/DERECHOS HUMANOS/: Infancia, blanco de las guerras actuales

La mecánica de la guerra cambió en los últimos años sin disminuir su perversidad: ahora las armas apuntan contra niños y niñas y contra las poblaciones civiles.

Unos dos millones de niños y niñas murieron en conflictos armados en el mundo desde 1987 y una cifra tres veces superior resultaron heridos o quedaron con discapacidades permanentes.

Una investigación encomendada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Informe Graca Machel, dio la alarma hace un año al constatar la situación de niños y niñas afectados por conflictos armados.

Machel, una experta originaria de Mozambique, recomendó proteger, entre otros, a los niños soldados, a los menores refugiados y desplazados internos, y a niños y niñas víctimas de explotación sexual y de violencia basada en el género.

El paso siguiente de la ONU fue la designación de un representante especial para el tema de la infancia y los conflictos armados, que recayó en el diplomático ugandés Olara Otunnu.

El experto, que asumió en octubre pasado, constató que los 26 conflictos armados que se libran actualmente en el mundo son guerras civiles porque se reducen al escenario de las fronteras nacionales.

En ninguno de ellos se respetan los instrumentos del derecho humanitario internacional, como las convenciones de Ginebra, de los Derechos del Niño y la que protege a los refugiados.

La ignorancia de las reglas de la guerra constituye una situación cualitativa nueva que ha cambiado la naturaleza y la forma de conducir las beligerancias, dijo Otunnu durante una visita a Ginebra a fines de noviembre.

Pero además de los tratados internacionales, el desconocimiento se extiende a los sistemas de valores compartidos por las comunidades.

En las sociedades rurales de Uganda, relató Otunnu, se sometía a escrutinio la justicia y la solidez de las reclamaciones antes de ir a la guerra.

Durante el conflicto, los ancianos imponían interdicciones para impedir daños a los niños, las mujeres, los depósitos de granos y las cosechas. El que violaba esos tabúes perdía la bendición de sus ancestros y aumentaba sus posibilidades de derrota.

Pero esos sistemas de valores, que se podían encontrar en otras sociedades y civlizaciones, se han derrumbado en muchas partes del mundo, refirió el diplomático.

Con la nueva dinámica de las guerras civiles, el verdadero blanco son las poblaciones civiles y, en especial, las mujeres, las niñas y los niños.

En la Primera Guerra Mundial (1914-1918), las bajas civiles sumaron cinco por ciento del total. La aparición de los bombardeos aéreos masivos elevó las víctimas civiles en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) a 48 por ciento del total.

Pero en los conflictos actuales, los caídos civiles ascienden a 90 por ciento de las pérdidas humanas, "lo que representa una regresión en términos de civilización", observó Otunnu.

El funcionario de la ONU citó las bajas entre la población infantil en las guerras de los últimos 10 años: más de dos millones de muertos, entre cuatro y cinco millones de discapacitados permanentes y más de 10 millones postrados psicológicamente por los conflictos.

El balance incluye también a un millón de niños y niñas separados de sus padres y a 250.000 menores de 18 años alistados a la fuerza como soldados en los conflictos actuales.

En el tema de abusos sexuales, en especial contra las niñas, Ottunnu recordó que sólo en Bosnia la Unión Europea estimó que más de 20.000 mujeres fueron violadas como parte deliberada de la guerra.

La comunidad internacional dictó normas para proteger a la infancia, como la Convención sobre Derechos del Niño, el pacto que más estados han ratificado en la historia.

Pero entre el nivel jurídico y la realidad de la aplicación existe un abismo que sólo puede cerrarse mediante la fuerza de la opinión pública, advirtió.

Otunnu reclamó que la opinión internacional, los gobiernos y la ONU proclamen que el tratamiento recibido por niños y niñas es un asunto que les concierne.

Una de sus propuestas incluye la interrupción de las relaciones entre las partes beligerantes y el resto de la sociedad internacional.

Las facciones en conflicto armado reciben apoyo de la comunidad internacional para asegurar el flujo de armas y de dinero y para obtener la legitimidad que les permite sentarse a la mesa de negociaciones, sostuvo.

Los bandos guerreros comercian en madera y minerales con compañías transnacionales y pretenden tener difusión en los medios de comunicación, dijo.

"Vamos a cortar esos vínculos para dejar en claro que se debe pagar un precio, que no se puede hacer negocios ni sentarse a la mesa de negociaciones si se da ese tratamiento a los niños", anticipó el diplomático.

La misión del funcionario será comprometer a los políticos a usar toda su influencia para respaldar los instrumentos jurídicos internacionales y para advertir a los beligerantes que no habrá tolerancia.

Otonnu intervendrá en los conflictos en curso para obtener seguridades de protección a las agencias humanitarias que trabajan con niños y niñas y con las poblaciones más vulnerables.

El tema de la infancia en los conflictos armados es demasiado importante para que permanezca como monopolio de la ONU, dijo.

Las entidades de la sociedad civil, como las organizaciones no gubernamentales humanitarias, deben compartir el programa aportando su experiencia en el terreno junto a las agencias de la ONU, destacó. (FIN/IPS/pc/dam/pr/97

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