Extremistas hutu en el noroeste de Ruanda incitan una vez más a la insurgencia armada con la distribución de literatura llamando a la población a levantarse contra la minoría tutsi y el gobierno, en lo que muchos consideran la semilla de un nuevo genocidio.
El material de propaganda comenzó a circular en el noroeste hace unos dos meses atrás, según fuerzas de seguridad en la región. Está firmado por el Partido para la Liberación de Ruanda (PALIR) y su ala armada, el Ejército para la Liberación de Ruanda (ALIR).
La mayoría está escrito en kinyarwanda, lengua vernácula de Ruanda, e invita a los hutus a "sumar fuerzas para ganar esta guerra".
Uno de los folletos de ALIR advierte a la población y los líderes tradicionales a no prohibir la literatura en sus áreas, diciendo que "Quien evite que otros tengan acceso a este mensaje encontrará su cabeza depositada en un cruce de caminos".
Según algunas organizaciones de derechos humanos en Ruanda, más de 2.500 personas fueron asesinadas en enfrentamientos entre el ejército y los insurgentes, o masacradas por las milicias.
Autoridades ruandesas acusan de la inseguridad a elementos de las ex fuerzas del gobierno (FAR) y las milicias Interahamwe que regresaron al país con la ola de refugiados del ex Zaire y Tanzania, tras la expulsión de Mobutu Sese Seko.
Los ataques armados comenzaron a principios de este año en partes de las provincias norteñas de Ruhengeri y Gisenyi, pero ahora se concentran en el sur y áreas del noreste de la provincia de Gisenyi, dijo a IPS el mayor Richard Sezibera.
Sezibera estima que hay más de 30.000 insurgentes hutus operando en el norte. Desde el ataque en agosto al campo de refugiados de Mudende, que albergó a tutsis congoleses, las matanzas de parte de las milicias escalaron, y también hay informaciones sobre más redadas en asentamientos tutsis.
A comienzos de este mes, hutus armados invadieron la prisión Giciye, en el sur de Gisenyi, y comandantes militares de la ciudad dijeron que más de 1.000 insurgentes participaron en el ataque, el cual duró dos días.
Durante la batalla, la prisión fue destruida, 88 prisioneros murieron y más de 90 lograron escapar. El ejército también informó haber matado a 200 milicianos que intentaban liberar a hutus.
Un activista de derechos humanos que no dio su nombre alertó que Ruanda podría estar al borde de la guerra civil generalizada una vez más, señalando el hecho de que la literatura de PALIR/ALIR está plantando las semillas de otro genocidio.
"Son los mismos cuyo programa no cambió desde 1994", cuando fueron masacrados casi un millón de ruandeses, en su mayoría tutsis, agregó el activista, y destacó que la misma estrategia de promover la insurgencia en países vecinos como Tanzania y el ex Zaire vuelve a ser utilizada.
Algunos miembros de la oposición hutu en el exilio declararon públicamente su apoyo a PALIR y su ala armada.
Seth Sendashonga, ex ministro del Interior basado en Nairobi, alabó recientemente a PALIR en los medios extranjeros, y dijo que el grupo armado controla el norte de Ruhengeri y los distritos del noroeste de Gisenyi, y partes de Kibuye, en el oeste.
Sendashonga, expulsado del gobierno ruandés en agosto de 1995, responsabilizó de la violencia al ejército gubernamental y calificó a los extremistas armados de "lideradores". (FIN/IPS/tra-en/jbk/lp/ip-hd/97