Una Marcha Global contra el Trabajo Infantil se realizará en el primer semestre de 1998 en todos los continentes para impulsar la lucha mundial en favor de los derechos de la niñez a la escuela y al juego.
La primera caravana partirá de Filipinas en enero y cruzará Asia rumbo a Ginebra, donde está la sede de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En febrero comenzará en Brasil la Marcha Sudamericana, que se juntará a los grupos de las América Central y del Norte, antes de pasar a Europa. En Africa, el inicio será en marzo, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
Esas caravanas convergirán en Ginebra el 5 de junio para reclamar una "convención internacional más rigurosa" e "intransigente" para combatir la explotación del trabajo infantil, explicó Lelio Bentis, el brasileño que coordina la marcha en América del Sur.
La convocatoria reunirá, según las previsiones, a unas 300 personas, entre ellas cien niños y niñas, que manifestarán la indignación ante la existencia aún de 250 millones de menores de 15 años obligados a trabajar en el mundo.
La fecha para la manifestación final en Ginebra fue elegida para que coincidiera con la reunión tripartita de OIT entre gobiernos, representantes empresariales y trabajadores.
En el camino, la marcha puede incorporarse a las celebraciones del Primero de Mayo para destacar el problema de los niños trabajadores.
Eso ocurrirá en Estados Unidos, donde convergirán las caravanas Américas del Sur, Central y del Norte, informó Luiz Gonzaga de Araujo, asesor de la Confederación Nacional de los Trabajadores en la Agricultura, activa participante de la campaña en Brasil.
En la marcha participan unas 10.000 organizaciones no gubernamentales, sindicatos y centrales sindicales de 85 países ricos, como Estados Unidos y Alemania, y entre los más pobres de Africa y Asia, destacó Bentis.
La preocupación principal, por lo menos en Brasil, segn el activista, es eliminar pronto "las formas extremas y más envilecedoras del trabajo infantil", como la cosecha de sisal (una fibra vegetal de hojas cortantes que suelen cegar o provocar amputaciones de miembros a los trabajadores).
También se incluyó el corte de caña de azúcar, la cosecha de naranjas y la producción de carbón vegetal, y "cualquier trabajo que impida frecuentar la escuela y por ende el desarrollo intelectual y moral de los niños", así como riesgos para la salud, agregó.
Bentis es procurador del Ministerio de Trabajo, un órgano judicial, pero aclaró que su actividad a favor de los niños es personal, en su condición de consejero de la Fundación Abrinq, creada por empresarios de la industria de juguetes para defender los derechos de la niñez.
El movimiento brasileño de lucha contra el trabajo infantil estimó que el problema afecta aún a 4,5 millones de niños de entre cinco y 14 años, un dato de 1995 que hace de Brasil el que más sufre el problema en América Latina, donde el total de estos trabajadores precoces alcanza 17 millones, según la OIT.
Las estadísticas oficiales, sin embargo, apuntan una reducción de 900.000 niños en esa situación en los últimos años hasta alcanzar 3,1 millones. Eso habrá ocurrido principalmente en la agricultura, debido a la mecanización y mayor productividad en ese sector.
La campaña en Brasil "camina bien" e involucra a más de 40 instituciones, entre centrales sindicales, iglesias, organizaciones no gubernamentales y organizaciones empresariales.
El país es "un ejemplo de movilización social, pues pasó de la condena formal a la activa" contra el trabajo infantil, según Bentis.
Pero esa es una cuestión de responsabilidad mundial, en una economía internacionalizada, con empresas que buscan mano de obra más barata en países pobres lejanos, añadió.
El comercio internacional podrá contribuir para solucionar el problema mediante la adopción del "sello social", documento que certificaría que un producto procede de firmas que no sacrifican niños. Es mejor que imponer restricciones al llamado "dumping social", que podría encubrir proteccionismos.
El sello, tal como los certificados de calidad, "tiene una perspectiva positiva, de estímulo" a que los consumidores se preocupen "no solo por el producto, sino también por quién lo hizo", defendi Bentis. (FIN/IPS/mo/mj/lb pr hd/97