Las inscripciones en las paredes del Sonagachi, una de las grandes "zonas rojas" de India, en la ciudad de Calcuta, revelan que las prostitutas se unieron para reclamar dignidad. "El trabajo sexual es trabajo real. Exigimos derechos", dicen.
La prostitución en este país está en una zona de penumbras, tanto en lo legal como en lo social. Toda ciudad y todo poblado tiene burdeles, pero no existen normas que protejan a las trabajadoras.
"No hay leyes específicas sobre prostitución", dijo Amina Banerjee, presidenta del Comité de Integración Femenina creado hace poco por las prostitutas de Calcuta.
"La única ley es la de Supresión de Tráficos Ilegales, que apenas regula el ingreso de muchachas nuevas a la profesión. Pero esta actividad no es legal ni ilegal", agregó.
El ofrecimiento de servicios sexuales es ilegal en India, lo que deja a las prostitutas en una situación de vulnerabilidad a extorsiones o abusos violentos de policías que exigen sobornos para dejarlas trabajar o de proxenetas que controlan la actividad.
La Ley de Suprisión de Tráficos Ilegales no interrumpió la corriente de mujeres y niñas pobres que acaban en los burdeles. De hecho, el tráfico de mujeres a través de las fronteras es una actividad lucrativa en el sur de Asia.
Los burdeles en grandes ciudades de India y Pakistán están atestados de mujeres y niñas de pueblos de Nepal y Bangladesh.
Este tráfico se alimenta de la pobreza y la ignorancia. Engañadas con la promesa de un empleo seguro, mujeres y niñas son conducidas a través de las porosas fronteras a burdeles de los que no hay escapatoria.
En la mayoría de los casos, sus padres analfabetos no pueden pagar la dote para sus matrimonios y creen que estarán mejor en cualquier otra parte que en sus hogares.
En Nepal, por ejemplo, adolescentes de hogares empobrecidos son recogidas por proxenetas poblados vecinos y conocidos por sus familias, que les ofrecen 100 dólares por año.
Las niñas son vendidas por los proxenetas a los burdeles por entre 300 o 600 dólares, e incluso más. La "madama" se hace responsable por la alimentación y la ropa de la muchacha, pero a cambio de un precio.
"Una vez que la joven entra a mi casa, le aclaro que hasta que no devuelva el dinero que he gastado para comprarla y mantenerla todos sus ingresos serán míos. Si recupero mi inversión, es libre de trabajar de forma independiente", dijo Banerjee, ella misma propietaria de un burdel.
Smarajit Jana, activista de Sonagachi, un proyecto sobre VIH y sida, dijo que las prostitutas ganan entre 30 centavos de dólar y cinco dólares por cada cliente. El precio es fijado por el propietario del burdel sobre la base del tiempo, la belleza y la edad de la trabajadora sexual.
Todo lo que las mujeres conservan es la "baksheesh" (propina) de clientes satisfechos y concedida a puertas cerradas, dijo Samera, prostituta en Sonagachi, un conglomerado de edificios de apartamentos pobrísimos en el centro de Calcuta frecuentados por trabajadores migrantes.
Pero el negocio no es muy rentable tampoco para los propietarios de los burdeles, según Jana. Ochenta por ciento de los ingresos se gasta en sobornos a policías, rufianes y gángsters y en alquileres.
"Las casas de Sonagachi se arriendan por día y a precios exhorbitantes. Una pequeña habitación cuesta dos dólares diarios. Si no se puede paar un día, el precio se duplica al día siguiente. No hay reglas", dijo Jana.
El Comité de Integración Femenina organizó una conferencia en Calcuta el mes pasado para revelar sus problemas y reclamar al gobierno que reconozca su carácter de trabajadores. Fue la primera reunión celebrada por prostitutas en la historia de India.
Trabajadoras sexuales de 49 organizaciones indias discutieron durante tres días la necesidad de normas y regulaciones. De todos modos, evitaron reclamar la legalización de la actividad.
"No queremos permiso para ejercer nuestra profesión. No queremos ser encasilladas como prostitutas. Lo que queremos es que acabe la extorsión", dijo Banerjee.
Jana reclamó protección legal para las trabajadoras sexuales para "terminar con el ingreso forzado a la prostitución, el tráfico de mujeres" y la explotación de niños y niñas. También asegurará mejores condiciones de trabajo y dará a las prostitutas el derecho "a decir 'no' a los excesos de policías y mafiosos".
"El asunto no es si la prostitución es legal o no. El asunto es que, guste o no, se trata de un negocio y debe haber reglas", dijo el activista Nandini Bandopadhyaya. (FIN/IPS/tra- en/sb/an/mj/hd pr/97