Los sindicatos de metalúrgicos, tradicionalmente los más fuertes de Brasil, enfrentan esta semana una difícil disyuntiva entre mayor desempleo y reducción de salarios.
El dilema sin salida fue desatado el 28 de noviembre por la industria de autopartes, que propuso la reducción de 25 por ciento en los sueldos y en la jornada de trabajo de sus 193.000 empleados para evitar el despido de 5.000 a 8.000 de ellos.
Cuatro dias después la Volkswagen, que desde hace más de 40 años lidera la industria automovilística instalada en el país, anunció que sólo una disminución de 20 por ciento en los sueldos podrá evitar el despido de 10.000 de los 22.100 obreros de su planta principal, en Sao Bernardo do Campo, ciudad vecina a Sao Paulo.
Los sindicatos se dividieron. La Central Unica de Trabajadores (CUT), principal organización sindical del país, rechazó las propuestas con el respaldo de asambleas multitudinarias de obreros.
La Fuerza Sindical aceptó negociar, contraproponiendo que la rebaja salarial sea de nueve por ciento, mientras la reducción de la jornada semanal de trabajo estaría entre 20 y 25 por ciento. "Mejor perder el dedo que la mano", argumentó Paulo Pereira da Silva, presidente del Sindicato de Metalúrgicos de Sao Paulo.
El desempleo asumió un carácter aterrador con el alud de informaciones sobre planes de despidos masivos de varios sectores, incluso de comercio y servicios, que hasta ahora ofrecían refugio a los expulsados de la industria.
Hace dos semanas el Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos ya había divulgado que, por sus criterios, el índice de desempleo en el área metropolitana de Sao Paulo alcanzó 16,5 por ciento en octubre, un nivel cercano al argentino.
Sus sondeos indican que también se agotó la capacidad del sector informal de absorber desempleados, con la caída del total de trabajadores por cuenta propia o empleados sin registro, como las domésticas. El próximo año se anuncia cada día más sombrío.
El desempleo en Sao Paulo podría alcanzar 22 por ciento en 1998, según el propio secretario estadual de Trabajo, Walter Barelli. Llegaría a 20 por ciento en enero o febrero, corroboró Marcio Pochmann, investigador de la Universidad de Campinas, ubicada a cien kilómetros de Sao Paulo.
La Volkswagen y la industria de autopartes justificaron la necesidad de cortar gastos por la retracción del consumo provocada por las medidas del gobierno, que dobló las tasas primarias de interés y adoptó un duro ajuste fiscal para proteger la moneda nacional ante los efectos de la crisis financiera en Asia.
La verdad es que aprovechó el momento y el pretexto para promover un ajuste que se imponía hace tiempo, evaluaron expertos en economía industrial como Alexandre Comin, de la Universidad de Sao Paulo.
La industria automovilística brasileña vive un proceso de reestructuración desde el inicio de la década, con la apertura de un mercado antes totalmente protegido.
La planta de la Volkswagen en Sao Bernardo do Campo, símbolo del sector desde 1957, sufre un rezago tecnológico fatal ante la nueva competencia.
La italiana Fiat, instalada en Brasil hace 20 años, amenaza el liderazgo de la montadora alemana, ambas con cerca de 32 por ciento de la producción nacional.
La industria proveedora de componentes de vehículos ya se reestructuró en gran parte, con la adquisición de numerosas empresas por competidoras extranjeros en los últimos años.
La nueva ola de despidos era esperada, ante las crecientes exigencias de productividad.
Con una caída de casi 40 por ciento en las ventas de noviembre y de 10 por ciento previstas para el próximo año, como consecuencia de los reflejos de la crisis asiática, el ajuste se hizo inaplazable.
Pero el reto más crudo, sin embargo, se le presenta al sindicalismo. Las discrepancias entre las dos principales centrales sindicales del país confirman que no hay una salida "positiva".
"El empleo es el patrimonio más importante de los trabajadores hoy, hay que defenderlo aunque se deba renunciar temporalmente a parte del salario", argumentó el presidente de Fuerza Sindical, Luiz Antonio Medeiros.
Pero dirigentes de la CUT, como Luiz Vilarinho, presidente del Sindicato de Metalúrgicos del ABC (región que comprende varias ciudades, incluyendo Sao Bernardo do Campo), consideran que la reducción de salarios y del tiempo de trabajo agravará la recesión y el desempleo.
Menores salarios representan menos consumo y por ende menos producción, argumentó Vilarinho, olvidando que lo mismo genera la reducción de los puestos de trabajo.
Vilarinho y el presidente de la CUT, Vicente Paulo da Silva, reclaman la reactivación de la Cámara Sectorial, que reúne a sindicatos, empresas y gobierno, para acordar un plan de recuperación del sector automovilístico, de la producción y del empleo, tal como ocurrió en 1992.
El ministro de Hacienda, Pedro Malán, descartó la participación del gobierno en la búsqueda de soluciones.
El plan de 1992 se basaba en renuncias fiscales, inviables en un momento como el actual en que la economía exige justamente lo contrario, elevar la recaudación y reducir el gasto público. (FIN/IPS/mo/dg/if-pr-lb/97