El mercado de trabajo en Brasil sufre un deterioro estructural que aumentará en los próximos meses, debido a las medidas gubernamentales adoptadas para contrarrestar los efectos negativos de la crisis asiática.
La cantidad de desempleados llegará en 1998 a 2,5 millones de personas, según estima el economista Marcio Pochmann, director del Centro de Estudios Sindicales y de Economía del Trabajo (CESIT) de la Universidad de Campinas, a cien kilómetros de Sao Paulo.
La "desestructuración" del mercado laboral comprende el aumento del desempleo, la disminución de la cantidad de asalariados y la extensión del trabajo precario, dijo Pochmann.
En 1980, dos tercios de los trabajadores ocupados en Brasil eran asalariados, pero ahora sólo llegan a 55 por ciento, según estudios del CESIT.
Las predicciones de los especialistas indican que este índice se reducirá aún más a causa de los despidos masivos estimados para el primer semestre de 1998, a raíz de la caída de la actividad económica.
La fuga de capitales extranjeros de Brasil sumó unos 10.000 millones de dólares tras la crisis de la Bolsa de Hong Kong ocurrida a fines de octubre de este año.
El gobierno reaccionó duplicando las tasas primarias de interés, que alcanzaron 43,4 por ciento al año, e imponiendo un esfuerzo fiscal de 18.000 millones de dólares para 1998.
Las medidas desataron una ola de despidos que producirá un incremento de tres a cuatro puntos porcentuales del desempleo, lo que hará que se ubique en los próximos meses muy cerca de 10 por ciento, previó Pochmann.
El ministro de Trabajo, Paulo Paiva, admitió que habrá un nuevo brote de despidos a principios de 1998, aunque calificó como una exageración las previsiones que apuntan a un índice de siete por ciento.
Pero el secretario provincial del Trabajo de Sao Paulo, Walter Barelli, teme que el desempleo alcance niveles sin precedentes ya en enero próximo, si prosigue la crisis internacional, lo que impediría que el gobierno reduzca las tasas de interés.
Barelli sostiene que este índice puede llegar en todo el país a 22 por ciento, tomando las previsiones de un organismo del gobierno paulista, cuyos estudios registraron en noviembre una tasa de desempleo de 16,6 por ciento en Sao Paulo, contra 5,7 por ciento informado por el gobierno central de Brasil.
Pero los cambios en la estructura del mercado laboral no se deben sólo a movimientos recesivos en la economía. En 1996 el crecimiento económico se situó en 2,9 por ciento, pero 1,6 millones de trabajadores perdieron su ocupación, la mayoría en el área rural, recordó el investigador.
El Ministerio de Agricultura estima que tres millones de personas perdieron sus puestos de trabajo sólo en su sector entre 1989 y 1993, por la reducción del área sembrada.
La vuelta a los niveles históricos de producción, registrada entre 1994 y 1996, sólo reocuperó un millón de trabajadores. En 1996, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, 1,5 millones de personas quedaron desocupadas, sin que por ello se redujera la producción.
Pese a que los datos son poco precisos debido al proceso de tercerización de servicios, antes incluidos en la actividad, se estima que la industria redujo en un tercio la mano de obra empleada en lo que va de esta década.
Este contingente de trabajadores pasó al mercado informal, haciendo labores por cuenta propia o aceptando empleos ilegales, sin registro ni derechos sociales, en lo que se denomina precarización del trabajo.
Esa "estrategia de sobrevivencia" ya no exige el empleo regular de una sociedad capitalista, observó Pochmann.
Una de las medidas que el gobierno ha impulsado en el Congreso para enfrentar esta realidad es el contrato de trabajo temporal que, a juicio de este experto, difícilmente generará nuevos empleos y sólo aumentaría los precarios.
El empleo temporal pretende reducir costos de producción, un reclamo de los empresarios para ganar competitividad internacional.
Pero una reducción de 40 por ciento de las cargas sociales sólo abaratará los productos en 1,7 por ciento, porque los salarios pesan muy poco en los costos de producción, argumentó Pochamann.
España, un ejemplo apuntado por los defensores de la medida, ya está revisando la flexibilización laboral que había adoptado y vuelve a establecer reglas en favor de la estabilidad en el empleo, añadió el economista.
En Brasil, pese a que existe una legislación con numerosas restricciones, 30 a 40 por ciento de los trabajadores regularmente contratados cambian de empleo cada año, una de las tasas de rotación laboral más altas del mundo.
Por tanto, los empleos ya son temporales, salvo en el sector público, donde también la estabilidad está amenazada por la reforma administrativa que propone el Poder Ejecutivo, que sólo depende de la aprobación en el Senado, lo que se prevé ocurra en enero. (FIN/IPS/mo/dam-ag/if/97