Los niños de Estados Unidos no son los más sanos del mundo pese a tener la medicina más avanzada, según un nuevo informe publicado por el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC), un grupo ambientalista con sede en Nueva York.
"Con el progreso científico llegó la era química y la fabricación de decenas de miles de sustancias sintéticas, cuyo impacto a largo plazo sobre el ambiente y la salud infantil, especialmente en niños negros y latinos, aún está por descubrirse", señala el estudio, publicado esta semana.
Como consecuencia, los casos de asma en niños estadounidenses se triplicaron en la década de 1980, y los de cáncer aumentaron 10 por ciento en los últimos 20 años.
El nuevo informe, titulado "Nuestros niños en peligro", atribuye los cambios a 75.000 nuevas sustancias químicas, entre ellas pesticidas y contaminantes industriales, que fueron introducidas en nuestro ambiente durante los últimos 50 años.
Los niños son más vulnerables a las toxinas principalmente por dos razones, sostiene el documento, publicado en vísperas de la primera reunión del comité asesor de la Agencia de Protección Ambiental sobre amenazas ambientales a la salud infantil.
En primer lugar porque, en relación al peso, los niños comen, beben y respiran más que los adultos, y por lo tanto están más expuestos a los agentes contaminantes del ambiente.
En segundo lugar, porque sus funciones bioquímicas y su fisiología en general no están plenamente desarrolladas, lo que los hace más vulnerables a las toxinas que los rodean.
La gran mayoría de los nuevos productos químicos no fueron totalmente probados en cuanto a posibles efectos sanitarios y ambientales adversos, afirma el estudio.
A comienzos de los años 80, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos descubrió que 78 por ciento de las sustancias químicas de mayor uso comercial no habían sido sometidas a pruebas "mínimas" de toxicidad.
Mientras se incrementaba la exposición de los humanos a los químicos sintéticos presentes en el ambiente entre 1973 y 1994, aumentó 10,5 la incidencia de cáncer infantil. El cáncer al cerebro y otras partes del sistema nervioso de los niños aumentó 35,1 por ciento en el mismo período.
Las cifras sorprendieron aún a los más dispuestos a pensar lo peor sobre los efectos de la contaminación química. "No sabía que los casos estaban aumentando de esa manera", manifestó Karen Florini, una abogada especialista en temas de salud que trabaja en el Fondo de Defensa Ambiental, de Washington.
"Creo que estas cifras indican una tendencia muy preocupante, y será mejor que ataquemos las raíces del problema", expresó.
Los médicos concuerdan. "El aumento es demasiado rápido para deberse a mutaciones genéticas, y el perfeccionamiento del diagnóstico tampoco es una explicación viable", señaló Philip Landrigan, pediatra de la Facultad de Medicina Monte Sinaí.
"Lo más probable es que el incremento se deba a factores ambientales", agregó Landrigan.
La industria química arguyó que las afirmaciones de NRDC son exageradas y que la proporción de cancerígenos fabricados por el hombre es mínima como para representar una amenaza.
Hace algunos meses, el artículo de tapa de la revista comercial Forbes destacó que "muchas sustancias químicas que provocan cáncer -como los rayos solares- son naturales del medio ambiente".
Aunque el informe de NRDC no establece un vínculo directo entre la exposición a los productos químicos y el aumento de las enfermedades infantiles, cita numerosas pruebas científicas sobre la existencia de tal vínculo.
El estudio se concentra en lo que llama las cinco amenazas ambientales más graves para la salud de los niños: el plomo, la contaminación del aire, los pesticidas, el humo de tabaco de terceros y la polución del agua de consumo.
Los niños son particularmente sensibles a los contaminantes del agua de consumo, no sólo porque beben dos veces y media más que los adultos en relación a su peso, sino también porque "las normas federales para los contaminantes fueron calculadas en previsión de su efecto sobre los adultos", dice el informe.
Agentes contaminantes del aire comunes como pequeñas partículas, óxido de nitrógeno y dióxido sulfúrico están directamente asociados al aumento de enfermedades respiratorias, al agravamiento del asma y a la disminución de la función pulmonar de los niños.
"En 1995, unos 18 millones de niños estadounidenses menores de 10 años vivían en zonas con una calidad del aire que no estaba de acuerdo con las normas federales", sostiene el estudio.
Los niños negros y latinos están más expuestos a las amenazas ambientales, ya que "entre ellos hay más casos de niveles inaceptables de plomo en la sangre que en los niños blancos".
Además, los hijos de agricultores, a menudo inmigrantes de América Latina, tienen más probabilidades de exponerse a los pesticidas porque suelen acompañar a sus padres a trabajar en el campo o bien viven en viviendas cercanas a las tierras rociadas.
El informe concluye que la prevención de la contaminación es esencial para proteger la salud pública. "La prevención, más que el tratamiento de la enfermedad, debe ser el objetivo de todos los esfuerzos por proteger a la próxima generación", urge.
NRDC recomendó endurecer las regulaciones federales, informar al público sobre la exposición de los niños a los contaminantes y ampliar la investigación científica a las causas de las enfermedades infantiles, no sólo a la cura.
La Agencia de Protección Ambiental ya comenzó a revisar sus prioridades de investigación y estrategias ambientales en relación al vínculo salud-ambiente, y estableció un comité asesor sobre la salud infantil y los agentes contaminantes.
"Se trata de ir más allá del enfoque que estudiaba sustancia por sustancia, de modo de evaluar el riesgo total y acumulativo de la exposición de los niños a los productos químicos", explicó Carol Browner, directora ejecutiva de la Agencia. (FIN/IPS/tra-en/dk/ml/he-en/97