La renuncia del primer ministro de Tailandia, Chavalit Yongchaiyudh, no deja abierto un camino claro a la resolución de la peor crisis económica en la historia de Tailandia.
La caída de Chavalit, quien duró 11 meses en el poder desde diciembre de 1996, responde a la presión de dirigentes políticos y de la ciudadanía que no cesa de protestar tras la debacle financiera que comenzó en julio.
La decisión del gobernante, anunciada el lunes, fue recibida con alivio, pero también con incertidumbre porque deja pendiente el problema de la sucesión.
Chavalit anunció que presentará su renuncia formal este jueves ante el rey Bhumibol Adulyadej, luego de que el parlamento refrende seis decretos en materia financiera y tres leyes presentadas por el gobernante saliente.
"Es tiempo de dar a algún otro la oportunidad de gobernar el país", dijo.
El primer ministro afirmó que no sintió las presiones para renunciar, pero que decidió hacer todo lo posible para restaurar la normalidad económica. Sin embargo, analistas y empresarios consideran que sus gestiones fueron un completo fracaso.
La respuesta de la Bolsa de Bangkok y el mercado monetario a la renuncia fue muy positiva. El índice bursátil tailandés subió más de 30 puntos el martes. El baht, la moneda nacional, llegó a una cotización el lunes por la tarde de 38,9 por dólar, cuando había alcanzado 41,1 antes del anuncio.
Los tailandeses confían en que la partida de Chavalit derive en la adopción de un liderazgo político más fuerte para manejar mejor la crisis.
Sus posibles sucesores son tres ex primeros ministros, los generales Chatichai Choonhavan y Prem Tinsulanonda y Chuan Leekpai. Chavalit prefiere a Prem, pero consideraría a Chuan, líder del opositor Partido Demócrata, si el primero no accede.
La crisis ha sido atribuida por analistas a la práctica del clientelismo político aprovechado por los empresarios más poderosos.
El ex primer ministro Anand Panyarachun sostuvo que los vínculos demasiado estrechos entre políticos y empresarios debilitaron los cimientos del rápido crecimiento económico del que gozó Tailandia el último decenio.
La renuncia "es una buena señal, pero ahora se trata de asegurar la estabilidad política tan pronto como sea posible con una rápida designación del primer ministro y la conformación del nuevo gobierno", recomendó Pichearn Amnatvoraprasert, analista económico.
"Si eso sucede, será una señal positiva para la economía", agregó Pichearn.
Los tres candidatos tienen distintos estilos de liderazgo.
Prem, ex comandante del ejército que fue primer ministro durante la crisis económica de los años 80, prestará más atención a la estabilidad nacional que a mantener el rápido crecimiento.
Chatichai, quien recibió la jefatura de gobierno de manos de Prem a comienzos de década, fue quien implementó los cambios económicos que abrieron el período de bonanza.
Chuan se caracteriza por un estilo de gestión conservador. Se prevé que, si vuelve a ser primer ministro, intentará apelar al parlamento para tranquilizar las aguas y devolver al país a la senda de la estabilidad.
"Confío en que cualquiera que me suceda se comportará como lo hice yo", dijo Chavalit.
Pero los tailandeses están desencantados y quieren medidas claras y efectivas que ataquen los problemas desde la raíz.
La economía de Tailandia zozobra desde julio. El gobierno se vio entonces obligado a devaluar el baht en medio de ataques especulativos, consecuencia del nerviosismo que provocaron entre los inversores la excesiva deuda de las empresas, las bajas exportaciones y la debilidad del sector inmobiliario.
Desde entonces, los precios de los productos básicos se elevaron y hubo despidos masivos. Tailandia recibió un paquete de asistencia del Fondo Monetario Internacional y Japón consistente en 17.200 millones de dólares, que la obliga a implementar un programa de austeridad.
Así acabó un período de bonanza económica en el cual los tailandeses se volcaron a un consumo desmedido.
El programa del FMI obliga al gobierno a alcanzar un superávit fiscal de uno por ciento del producto interno bruto. Chavalit debió para ello elevar el impuesto al valor agregado de siete a diez por ciento y aumentar también los tributos al petróleo, lo que alentó protestas populares. (FIN/IPS/tra-en/pd/js/mj/ip if/97