ARGENTINA: Delitos violentos traen desvelo e inseguridad

La seguridad es el problema que más preocupa, después del desempleo, a los habitantes de Argentina, que viven presos del pánico de ser asaltados e incluso asesinados por los atacantes.

La violencia aumenta. Solo en Buenos Aires, la capital del país, la mitad de los hogares descansa con un arma en la mesa de noche.

Cada día es más frecuente ser víctima de un asalto a punta de pistola en un restaurante, en un taxi, caminando, viajando en bicicleta o en el momento de entrar o salir de casa, cuando los delincuentes aprovechan para ingresar a la vivienda y saquearla dejando heridos, y en algunos casos también muertos, a su paso.

"El problema ahora ya no es que roben, sino que te maten", decía este mes una vecina de un "ex barrio tranquilo" de Buenos Aires, Villa Urquiza. Dos personas habían muerto en ese barrio la semana anterior en sendos intentos de robo, en la puerta de sus casas.

Muy atrás quedaron los tiempos en que los vecinos salían a la puerta con un banco a la puesta del sol, y cada vez son más furtivas las salidas a barrer la vereda, que hasta hace poco era un momento en el que los vecinos, escoba en mano, aprovechaban para intercambiar novedades.

Ahora, salir a dejar la bolsa de residuos o a despedir a un familiar, dejar un segundo la puerta abierta mientras se vuelve por un olvido o salir a recibir correspondencia reja de por medio pueden ser los últimos actos de la vida de infortunados vecinos de la capital y sus ciudades satélites en los últimos meses.

Para los que no fueron atacados, las costumbres van cambiando. Los padres se resisten a dejar que sus hijos menores salgan a andar en bicicleta por temor a que los golpeen para quitárselas. Pero muchos menores que van a pie también son agredidos para que entreguen sus camperas, relojes o zapatillas.

Propietarios de negocios de la capital y sus alrededores se cansaron ya de contar el número de veces en que les rompieron las vidrieras de noche para robarles mercadería o les forzaron los candados, o las veces que, con el local abierto, ingresaron delincuentes armados para llevarse el efectivo de la caja.

La ola de asaltos violentos aumentó el año pasado y llegó al clímax en diciembre, cuando comenzó la reestructuración de la policía de la provincia de Buenos Aires, la más cuestionada por las constantes denuncias de corrupción.

La reforma de la policía bonaerense comenzó el 22 de diciembre, cuando se nombró a un civil a la cabeza.

La reestructuración prevé disolver las brigadas, descentralizar la fuerza, aumentar el número de efectivos callejeros y reducir las custodias en puntos fijos, reemplazandolas por efectivos de empresas de seguridad privadas.

Numerosos comisarios y militares retirados se han dedicado en los últimos años al negocio de las agencias privadas de seguridad, contratadas fundamentalmente en las afueras de Buenos Aires, en bancos, discotecas o comercios de joyas o artículos de lujo.

Ultimamente, también los correos que entregan tarjetas de crédito lo hacen acompañados de custodios privados. Una mujer contó a IPS que cuando recibió al cartero que le traía la tarjeta y se acercó hasta la reja para que firme, vio a un hombre oculto tras un árbol en la vereda.

"No se preocupe señora. Es mi custodio", la tranquilizó el cartero.

Los robos con violencia aumentaron sin pausa en los últimos cinco años. Las víctimas fatales de los delincuentes fueron 60 en 1997.

Asi se reproduce el círculo vicioso. Cuanto más agresivos son los asaltantes, más se arman las potenciales víctimas por temor al ataque. Al saber que las víctimas están armadas, los delincuentes también se apuran a disparar. Es una interminable espiral de violencia.

La seguridad ocupaba el séptimo lugar entre las preocupaciones de los argentinos hace apenas siete meses, en junio, según una encuesta del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría. Ese mismo asunto saltó al segundo lugar en diciembre.

El temor a ser víctima de un ataque no sólo obligó a muchos vecinos a recurrir a costosos sistemas de alarmas y cámaras de video, sino también a rejas, barrios cerrados, custodios privados y, por supuesto, armas de fuego.

En Villa Urquiza, una vecina que fue testigo de la muerte a balazos de una mujer que se despedía de su hija la noche de fin de año contó que ella misma suele disparar al aire con su arma cuando escucha que alguien intenta entrar a su patio por los techos.

De acuerdo con el Registro Nacional de Armas, entre 1996 y 1997 el número de unidades registradas pasó de 1,46 millones a 1,66.

A esa cantidad se deben sumar otras dos millones que circulan en el mercado negro, según datos del Ministerio del Interior confirmados por el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

El informe realizado por el Ministerio indica que sólo en Buenos Aires la mitad de los hogares guardan un arma. Cada vez es más frecuente escuchar disparos nocturnos en los barrios de casas o ser protagonista de un asalto en un restaurante, tanto al mediodía como a la noche.

La abogada Olga Puente explicó que la criminalidad actual se caracteriza por un aumento de la violencia. "El objetivo no es sólo apropiarse de algún bien, sino descargar sentimientos hostiles", dijo.

Solo así se explica el crimen de un niño de ocho años, sentado junto a su padre en el automóvil. Cuando el padre y el hijo ingresaron a su garage, dos delincuentes armados intentaron robar el auto, y ante un amague de fuga del conductor, dispararon a la cabeza del niño y huyeron. (FIN/IPS/mv/mj/ip/97

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