"¿El Niño Dios es negro? ¿Por qué no? ¿Por qué no es negro? ¿Por qué? También es negro y también le gusta bailar". Zapateando descalzos, los niños de El Carmen, la aldea negra más famosa de Perú, compiten con los tambores y los violines en el homenaje navideño a la Virgen.
Desde las primeras horas de la mañana del 24 de diciembre, los niños bailan en las polvorientas calles de la ex hacienda algodonera que dio origen al pueblo, situado a 200 kilómetros al sur de Lima.
La cofradía compuesta de 40 hombres de siete a 60 años bailará en el atrio de la iglesia de El Carmen, después de la Misa del Gallo y hasta las seis de la mañana del día siguiente los 24 ritmos de la "Danza de los negritos".
Los festejos, con zapateos de competencia (contrapunto), duelos de "decimistas" (versos de pie forzado) y abundante vino, continuarán sin interrupción hasta el viernes 27, día de la Virgen del Carmen, patrona del pueblo considerado la capital del folclore negro peruano.
Las fiestas terminan el 6 de enero, con el "borra rastro", día en el que se queman los adornos de los pesebres de los nacimientos y las cadenetas de papel de colores que se tienden sobre las calles, se guardan las efigies del Niño Dios, la Virgen, San José y los pastores.
Desde hace varias décadas, cuando los blancos y mestizos de Lima descubrieron el rico folclore negro navideño de los pueblos y aldeas de Chincha, el lugar se convirtió en un polo de atracción turística de fin de año.
En 1970, un año después de la reforma agraria que repartió la tierra a los peones y convirtió las haciendas algodoneras en aldeas de campesinos, Ronaldo Campos de la Colina, patriarca de una de las familias negras más ilustres de Chincha, fue invitado a Lima a mostrar cómo era la Navidad de su pueblo.
Campos es compositor, violinista, maestro de bailarines de zapateo y director del grupo folclórico "Perú Negro", que en los próximos días exhibirá en Lima el espectáculo de la Navidad Negra, que llevó años atrás a Buenos Aires, México y a algunas capitales europeas.
En marzo, después de 15 años, Campos y la multitud de sobrinos que lo acompañan volverán a emprender una gira por Europa.
"Viajaremos a Italia, Francia, Suiza y España. Esperamos el mismo éxito que tuvimos hace algunos meses en el Festival de Costa Rica", comenta Ronaldo Campos.
"Ahora no llevaremos sólo folclore de Chincha sino también de otros lugares de la costa peruana, por ejemplo las cuadrillas de niños y adolescentes que cantan al Niño Dios en Huacho, en la costa norte", agrega.
"También escenificaremos los festejos navideños que se hacían en los callejones de Malambo, en Lima, donde los niños pedían caramelos bailando con una bolsita de encaje en la mano que los vecinos tenían que llenar si les gustaba el baile", explica,
Aunque lo más conocido internacionalmente del folclore de Perú es su raíz andina, en la cultura de la costa, la zona más poblada del país, el aporte negro fue fundamental.
Los negros llegaron a Perú, como al resto de América, en condición de esclavos y se instalaron en las áreas rurales de la costa o pasaron a formar parte de la legión de servidumbre doméstica de las grandes mansiones coloniales.
Adoptaron la religión católica, pero le incorporaron elementos de su raíz africana. Así surgió en Lima el culto al Señor de los Milagros (una efigie de Cristo atormentado y herido, pintado por un desconocido artista negro) y en los valles algodoneros una Navidad especial donde se venera al Niño Negro.
Mientras Campos y Amador Ballumbrosio, otro patriarca de ilustre familia de El Carmen, cultivan, mantienen y transmiten la pureza del folclore afroperuano, otros artistas negros enfrentan los desafíos del presente.
En los mismos días en que la Navidad Negra de Ronaldo Campos se exhiba en Lima, el concertista de guitarra Félix Casaverde estrenará su primer disco denominado "Adú", que en lenguaje negro quiere decir "amigo, camarada".
"Lo mío es un nefolclore, porque desciende de las vertientes que aprendí en mi infancia de las familias negras con las cuales la mía tuvo amistad, pero que ha incorporado aires e instrumentos nuevos que siguen dentro de la piel del ritmo negro", dice.
"En mi disco, además de la clásica guitarra y cajón, uso el teclado y la batería electrónica, pero no en demasía, y me acompañan cantantes conocidos y muy identificados con el purismo del folclore popular negro", advierte.
"No soy conservador. Amo y respeto las tradiciones pero hay que entender que en Lima se vive una transculturización, en la que intervienen y son asimilados aportes andinos, del rock y la salsa, de modo que el folclore, como creación popular, se está rehaciendo constantemente", sostiene Casaverde. (FIN/IPS/al/dam/dg/cr/97