GUATEMALA: Barriletes gigantes para que "retornen" los muertos

Una de las ceremonias de mayor colorido dentro de las tradiciones populares de Guatemala son los barriletes gigantes que vuelan este mes en la pequeña población indígena kakchiquel de Santiago Sacatepéquez, el día de Todos los Santos y de Todos los Difuntos.

Inmensos barriletes multicolores surcan el aire desde el cementerio del pequeño pueblo, a unos 30 kilómetros de la capital, que en esas fechas se ve abarrotado de visitantes locales y turistas extranjeros que desean contemplar el imponente espectáculo que se lleva a cabo todos los años.

Los barriletes representan el vehículo por medio del cual los espíritus de los ancestros de los campesinos indígenas de Santiago Sacatepéquez, se unen a "sus vivos", durante 24 horas, para luego retornar a sus moradas eternas.

"Es la concreción del mito del eterno retorno" dice el historiador guatemalteco Celso Lara, quien explica que, una vez finalizado el ritual, los antepasados quedan a la espera de un nuevo año en que volverán a salir para bajar a sus lugares de origen en barriletes de caña y papel de china multicolores.

"Es decir, continúa Lara, que los vivos están siempre en contacto con los muertos, con los antepasados, y los barriletes son el hilo conductor de estas almas". No son simples cometas llenas de colorido como lo ven los turistas, sino que tienen una profunda significación cosmogónica, agrega

Los barriletes se remontan los dos primeros días de noviembre y luego se queman. "Es indispensable que se queme 'el gran barrilete' para que los difuntos regresen tranquilos a su lugar y se cierre el ciclo sagrado", señala el historiador.

Para Lara, los barriletes de Santiago Sacatepéquez representan la unión del "inframundo" con el "mundo" de acuerdo con la cosmogonía de los indígenas del lugar. Es la vía de enlace entre los vivos y los muertos.

Según los habitantes de la pequeña población, al amanecer del 1 de noviembre el Dios-Mundo libera a las almas de los antepasados del inframundo y durante 24 horas tienen libertad para visitar los lugares donde vivieron, y sobre todo a sus familiares vivos.

Los vivos, por su parte, tienen que estar preparados para recibir a "sus espíritus", porque si éstos no encuentran buena acogida dentro de su familia, pueden causar daños a las cosechas, provocar enfermedades y atentar contra sus vidas.

El ritual para recibir a los muertos es estricto. La familia se levanta muy temprano el 1 de noviembre, esparce "flor de muerto" en el umbral de la puerta de su casa y cuelga ramilletes de las mismas flores en los marcos de las ventanas y de cualquier otra abertura que tenga la casa.

El historiador agrega que esta ceremonia sirve para guiar a los espíritus e indicarles que no se los ha olvidado y que son bienvenidos en sus viejas moradas.

El altar que se construye en la casa se adorna también con flores de muerto, además de la ofrenda a los antepasados que consiste en aguardiente, pan, agua, frutas, atole de maíz y candelas.

Después de preparar la casa y el altar, toda la familia se dirige al cementerio para adornar y "vestir" las tumbas, que consiste en esparcir flor de muerto, colocando coronas de ciprés en la cabecera de la misma. Por la tarde, los barriletes surcan el cielo en busca de los espíritus de los antepasados.

Para Lara, éstas son sólo algunas apreciaciones sobre la significación de los barriletes de Santiago Sacatepéquez, que tienen una profunda significación cosmogónica.

Pero, cuando este aspecto se ignora, puede dañarse la tradición de todo un pueblo, tal como ocurrió en los últimos años en que se han realizado concursos para "el mejor barrilete", sin saber que con ellos se está lesionando el auténtico saber de un pueblo. (FIN/IPS/cz/dam-ag/pr/97

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