La austeridad pasó a ser parte de la vida de la población de Indonesia tras la depreciación de la rupia y la crisis financiera de la región, mientras el FMI exige medidas de ajuste a cambio de un paquete de rescate.
En este país de 204 millones de personas, la gente se prepara de mal humor para un período de crecimiento económico mucho menor y una austeridad fiscal del tipo que la nación no ha visto durante décadas.
Los indonesios sienten en carne propia las consecuencias del descalabro económico tras la crisis monetaria y financiera iniciada en Tailandia en julio, destacó Erna Ermawati, invesitgador del centro de estudios sociales Akatiga en Bandung.
En Majalaya, distrito de Bandung, al menos 32 firmas textiles cerraron y despidieron a 1.150 trabajadores, mientras Edi Hidayat, presidente de las Cooperativas Textiles Majalaya, cree que las restantes 160 empresas del área correrán igual suerte.
"No veo la luz al final del túnel", dijo Hidayat, cuya fábrica de "sarong" o vestimenta típica pasó a operar con dos de sus 30 máquinas, y sólo un empleado.
Tras la caída de la rupia indonesia, pequeños productores y empresarios cargan el peso de costos de importaciones y materias primas, pero no pueden salir adelante porque el mercado se ha reducido.
Las tensiones también aumentan en el distrito Cibaduyut de Bandung, donde fabricantes familiares de zapatos están en quiebra, se acumula la producción y las fábricas, sin dinero, no pueden pagar sus deudas.
Unos 8.000 trabajadores han sido despedidos y hasta 13.000 residentes corren el riesgo de perder su empleo en los próximos meses.
Los economistas habían previsto un crecimiento de 8 por ciento anual, al igual que en las últimas dos décadas, pero ahora las estimaciones son cinco por ciento el año próximo.
Se espera que la inflación alcance una cifra de dos dígitos en 1998, a partir de cinco por ciento en el primer semestre de 1997. El desempleo quedará fuera de control, a medida que las empresas luchan por pagar deudas con una moneda cuyo valor cayó más de 30 por ciento a partir de junio.
La crisis de la moneda y sus efectos más amplios sobre la economía cortó el crecimiento de Indonesia en las últimas décadas, forzando al país a buscar la ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero esta ayuda, llegada a través de un paquete de más de 30.000 millones de dólares, viene con estrictas condiciones que fuerzan a Jakarta a ajustarse el cinturón.
Entre otras, debe tratar con una deuda pública y privada de 118.500 millones de dólares. El ministro de Finanzas, Mar'ie Muhammad, cree que este año el déficit fiscal alcanzará 2.640 millones de dólares, y el escenario sólo empeoró con la caída de la rupia.
Los pobres, ya ansiosos ante la creciente brecha entre ricos y pobres, sufrirán más las reducciones de los gastos. Aunque el ingreso por habitante es 1.000 dólares anuales, el economista de la Universidad de Indonesia Faisal Basri afirma que 80 por ciento de la gente gana menos de 250 dólares al año.
El FMI también pretende que el gobierno retire los subsidios en artículos sensibles a los que los indonesios están habituados, como alimentos, fertilizantes y combustible.
La medida puede tener sentido económico, pero el retiro de los subsidios es un paso social y políticamente difícil que podría acarrear problemas para el gobierno.
Los precios más altos será lo más doloroso, en un momento de creciente desempleo, alertan los economistas.
En Jakarta, las obras en construcción se detienen, como las primeras víctimas visibles de un mercado de propiedades en descenso y crecientes costos de materiales La industria de la construcción cayó 60 por ciento en la capital.
Las industrias orientadas a la exportación deberían beneficiarse de una rupia más débil, pero las fábricas tienen escaso acceso a los capitales, mientras Indonesia atraviesa una crisis de confianza de los inversores. Además, las tasas de interés infladas hacen imposibles los préstamos bancarios. (FIN/IPS/tra-en/ky/js/lp/if-dv/97