La "guerra de los satélites" librada durante varios años entre México y los cinco países de la Comunidad Andina llegó a su fin mediante un acuedo de cooperación tejido en las postrimerías de 1997.
La señal de los satélites mexicanos Solidaridad I y II, y Morelos, podrá llegar sin cortapisas a Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
A cambio, los socios andinos recibirán colaboración de México para desarrollar su propio sistema satelital, el Simón Bolívar.
La empresa multinacional andina Andesat comercializará con exclusividad la señal satelital mexicana, dispondrá de alquiler y traspondedores (segmentos de satélite) a precios preferenciales, y podrá iniciar operaciones de inmediato utilizando toda la infraestructura mexicana.
Los Estados andinos podrán en lo inmediato acceder a los programas de educación a distancia y al intercambio cultural, económico y tecnológico que está asociado a la red mexicana, además de apoyo para cuando desarrolle su propio satélite.
A cambio, la Comunidad Andina levantó el veto que mantuvo sobre la señal mexicana y abandonó la querella por el uso del espacio orbital 109 Oeste, que durante años consideró como propio e "invadido" por México.
"Los mexicanos se fueron adelante. Para los andinos era muy difícil seguir luchando con su satélite de papel", comentó a IPS, bajo anonimato, un ex gestor del proyecto Simón Bolívar.
Tener su propio satélite es un sueño acariciado por los andinos desde hace dos décadas.
A fines de los años 80 cobró forma como proyecto "Cóndor", pero cayó en un letargo en medio de la crisis financiera que asoló a la región y resucitó como "Simón Bolívar" ya en los 90.
Los primeros tanteos lo ubicaron como un proyecto de los Estados, pronto abandonado al progresar la privatización de las empresas de telecomunicaciones en la subregión, y en 1996 definitivamente se entregó a una EMA (Empresa multinacional andina) conformada por unos 40 inversionistas.
Sus estudios han estimado una inversión necesaria de 300 millones de dólares, calculando que puede facturar al año entre 120 y 150 millones de dólares, con ganancias anuales de 40 o 45 millones, lo que justificaría lanzar un artfacto con una vida útil en el espacio de unos 12 años.
El camino planteado ahora es ganar en experiencia técnica, de manejo y comercialización para cuando Andesat esté en condiciones de encargar, disparar, colocar y comenzar a operar su propio satélite, un proceso que demora al menos dos años.
El Simón Bolívar debiera ser un satélite híbrido (bandas C y KU), con capacidad para 50 traspondedores y uso en telefonía, televisión, VSAT y otros servicios de negocios, tanto pra usuarios andinos como de países cercanos.
La experiencia de la "guerra satelital" con México debería servir a los gobiernos y Andesat para acelerar su búsqueda y arriesgar capitales, destacó a IPS un funcionario del Consejo de Telecomunicaciones de Venezuela. "Lo peor que se puede hacer es dormir sobre los laureles".
Aunque México y los andinos concurrieron en 1989 a la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) con sus proyectos (Solidaridad pidió la posición 109.2 Oeste y Simón Bolívar presentó su proyecto para las 103, 106 y 109), los sudamericanos hubieran podido adelantarse a los del norte.
La UIT cumplió con su papel efectuando el primer trámite, la "publicación anticipada", en mayo de 1990 para el Simón Bolívar, posición 109, y en julio de 1991 hizo otro tanto para el Solidaridad-I, posición 109.2.
Tras esa "publicación", los interesados deben proceder a la coordinación, lo que no pudieron efectuar mexicanos y andinos, que entraron en conflicto. México colocó el satélite en órbita en noviembre de 1993 y apenas en 1994 los andinos relanzaron su proyecto, en tanto vetaban la señal del Solidaridad.
Las discusiones implicaban aspectos económicos y comerciales pero también jurídicos, pues las normas de la UIT son referenciales y el organismo es más un depositante que un árbitro, y además técnicas.
Entre éstas destacaba, y serán un obstáculo a remover por el satélite andino, la saturación del espacio para satélites sobre el cielo de América del Norte: entre las órbitas 103 y 123 hay más de 30 satélites de Estados Unidos, tres de México y cuatro de Canadá.
Para colocar su Solidaridad-I, México debió coordinarse con sus vecinos norteamericanos, lo que implicó desplazar o reubicar 12 satélites: los dos mexicanos, tres estadounidenses y siete canadienses.
El acuerdo México-andinos, firmado en cada capital de la Comunidad durante el último bimestre, contempla cooperación mexicana para encontrar una posición orbital adecuada para el Simón Bolívar, y coordinarla con los "vecinos espaciales".
Para el embajador mexicano en Caracas Jesús Puente Leyva, gestor del acuerdo que puso fin a una paralizante batalla en el éter, el pacto "amplía el entorno de la cooperación regional y cumple con mandatos del Grupo de Río y del Grupo de los Tres (Colombia, México y Venezuela)".
"Es un acuerdo histórico" para toda América Latina, sentenció el diplomático. (FIN/IPS/jz/dg/if-cr/97