ARGENTINA-MEXICO: El reto, recuperar el prestigio de la política

El triunfo de coaliciones de centroizquierda en Argentina y México marcó este año el principio del fin de dos gobiernos de partido hegemónico que aprobaron asignaturas económicas pero fueron aplazados en honestidad, transparencia y respeto de las instituciones democráticas.

La victoria de la alianza encabezada por el Partido Democrático Revolucionario en México a mediados de año representó un serio revés para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), además de permitir el ascenso de Cuauhtémoc Cárdenas como primer alcalde electo del Distrito Federal.

Un mes después, en Argentina se creaba la Alianza de oposición entre la Unión Cívica Radical y el Frente País Solidario. En 90 días, la nueva coalición se impuso en comicios legislativos al gobernante Partido Justicialista (peronista), que no perdía una elección desde hacía 10 años.

"La victoria de estas nuevas alianzas no significa que los partidos políticos tradicionales estén en crisis ni que hayan cambiado las formas de hacer política", dijo a IPS la abogada Delia Ferreira Rubio, experta en partidos políticos y asesora de la Unión Cívica Radical.

"Lo que hay es un cambio en las expectativas del electorado que estaba desencantado con la política y ahora asiste a un resurgimiento de dirigentes de mayor prestigio, una suerte de renovación ética de la política donde prima la honestidad y la transparencia", añadió.

En los últimos años, tanto en Argentina como en México, los partidos gobernantes se mostraron eficientes para impulsar la reforma económica neoliberal tras muchos años de inestabilidad, alta inflación e indisciplina fiscal que habían signado a la llamada "década perdida" de los años 80.

Pero a medida en que se fueron comprometiendo con un modelo económico alejado del populismo de otras épocas, también "fueron quedando identificados con la corrupción", remarcó la abogada, que directora del Centro de Estudios para Políticas Públicas.

La opinión de Ferreira coincide con la de otros expertos, como la socióloga Liliana de Riz, que asimila las gestiones del argentino Carlos Menem y el mexicano Ernesto Zedillo con un estilo de partido dominante que "se prolonga en el tiempo, al precio de la degradación institucional".

"Es prematuro formular pronósticos pero creo que la política se mundializó y el tiempo de las hegemonías se termina", vaticinó De Riz.

La socióloga advirtió además sobre los riesgos para la democracia de una oposición minoritaria, débil y carente de fuerza institucional para alterar el rumbo o constituirse en alternativa de gobierno. "Eso agiganta la brecha que separa a los ciudadanos de la política", dijo.

Por eso, consideró como una buena noticia que en Argentina y México surja una opción que termine con la sensación de que el partido más votado puede perpetuarse en el gobierno por décadas, aún cuando sea acusado de avasallar instituciones o esté sospechado de corrupción.

Según las encuestas, los partidos políticos, que son el vehículo de participación política tradicional, están entre las instituciones más desprestigiadas de Argentina, al mismo nivel que la policía y los sindicatos, otro canal de participación en crisis.

La encuesta realizada por Graciela Romer a mediados de este año señaló que mientras la prensa tiene 59 por ciento de opinión positiva, la escuela 54 y la Iglesia Católica 49, los partidos políticos arañan siete por ciento.

También el Congreso y el Poder Judicial están entre las instituciones desprestigiadas. El primero tenía en julio apenas 13 por ciento de opinión positiva (19 por ciento hace tres años) y la justicia 10 por ciento (11 por ciento en 1994).

En este sentido, los politólogos Vicente Palermo y Marcos Novaro, autores del libro "Política y Poder en el gobierno de Menem", sostienen que en América Latina hay una fuerte coincidencia entre reformas económicas estructurales y procesos de concentración de la autoridad en el Poder Ejecutivo.

Esa concentración de poder viene acompañada de discrecionalismo en la toma de decisiones y de exclusión de sectores sociales. Así se explica el desgaste en instituciones como el parlamento, que en Argentina fue ignorado reiteradamente por el gobierno.

A modo de ejemplo, Palermo y Novaron mencionan que Menem dictó 336 decretos de necesidad y urgencia durante su primer gobierno – en materia no sólo económica sino también de derechos humanos, civiles y políticos- frente a 10 de su antecesor, el radical Raúl Alfonsín (1983-89).

Del mismo modo, Menem apeló 38 veces a los vetos parciales de leyes que eran sancionadas con modificaciones respecto de las iniciativas originales del Poder Ejecutivo, frente a 12 de Alfonsín.

El ex ministro de Economía Domingo Cavallo, que timoneó el proceso de estabilización económica argentina, reconoció en 1994 que sin los decretos no se hubiera podido instrumentar más de 20 por ciento de la reforma económica.

Los dirigentes de las alianzas centroizquierdistas de Argentina y México admitieron reiteradamente que si llegan al gobierno no harán cambios sustanciales en el rumbo económico adoptado por los actuales gobernantes, un gesto que llevó tranquilidad a inversores y empresarios.

No obstante, advirtieron que impulsarán un reparto más equitativo de la riqueza, estimularán la creación de empleos y, fundamentalmente, dotarán a las instituciones democráticas de un renovado prestigio, para reconciliar a los ciudadanos con la política y participen no sólo el día de las elecciones. (FIN/IPS/mv/ag/ip/97

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