Un año después de transformarse en el segundo Demócrata en 50 años reelecto como presidente de Estados Unidos, Bill Clinton presenció esta semana el colapso de sus principales planes de política exterior.
Hace seis meses, el gobierno esperaba que para el fin del actual período de sesiones del Congreso, éste hubiera asignado 900 millones de dólares al pago de los aportes atrasados a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El Congreso también debía hacer efectiva la promesa de Washington de aportar 3.500 millones de dólares a un nuevo programa del Fondo Monetario Internacional (FMI) para hacer frente a las crisis monetarias de diversos países.
Sin embargo, pese al actual enfrentamiento entre Estados Unidos e Iraq en la ONU y a la crisis financiera en Asia oriental, tales expectativas se hicieron humo el viernes, cuando el Congreso dio por terminadas sus sesiones por este año luego de suprimir del plan presupuestal para 1998 el monto que se destinaría al foro mundial y al FMI.
La administración también esperaba que, a esta altura, el presidente dispusiera de autoridad para negociar por la "vía rápida" nuevos acuerdos comerciales con Chile y otros mercados emergentes.
La conferencia comercial regional de este fin de semana en Qatar hubiera marcado un gran avance para Estados Unidos en sus esfuerzos de mediación entre Israel y sus vecinos árabes.
No obstante, tales esperanzas se desvanecieron cuando Clinton se vio obligado a retirar su proyecto de vía rápida de la consideración de la Cámara de Representantes, ante la insuperable oposición de legisladores de su propio Partido Demócrata.
Mientras, la negativa de aliados árabes clave como Egipto y Arabia Saudita a asistir a la reunión de Doha??? puso en evidencia el penoso estado del proceso de paz en Medio Oriente que Estados Unidos pretende impulsar.
Peor aún, Clinton está envuelto otra vez en una confrontación con el presidente de Iraq, Saddam Hussein, en un momento en que la coalición árabe-occidental que derrotó a Bagdad en la guerra del Golfo está muy desgastada.
"Esta ha sido la peor semana que puedo recordar", declaró un alto funcionario de política exterior, quien opinó que los últimos días fueron peores que los de la desastrosa intervención en Somalia, en 1993, que puso fin al breve flirteo de Clinton con el "multilateralismo afirmativo".
En realidad, de todas las prioridades diplomáticas establecidas por Clinton a comienzos de este año, sólo están en pie su política de compromiso hacia Rusia y China y sus planes de expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Aparentemente, Clinton no puede hacer nada para resolver la situación, aunque prometió volver a proponer en 1998 el proyecto de la vía rápida, el pago de aportes atrasados a la ONU y la contribución prometida al FMI.
Sin embargo, la mayoría de los analistas consideran imposible el triunfo de cualquiera de esos proyectos en el Congreso en 1998, dado que será un año electoral en el que las diferencias partidarias se volverán más pronunciadas y los legisladores no estarán dispuestos a correr riesgos políticos.
Las víctimas de las batallas de esta semana son evidentes. En primer lugar se encuentra la propia credibilidad de Clinton como líder en asuntos internacionales.
Sin la autoridad de la vía rápida, que permite a los presidentes negociar tratados comerciales sin preocuparse por que el Congreso los modifique, Clinton tendrá dificultades para persuadir a posibles socios de su capacidad para volver inamovibles a los acuerdos.
Esta desventaja será especialmente nociva para Clinton cuando se reúna la próxima semana con sus pares asiáticos en la cumbre del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, en Vancouver, Canadá.
El plan de Clinton para iniciar negociaciones sobre la creación de un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) sonará a hueco si, como parece ahora, el presidente no obtiene la vía rápida antes de la segunda cumbre hemisférica, que se celebrará el próximo abril en Santiago de Chile.
Al no pagar la deuda con la ONU, que padece graves dificultades financieras, Washington empujará al foro mundial al borde de la bancarrota y hará perder credibilidad a sus planes de reforma de la organización, que incluye la negociación de un recorte del aporte estadounidense de 25 a 22,5 por ciento.
"No creo que esta decisión facilite las negociaciones aquí", señaló el viernes el secretario general de la ONU, Kofi Annan. La falta de aprobación del pago de la deuda por el Congreso constituye una "traición a la comunidad internacional y al sistema de la ONU", añadió.
Mientras, un funcionario del Departamento del Tesoro comentó que la negativa a asignar fondos para los Nuevos Arreglos de Préstamo del FMI "envía una señal política muy negativa a la región".
Los Nuevos Arreglos de Préstamo tienen el fin de ayudar a los países a superar crisis financieras del mismo tipo que afectan en la actualidad a los mercados emergentes de Asia.
"Mientras el mundo se quema, Estados Unidos juega", declaró el jueves ante una audiencia del Congreso C. Fred Bergstein, director del influyente Instituto de Economía Internacional.
Con seguridad, estos fracasos habrán de aumentar la tensión con los aliados europeos más cercanos de Washington, que objetan crecientemente el "unilateralismo" estadounidense en el exterior.
Las quejas europeas se refieren en especial a las sanciones a firmas extranjeras que tienen relaciones comerciales con países incluidos en la lista negra de Washington.
La responsabilidad por las derrotas de esta semana se atribuye a la política interna y, en especial, a la obsesión de Washington por las ventajas y desventajas del aborto.
En los últimos tres años, los republicanos antiabortistas de la Cámara de Representantes condicionaron la aprobación del plan presupuestal de ayuda extranjera a la aplicación por parte de Clinton de la política sobre aborto que adoptó la administración del ex presidente Ronald Reagan.
Dicha política negó la ayuda estadounidense a organizaciones de planificación familiar en el exterior que practiquen o promuevan la práctica del aborto. Clinton prometió, en reiteradas ocasiones, vetar toda legislación que contenga prohibiciones de este tipo.
La parálisis subsiguiente se sucedió durante meses este año. Finalmente, las fuerzas antiabortistas y la Casa Blanca llegaron a un acuerdo por el cual el discurso contra el aborto se eliminó del proyecto de ley.
A cambio, el Congreso redujo en 50 millones de dólares el monto destinado a la asistencia a programas de población y eliminó del plan presupuestal de ayuda al exterior el pago de la deuda con la ONU y el aporte al FMI.
Tras la publicación del acuerdo, ambas partes se acusaron mutuamente de intransigencia.
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Newt Gingrich, acusó a Clinton de otorgar a los intereses políticos internos "mayor prioridad que a la seguridad nacional".
Por otra parte, el portavoz de la Casa Blanca, Mike McCurry, declaró que la decisión de no aprobar el pago de las deudas con la ONU fue "totalmente estúpida".
Esta semana, el aborto también afectó el proyecto de la vía rápida.
Los líderes republicanos que respaldaban la propuesta de Clinton dijeron que le darían una mayoría de votos si el presidente apoyaba el artículo contra el aborto en el plan presupuestal de ayuda al exterior.
Pero Clinton, bajo presión de las legisladoras de su propio partido, advirtió que no transaría con el tema. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/ml-aq/ip/97