El nuevo año verá a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), siempre dominada por su miembro más rico, Estados Unidos, en abierta oposición a la pretensión de Washington de determinar el futuro del foro mundial y a la vez incumplir con su deuda.
Además, según diplomáticos de la ONU, el año 1998 será testigo de una reducción de la influencia y la credibilidad de Estados Unidos en la organización mundial, que está al borde de la quiebra debido principalmente a la falta de pago de los aportes atrasados de Washington, que ascienden a 1.300 millones de dólares.
"Si uno no paga sus deudas, no tiene derecho a imponer condiciones. No se puede tener todo a la vez", manifestó un diplomático de un país en desarrollo.
Al final de 1997, la ONU es acreedora de 2.200 millones de dólares, incluida la deuda de Estados Unidos. Sólo 99 de los 185 países miembros pagaron plenamente sus aportes correspondientes a este año.
Sin embargo, Estados Unidos continúa ejerciendo su peso político sobre los delegados de naciones industrializadas y en desarrollo mientras reniega de sus compromisos financieros con el foro mundial.
Los 132 países en desarrollo del Grupo de los 77 y los 15 miembros de la Unión Europea condenaron individual y colectivamente a Washington por retener sus aportes a la ONU debido a motivaciones políticas.
El bloque europeo sugirió la aplicación de sanciones a los países que no paguen plenamente sus aportes, a tiempo y sin condiciones.
Si las sanciones propuestas fueran aplicadas, Estados Unidos, que tiene el mayor número de contratos con la ONU, sería excluido de toda licitación futura.
Mientras, en una sesión de la Asamblea General este mes, Washington emitió el único voto negativo sobre varias resoluciones que fueron apoyadas por una abrumadora mayoría, entre ellas algunas sobre sanciones unilaterales, la cuestión palestina y desarrollo humano sustentable.
Así mismo, Estados Unidos quedó sin ningún aliado cuando la ONU votó una resolución urgiendo a la comunidad internacional a eliminar "el uso de sanciones económicas unilaterales contra países en desarrollo". Incluso Israel, que generalmente vota junto con Washington, se abstuvo esta vez.
"Diplomáticos estadounidenses y funcionarios del Departamento de Estado sostienen que nunca existió una época peor para representar a Estados Unidos ante la ONU, ya que el resentimiento contra el gobierno, que antes se disimulaba, ahora se expresa abiertamente", comentó el periódico The New York Times.
"El enojo de nuestros más fuertes aliados (en la ONU) contra nosotros es palpable", expresó el embajador William van den Heuvel, presidente del Consejo de Embajadores Estadounidenses.
Van den Heuvel opinó que, aunque el Congreso de mayoría republicana adopte una dura posición con respecto a la ONU, la Casa Blanca debería fortalecer su defensa de la organización mundial.
En cambio, señaló, el embajador estadounidense Bill Richardson amenaza con represalias al Comité de Administración y Presupuesto de las Naciones Unidas a menos que los aportes de Washington sean reducidos de 25 a 20 por ciento.
"Esa no es forma de hablar para un embajador de Estados Unidos ante la ONU. Esa es la forma de hablar de Jesse Helms", el presidente ultraconservador del Comité de Relaciones Exteriores del Senado y el más duro crítico de la ONU, dijo Van den Heuvel.
El último intento de la administración del presidente Bill Clinton por pagar gran parte de las contribuciones atrasadas a la ONU fue frustrado en el Congreso porque estaba vinculado a una ley contra el aborto.
Alvin Adams, presidente de la Asociación Estadounidense de la ONU, con sede en Nueva York, lamentó que "una cuestión ajena" haya influido en el cumplimiento de las obligaciones ante el foro mundial por parte de "un país que inspiró y jugó un papel tan importante en su fundación". (FIN/IPS/tra-en/td/ml/ip/97
