vuelva el público de los 80, el cine debe reducir sus costos o diversificar la oferta.
En paralelo, también comenzó a incrementarse el número de salas, hasta llegar a 598 en 1997.
El resurgimiento del cine llegó con las cadenas National Amusements, Village Roadshow y Force Corporation, que invierten cuantiosas sumas en complejos de salas de costos reducidos: un operador y el mismo personal para todas.
Para los próximos dos años se espera una inversión de 400 millones de dólares en 300 nuevas salas. El total casi igualará entonces las casi mil de los años 80 y todavía habrá espacio para atraer más público.
En principio, los inversores se conforman con elevar la cifra de espectadores a 40 millones al finalizar el milenio. (FIN/IPS/mv/ff/cr/98