Los empresarios de Malasia comenzaron a preocuparse por las consecuencias de declaraciones del primer ministro Mahathir Mohamad, consideradas antisemitas por 34 congresistas de Estados Unidos.
Mahathir se sintió, con seguridad, complacido cuando el parlamento de su país rechazó la semana pasada el reclamo de una disculpa o la renuncia que le plantearon legisladores estadounidenses.
Pero el empresariado teme que los acontecimientos deterioren del vínculo entre los dos países y frenen las futuras inversiones de Estados Unidos en Malasia.
Compañías como Seagate e Intel han invertido grandes sumas en zonas industriales malayas. Y, con el sacudón que supuso la última crisis monetaria, una caída en la inversión extranjera podría tener serias repercusiones.
De hecho, Malasia está embarcada en una búsqueda desesperada de fondos extranjeros para achicar la brecha de cinco por ciento entre sus ahorros y sus inversiones.
Eso, según algunos empresarios, será imposible si las relaciones entre Kuala Lumpur y Washington no mejoran pronto.
Treinta y cuatro legisladores estadounidenses impulsan en el Congreso un cuestionamiento formal a Mahathir luego que el primer ministro dijo en octubre que los judíos habían conspirado para bloquear el avance económico de los musulmanes en Asia.
El gobernante afirmó luego que sus declaraciones, efectuadas ante 10.000 personas reunidas en una localidad de fuerte tradición musulmana, fueron malinterpretadas por los periodistas internacionales, y aseguró que no es antisemita.
Mahathir había acusado en agosto al empresario húngaro- estadounidense George Soros de provocar con sus especulaciones la crisis de divisas que hoy sufre Asia. Soros es judío.
"En realidad, me he esforzado por demostrar que los judíos son tan normales como cualquier otra persona", afirmó Mahathir, quien recordó que su gobierno permitió el ingreso de un equipo israelí de criquet al país en abril a pesar de la presión de grupos musulmanes.
El Parlamento de Malasia se alineó con Mahathir al condenar la iniciativa planteada en el Congreso de Estados Unidos. Al mismo tiempo, manifestó su malestar por la intención del gobierno de Bill Clinton de investigar e imponer sanciones contra la compañía petrolera malaya Petronas.
La firma está involucrada en un consorcio de 2.000 millones de dólares con la francesa Total y la rusa Gazprom para desarrollar el campo de gas South Pars, en Irán. Washington mantiene malas relaciones con Teherán desde el derrocamiento del sha Reza Pahlevi y la instauración de un régimen islámico en 1979.
Estados Unidos cuenta con una ley que permite al gobierno imponer sanciones contra cualquier firma que invierta más de 20 millones de dólares al año en el sector energético de Irán y también de Libia.
Malasia afirma, en consonancia con la Unión Europea y otros numerosos gobiernos, que Estados Unidos no tiene derecho a dictaminar con quién deben o no mantener relaciones comerciales los restantes países.
"No cooperaremos con el equipo investigador de Estados Unidos", adelantó el viceprimer ministro malayo Anwar Ibrahim.
Una visita de William Ramsay, subsecretario de Estado (vicecanciller) a cargo de Energía, fue recibida con protestas populares en Kuala Lumpur la semana pasada.
Ramsay negó tener la intención de investigar a Petronas. "Vine aquí a explicar la ley estadounidense, que solo se aplica en Estados Unidos", aseguró. La norma procura castigar a países que respalden el terrorismo o traten de acumular armas de destrucción masiva, aseguró.
La visita se produjo una semana después de que la embajada de Estados Unidos en Malasia recibió un llamado de desconocidos que amenazaron matar a cuatro ciudadanos estadounidenses.
El embajador de Estados Unidos, John Mallot, aconsejó a su gobierno y al de Mahathir que pongan freno a esta competencia de declaraciones. "Acabemos con este emocionalismo", dijo, al tiempo que admitió que el pedido de renuncia planteado por los legisladores de su país a Mahathir era "inapropiado".
Las relaciones entre Malasia y Estados Unidos están en su punto más bajo desde la guerra del Golfo en 1991, cuando, según muchos observadores, el respaldo de Kuala Lumpur a la coalición militar encabezada por Washington contra Iraq fue muy ambigua.
En Malasia abundan las protestas contra la persistencia de las sanciones impuestas por la Organización de las Naciones Unidas contra Iraq a instancias de Estados Unidos. (FIN/IPS/tra- en/an/cb/js/mj/ip/97