Una lección que el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, quizá haya aprendido este mes con la crisis de Iraq es que la posición diplomática de Washington en Medio Oriente se debilitó peligrosamente.
Pese al retorno "incondicional" a Bagdad de los supervisores de armas de la ONU, incluyendo estadounidenses, para reanudar las inspecciones del arsenal militar iraquí, analistas políticos en Washington afirman que Estados Unidos debe repensar su políticas en la región con la meta de ganar mayor apoyo occidental y árabe.
Esta posición requeriría renovadas presiones sobre el presidente de Israel, Binyamin Netanyahu, cuya política contra el proceso de paz árabe-israelí durante los últimos 18 meses es considerada una de las causas principales de la debilidad de Washington en el Golfo.
Clinton parece reconocer que no hay tiempo que perder. En una ceremonia de honor al asesinado primer ministro israelí Yitzak Rabin, dijo el viernes que ambas partes en la crisis de Medio Oriente "deben asumir la necesidad de la urgencia".
El presidente de Estados Unidos, no obstante, también está bajo presión para revisar su política de contención contra Irán, cuya reintegración a la ecuación regional se celebrará el 9 de diciembre, cuando sea anfitrión de la Cumbre Islámica en Teherán.
La reunión, que reunirá a la mayoría de los líderes árabes, contrastará con la conferencia económica de Medio Oriente de la semana pasada en Doha, Qatar, auspiciada por Estados Unidos.
A pesar de intensas presiones, la mayoría de los países árabes, incluyendo los pilares de la política de la Casa Blanca en Medio Oriente Egipto y Arabia Saudita, no participaron.
Clinton no sólo debe lograr apoyo árabe para la política de su país en la región. Además, enfrenta un desafío para revitalizar el respaldo europeo.
Aunque el primer ministro británico, Tony Blair, brindó un sólido respaldo a Clinton durante la crisis, Francia se alineó con Moscú para presionar por una solución que incluyera un cronograma acelerado para levantar las sanciones contra Bagdad.
Los tres países tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Fue Rusia, y, en menor medida Francia, quienes mediaron para lograr el acuerdo que permitió a Clinton y el presidente iraquí Saddam Hussein hablar de victoria y evitar un enfrentamiento militar esta vez.
Como comentó un periodista árabe, "no creo que esto diga mucho de la fortaleza de la posición de Estados Unidos en la región, que tuvo que esperar a que (el canciller ruso Yevgeny) Primakov actuara como su propio canciller y (el presidente francés Jaques Chirac) como su asesor de seguridad nacional".
Estados Unidos chocó con Francia y Rusia por la imposición de nuevas sanciones de la ONU contra Iraq el mes pasado, lo cual sin duda estimuló a Saddam para provocar la última crisis, en la esperanza de que podría explotar las diferencias.
Las relaciones entre Washington, por un lado, y París y Moscú por el otro ya estaban tensas por la participación francesa y rusa en un acuerdo petrolero de dos millones de dólares firmado con Irán en septiembre, antes de la erupción de la crisis iraquí.
Clinton está bajo crecientes presiones de Israel en Washington para imponer duras sanciones contra compañías involucradas bajo una polémica ley aprobada por el Congreso el año pasado.
La Unión Europea (UE) criticó la ley y amenazó con enjuiciar a Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) si la ley se aplica a empresas europeas.
Hasta ahora Clinton evitó una decisión sobre el tema, insistiendo en que su gobierno aún estudia el acuerdo.
Mientras, Alemania y Francia enviaron sus enviados a Teherán la semana pasada en una medida que sugirió la reanudación de lazos más normales, o "los negocios usuales". Una vez más Washington quedó aislado.
Sin embargo, el gobierno no dio hasta ahora ninguna señal de estar revisando su política de contención de Irán.
Por el contrario, Washington pareció la semana pasada presionar más que nunca a los estados ricos en petróleo y gas de la cuenca del mar Caspio para que construyan en conjunto ductos que eviten pasar por Irán, la más directa y barata ruta al mar.
Tras la crisis iraquí, no obstante, la atención se centrará en el proceso de paz israelí-palestino. Analistas estadounidenses parecen convencidos de que hubo una relación directa entre la falta de respaldo árabe a Washington durante la crisis y la falta de avances en las negociaciones de paz.
"Iraq no puede ser visto en aislamiento", escribió en un artículo de prensa Graham Fuller, ex distinguido analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.
"En Israel, la política de línea dura de Benjamin Netanyahu atacó como un torpedo al proceso de paz, desatando reacciones negativas en la región", puntualizó.
"Una acción militar unilateral de Estados Unidos contra Saddam sería condenada por estados árabes que sienten la necesidad de solidaridad árabe ante la intransigencia de Netanyahu.
Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional del ex presidente Jimmy Carter, tiene un punto de vista similar. "La falta de habilidad o voluntad de Clinton para avanzar hacia el proceso de paz (…) nos privó del respaldo árabe que teníamos cuando Saddam invadió Kuwait (en 1991)", destacó.
Para encarar la situación, Clinton debe estar preparado para presionar más a Netanyahu si no cumple con los acuerdos de paz, según opinión de Brzezinski. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/lp/ip/97