MEXICO: Otra revolución 87 años después

Hace 87 años, campesinos pobres, indígenas sin tierra y guerrilleros avezados iniciaron en México un proceso revolucionario que se enfrentó a grupos de poder respaldados por Estados Unidos, demandó justicia y reivindicó el papel de un Estado fuerte, centralizado y nacionalista.

Hoy, cuando el país vive una segunda revolución, "institucional y pacífica", según afirman los políticos, Washington es el aliado y el gobierno busca acotar cada vez más el tamaño y la influencia del Estado, mientras los descendientes de la "gesta libertaria" siguen pobres y marginados como antes.

Como sucede cada año el 20 de noviembre, este jueves los mexicanos realizan desfiles y organizan actos solemnes para celebrar el estallido de una revolución que finalizó en febrero de 1917, cuando se promulgó la Constitución que rige hasta ahora, aunque sólo 38 de sus 136 artículos conservan el texto original.

Mal armados, con escasa prepaparación militar y muchas veces bajo los efectos de la marihuana -droga legal en aquellos años-, las tropas revolucionarias comandadas por los míticos Pancho Villa y Emiliano Zapata derrocaron una dictadura, enfrentaron una invasión estadounidense y abrieron el camino a elecciones.

Con los comicios del 6 de julio, en los que por primera vez el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, se reivindicó la revolución, "la de la democracia, la ley y la división real de los poderes del Estado", sostiene la oposición.

El gobierno del presidente Ernesto Zedillo, que se proclama, al igual que la guerrilla del estado de Chiapas y el insurgente Ejército Popular Revolucionario, heredero de las banderas de Villa y Zapata, enfrenta como nunca antes en la historia de su partido, el PRI, una oposición con poder real.

Zedillo y su equipo negocian desde el día 11 en la Cámara el presupuesto fiscal para 1998 en medio de intensas discusiones sobre el modelo económico y la necesidad de una profunda reforma del Estado, que posiblemente incluya dictar una nueva Constitución.

Para la oposición de centroizquierda, reunida en el Partido de la Revolución Democrática, "la nueva revolución" que vive México apunta a derrotar al "neoliberalismo y al "autoritarismo" impuestos por el PRI, cuyos militantes gobiernan México desde hace siete décadas.

Para las actuales autoridades, graduadas en universidades como Yale, Harvard y Oxford, la transición política tiene como fin, en cambio, crear un escenario de confianza que permita abrir aún más la economía a los inversionistas foráneos, reducir el tamaño del Estado y tener éxito en el mundo globalizado.

"Es sorprendente (que la transformación política) haya sucedido tan rápido y tan bien. El desarrollo político y económico de México es muy interesante, impresionante y esperanzador", dijo la semana pasada el presidente de Estados Unidos Bill Clinton.

A diferencia de su antecesor William Taft (1909-13), que ayudó a los enemigos de los revolucionarios mexicanos, Clinton asegura que apoyará en todo lo que pueda para que la transformación de su vecino tenga éxito.

Los ideales de "sufragio efectivo y no reelección" que inspiraron el inicio del proceso revoluciario en 1910 apenas comienzan a cumplirse, mientras los de justicia social "permanecen aún profundamente alejados", opina Ezra Shabot, analista del diario Reforma.

Cifras oficiales indican que en el campo se concentra 75 por ciento de la pobreza extrema del país.

Fue en esa zona donde Villa y Zapata, entre otros, organizaron hace 87 años a los campesinos pobres y a los indígenas sin tierra para iniciar una cruenta guerra revolucionaria.

Hoy, Villa y Zapata, antes llamados bandoleros, son héroes tanto para la oposición de derecha como para los grupos guerrilleros, el gobierno y las organizaciones empresariales.

La fascinación por los dos personajes, cuyos descendientes permanecen en la mayoría de los casos en la pobreza, ha ido creciendo e internacionalizándose con los años.

Actualmente, Hollywood prepara una super producción sobre Zapata a cargo del director mexicano Alfonso Arau, quien para poder financiar la película, según reconoció, debió aceptar que el papel del revolucionario sea encarnado por el actor francés Vincent Perez. (FIN/IPS/dc/dg/ip-if/97)

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