El fracaso del presidente Bill Clinton en su intento de obtener la autoridad de "vía rápida" para negociar acuerdos comerciales con América Latina es un golpe a la concepción de que la prosperidad se alcanza a través del comercio mundial promocionada por de Estados Unidos.
La marcha atrás dispuesta por el gobierno de Clinton el lunes, combinada con otros acontecimientos recientes, plantea dudas en torno a la viabilidad política del denominado "modelo estadounidense" de mercados abiertos, desregulación y privatización.
La oposición a la liberalización económica crece con fuerza, a la luz de esta derrota que infligieron a la Casa Blanca legisladores del propio Partido Demócrata en el gobierno.
"El contragolpe contra la globalización apeló a toda su fuerza", lo que, en la óptica más moderada, "deja claro que la acelerada acumulación de acuerdos de libre comercio y el liderazgo de las corporaciones se enlentecerá", dijo John Cavanagh, director del Institute of Policy Studies (IPS).
Según el IPS, centro de investigación radicado en Washington considerado "progresista", la derrota sufrida por Clinton y la zozobra de los mercados financieros del este de Asia deberían servir para abrir un debate sobre alternativas al modelo actual.
Cavanagh cree que los impulsores de este debate serán los sindicatos, cuyo resurgimiento como fuerza tal vez dominante en el Partido Demócrata pone en entredicho el intento de Clinton de adoptar una línea de "nuevos demócratas", como se la conoce.
Pero la derrota de Clinton en su propio partido no fue lo único que abrió nuevas perspectivas, de acuerdo con críticos del neoliberalismo que también mencionan los triunfos electorales de fuerzas de izquierda en Francia, Italia, Argentina y México.
"El colapso del 'milagro' del este asiático, el contragolpe contra el Tratado de Libre comercio de América del Norte (TLC) y la derrota de la 'vía rápida' significan que ingresamos en una nueva fase de la economía internacional", dijo Jerome Levinson, ex asesor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
"El modelo neoliberal se ha agotado a sí mismo", agregó Levinson.
La mayoría de los observadores políticos preveían que Clinton derrotaría a sindicatos, organizaciones de consumidores y ambientalistas al igual que en el debate sobre el TLC en 1993, cuando el presidente contó con el respaldo de su rival Partido Republicano y las corporaciones internacionales.
La autoridad de la "vía rápida" (fast-track) otorga al presidente el poder de negociar acuerdos comerciales sin la preocupación de que el Congreso pueda enmendarlos más tarde cuando se los somete a ratificación.
El poder legislativo, en ese caso, debe aceptar o rechazar el paquete completo ya negociado con otros países.
Al reclamar la autoridad de la "vía rápida" en septiembre, Clinton argumentó que todos los presidentes de Estados Unidos gozaron de esa facultad en el último cuarto de siglo.
Para mantener el desempleo en su nivel más bajo en 24 años, así como el fuerte crecimieto económico, Washington debe negociar acuerdos para abrir mercados extranjeros a las ventas de Estados Unidos, y para ello apunta a crear el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y a un acuerdo especial con Chile, explicó.
Clinton cedió a reclamos de la mayoría republicana en el Congreso, y, así, la solicitud del presidente no contuvo previsiones para proteger los derechos de los trabajadores y el ambiente en los países con los que se negocien acuerdos. Esa decisión se volvió en su contra.
La ausencia de ese tipo de protecciones le impidió obtener siquiera el voto de una cantidad respetable de diputados demócratas.
Cuatro de cada cinco demócratas en la Cámara de Representantes, entre ellos el líder de la bancada, Richard Gephardt, anunciaron a la Casa Blanca que no levantarían la mano y que se mantendrían firmes ante las presiones.
Al mismo tiempo, los líderes de la bancada republicana no lograron conquistar la adhesión de más de 60 de sus 228 diputados a la causa de Clinton, por lo que el presidente prefirió no arriesgarse a poner su liderazgo en entredicho por una votación parlamentaria.
Clinton debió anunciar que volvería a presentar su proyecto a comienzos del año próximo. Pero las elecciones de legisladores previstas para noviembre de 1998 podría hacer de la discusión en el Congreso algo mucho más problemático que ahora.
"En términos políticos, es probable que sea casi imposible" para Clinton lograr en un año electoral la autoridad de la "vía rápida", dijo el líder de la mayoría republicana en el Senado, Trent Lott.
Después de que Clinton retiró su solicitud el lunes, los observadores de Washington rememoraron los errores tácticos que cometió el mandatario, como el retraso en elevar la propuesta al Congreso, su fracaso para obtener adhesión popular y falta de coordinación con los grupos de presión empresariales.
Muchos observadores creen, sin embargo, que el retiro de la solicitud es una demostración dramática de que, a pesar del continuo crecimiento de la economía, los trabajadores de Estados Unidos están enojados y ansiosos por el mantenimiento de sus empleos en un mundo "globalizado".
"Acusó a los líderes sindicales, pero ellos no habrían podido lograr por sí solos el rechazo de la 'vía rápida'. La gente se dio cuenta de que sus trabajos estaban en peligro, y Clinton se negó por completo a comprender ese temor", dijo Levinson.
Algo que perjudicó la causa de la "vía rápida" fue la impopularidad del propio TLC, al que se atribuyen pérdidas de empleos en Estados Unidos.
Además, la falta de previsiones en materia laboral y ambiental, mientras sí se establecían otras sobre protección de inversiones y propiedad intelectual, reforzó el argumento de que Clinton ponía el interés del capital por encima del de la gente.
El protagonismo de los sindicatos en el rechazo a la "vía rápida", poco más de tres meses después de la primera huelga nacional exitosa en más de 15 años, marca su resurgimiento como fuerza política poderosa opuesta al "modelo estadounidense". (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/mj/ip if/97