Las detenciones de inmigrantes en la frontera sur de España se incrementaron en más del doble en 1997 en relación con el año anterior.
Las aguas del Estrecho de Gibraltar, que separa las costas españolas de las marroquíes, son atravesadas por frágiles embarcaciones cargadas de inmigrantes sin visas de entrada y en búsqueda de trabajo en el continente europeo.
Cuando los inmigrantes no logran evadir la vigilancia policial y resultan arrestados, o "retenidos" según la terminología oficial, son devueltos a su país de origen.
Al finalizar el año los "retenidos" suman más de 17.000 personas, lo que denota un gran crecimiento en relación a 1996, cuando totalizaron 7.700. Aproximadamente 70 por ciento son marroquíes, el 20 argelinos y el resto de otros países.
La llegada irregular (que las autoridades califican de ilegal) de los inmigrantes, ocultos en dobles pisos de los camiones de carga o como polizones en los barcos, tiene una explicación económica.
En Europa los gobiernos cierran las fronteras, dejando apenas unas puertas entreabiertas para acoger asilados políticos o personas que realicen los trabajos que los europeos rechazan. Pero, siempre, con cuentagotas.
El delegado del gobierno en Andalucía (la región en la que está el Estrecho de Gibraltar), José Torres Hurtado, dijo que España hace el papel de gendarme del resto de Europa, al controlar el ingreso de inmigrantes por esa zona.
Los meses en los que se registra mayor tránsito de inmigrantes son los de julio, agosto y septiembre (verano europeo), cuando la gran afluencia de turistas hace más difícil el control policial.
Pero esos inmigrantes no siempre terminan presos o evadiendo el control policial, pues es frecuente que las embarcaciones se hundan. En 1997 murieron 28 personas y 37 desaparecieron en el mar.
El traslado es irregular. Por un lado existen "mafias" organizadas que cruzan a los inmigrantes previo pago de sumas que oscilan entre 800 y 2.000 dólares.
Pero en los últimos meses han comenzado a organizarse los inmigrantes, para cruzar por sí mismos. A esos efectos se asocian, compran una embarcación, un motor fuera de borda y alquilan los servicios de un patrón, según la organización no gubernamental Algeciras Acoge.
Salif Sow, actualmente con residencia legal y quien ingresó en lancha en 1992, apoya el trabajo de esa asociación.
Ahora, recuerda que cuando zarpó desde el puerto marroquí de Tánger las mafias cobraban alrededor de mil dólares por el viaje y época había más de 2.000 personas en listas de espera.
El tráfico no se detiene. El estrecho es peligroso, pero más peligrosa es la miseria, que impele a los más jóvenes a lanzarse desesperados a buscar trabajo en Europa.
Las asociaciones humanitarias exigen que sean tratados como personas, que no se los recluya en comisarías y que se amplíen los cupos para el ingreso legal.
Mientras, el gobierno reclama a Marruecos que controle sus costas para que no zarpen más expediciones clandestinas y el Defensor del Pueblo en Andalucía, José Chamizo, pide una nueva ley de inmigración, menos restrictiva que la actual. (FIN/IPS/td/dg/pr-hd/97)