La fiebre por el buen cine domina en estos días a los habitantes de la capital de Cuba, que olvidan sus problemas cotidianos y se sumergen en el maratón de imágenes que trae consigo el XIX Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.
Nada importa la crisis de los últimos años, las dificultades del transporte público, y que el salario no alcance muchas veces para garantizar las compras de los alimentos del mes, lo importante es ver cine, y si es mucho y bueno, mejor.
"Es algo imposible de reprimir. Vas de una sala a otra persiguiendo películas. Empiezas a las diez de la mañana y puedes teminar después de la medianoche", dice Alvaro Guzmán, médico que decidió pedir vacaciones para los días del Festival.
Como la mayoría de las personas que se agolpan a la entrada de los cines, Guzmán no tiene credencial sino que con semanas de antelación compró más de veinte entradas para varios cines al precio de dos pesos cubanos.
En Cuba el cambio oficial del peso con el dólar es uno a uno, pero en las casas de cambio se cotiza el dólar a 23 pesos. Guzmán cambio tres dólares y con sus 69 pesos piensa "ver todas las películas que pueda".
Alrededor de 30 salas, ubicadas en los más diferentes barrios de La Habana, acogen desde el lunes pasado hasta el viernes 12 la muestra en concurso de unas 330 obras en las categorías de ficción, documentales, video y animados.
Además de lo último de la producción en América Latina y de otras regiones sobre temas latinoamericanos, pueden verse muestras de lo mejor del cine español, francés, italiano, finlandés, inglés, noruego, japonés y del cine independiente de Estados Unidos.
Este año los cinéfilos cubanos tienen que seleccionar los cuatro o cinco filmes que el tiempo les permite ver en un día, de una cartelera que presenta 60 proyecciones diarias.
"Con la llegada del festival, cambia totalmente la rutina en esta ciudad. Se vive como en otro tiempo, en una especie de locura que no finaliza hasta la entrega de los premios", comenta Yanet Toirac, estudiante de comunicación de la Universidad de La Habana.
Toirac ha visto más de diez filmes desde que empezó el festival y coincide con la crítica especializada en señalar como de lo mejor que se ha visto hasta ahora las argentinas Martín (Hache), del director Adolfo Aristaraín, y Cenizas del Paraíso, de Marcelo Piñeiro.
Igual buena suerte está corriendo la mexicana Cilantro y Perejil, del realizador Rafael Montero, que acaba de ser galardonada con nueve estatuillas durante la entrega de los premios Aries de la Academia de Ciencias y Artes Conematográficos de México.
Para Toirac lo más importante del festival de La Habana es su carácter masivo que se convierte, asegura, en "un atractivo adicional para directores y actores que disfrutan la comunicación que se establece entre el público y las obras".
Qizás el que mejor ha descrito esa especie de "fanatismo" que sienten los habitantes de la isla por el cine fue el actor argentino Darío Grandinetti, que lo comparó con lo que muestran sus coterráneos por el fútbol.
Año tras año, siempre con la llegada del invierno, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano se convierte en el acontecimiento cultural más importante de este país caribeño que se extiende incluso fuera de La Habana, a ciudades consideradas como subsedes.
No son pocas las personas que piden licencia en sus trabajos para los primeros quince días de diciembre, otras viajan a La Habana desde provincias del interior e, incluso, un número considerable de seguidores de la telenovela brasileña de turno son capaces de dejar a un lado la televisión.
De acuerdo con Bohemia, revista quincenal que circula en toda Cuba, el pasado año el festival tuvo sólo en La Habana medio millón de espectadores, y más de tres millones contando las otras ocho subsedes fuera de la capital.
La isla, con unos 11 millones de habitantes, podría establecer un nuevo récord de asistencia a sus salas cinematográficas este año pues la muestra en mucho mayor que el año anterior y mucho más variada, según los organizadores del encuentro.
El crítico de cine Arsenio Cicero Sancristóbal opina que a diferencia de otros festivales de cine, el de La Habana está lejos de ser un "desfile de estrellas" y tiene su mayor virtud en el intercambio que se establece entre creadores de todas las latitudes. (FIN/IPS/da/jc/cr/97