EE.UU.-IRAQ: Rusia busca la posibilidad de romper el bloqueo

Los presidentes de Estados Unidos e Iraq, Bill Clinton y Saddam Hussein, como jugadores experimentados, elevaron sus apuestas en el bloqueo en la partida que sostienen.

Respondiendo a la expulsión el jueves de seis inspectores de Estados Unidos de la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM) para desarmar a Iraq de armas de destrucción masiva, Clinton declaró que la medida "aseguró que las sanciones (de la ONU) estarán allí hasta el fin del tiempo, o mientras él dure".

Desde entonces espectadores interesados que rodean a los jugadores vieron que los hechos se mueven contra Clinton y estrechan su área de maniobra.

El domingo la partida alcanzó un punto culminante cuando Clinton, habituado a jugar con mejores cartas, consideró prudente cambiar de estrategia, y aceptó la oferta de un mediador honesto, el presidente ruso Boris Yeltsin, para lograr un acuerdo alternativo.

Para empezar, el momento de la crisis, originada en el rechazo de Iraq a permitir que ciudadanos estadounidenses actúen como inspectores de UNSCOM alegando que espiaban para Estados Unidos, favoreció al presidente iraquí, Saddam Hussein.

La actual Conferencia Económica de Medio Oriente y el Norte de Africa (MENA), boicoteada por los países árabes, finaliza este martes, seguida dos semanas después por la cumbre de 54 miembros de la Organización de la Conferencia Islámica (ICO) en Teherán, famoso centro de protestas contra Estados Unidos.

Como país anfitrión, Irán invitó a Saddam Hussein a la cumbre. Si Iraq se convierte en blanco de ataques militares estadounidenses antes de la cumbre de ICO, el líder iraquí utilizaría la reunión para lograr apoyo del mundo musulmán.

Cuando Bagdad expulsó sólo a los inspectores estadounidenses de UNSCOM, Richard Butler, presidente ejecutivo de la comisión, retiró a los demás 76 inspectores de la ONU, dejando sólo siete técnicos para salvaguardar el sistema de vigilancia.

Clinton continúa subrayando que la disputa es entre Iraq y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y no entre Iraq y Estados Unidos, pero la afirmación es cada vez más difícil de sostener.

El viceprimer ministro Tariq Aziz dijo el domingo a los medios franceses que Iraq permitirá el retorno de los inspectores de Estados Unidos si su número es proporcionalmente balanceado.

"Sería necesario que en este nuevo equipo de inspectores, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguuridad de la ONU tuvieran el mismo peso", dijo.

Esta vez el Consejo de Seguridad no está presentando un frente unido contra Iraq. Entre sus cinco miembros permanentes, China, Francia y Rusia descartaron una acción militar contra Bagdad.

Tras la expulsión de los inspectores estadounidenses de Iraq, el Consejo de Seguridad adoptó no una resolución, sino una mera declaración a ser leída por su presidente, una posición ahora ocupada por China.

La reunión de los cinco miembros permanentes del Consejo tras la declaración del presidente finalizó sin un acuerdo. Washington, además, intenta mantener el tema iraquí serparado del proceso de paz de Medio Oriente, pero en vano.

El proceso de paz liderado por Estados Unidos casi colapsó bajo el peso de las políticas del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el fracaso de Washington para presionarlo para que cambiara de rumbo.

Esto llevó a que tradicionales aliados árabes de Washington como Egipto, Arabia Saudita y Marruecos protestaran a viva voz ante la indulgente actitud de la Casa Blanca hacia Israel.

La mayoría de los estados de la Liga Arabe boicotearon la cuarta conferencia económica de la MENA en Doha, capital de Qatar.

Ante esta situación, la secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, redujo su estadía en Doha y partió para Bahrein, Kuwait y Arabia Saudita, en un intento por conseguir apoyo para Washington en su creciente disputa con Iraq.

Pero en la víspera de su llegada a Kuwait, el canciller del emirato declaró que su país se oponía a toda acción militar contra Bagdad. Un día antes, el diario del gobierno kuwaití había declarado que "un ataque contra Iraq sería un ataque contra toda la nación árabe".

Arabia Saudita ya había anunciado que no quería que sus bases terrestres fueran utilizadas por soldados de Estados Unidos para lanzar ofensivas militares contra Iraq. Todo ello hizo que Clinton no tuviera otra opción que esperar.

El presidente ordenó a otro portaaviones, el USS Washington, que se dirigiera al Golfo, sabiendo que demorará una semana en llegar. Al hacerlo, espera convencer al pueblo y al Congreso de Estados Unidos de que está aumentando la presión sobre Saddam Hussein. En realidad, lo único que hace es comprar tiempo.

En teoría, el Pentágono tiene tres opciones de lucha. Una es una campaña aérea con apoyo terrestre. La segunda es un ataque desde el mar contra blancos iraquíes mediante misiles de crucero dirigidos contra la sede de la Guardia Republicana y supuestos laboratorios de armas biológicas.

La última consiste de varios y simultáneos golpes quirúrgicos, que destruyan reservas de armas biológicas y químicas y asesinen a Saddam Hussein.

La opción tres, que necesitaría de fuerzas especiales de Estados Unidos para operar dentro de Iraq, es considerada demasiado peligrosa y trae recuerdos del desastroso intento de liberar a los rehenes estadounidenses de Irán en 1979.

La opción de una guerra total requiere la participación activa de los estados del Golfo, lo que es imposible ya que estas naciones no quieren participar porque, a diferencia de 1990-91, Iraq no está ocupando a otro país.

Así que la única opción militar realista para Clinton es la campaña por mar, con uso de misiles crucero, con el apoyo de ofensivas aéreas.

En la última acción militar de este tipo contra Iraq, en septiembre de 1996, el Pentágono desplegó misiles de crucero para atacar a 15 estaciones de radar, sitios de misiles y centros de mando y control. Los iraquíes repararon el daño en cuestión de semanas.

En julio, un informe del Congreso de Estados Unidos, llamado "Operación Tormenta del Desierto: Evaluación de la Campaña Aérea", describió las limitaciones de los ataques aéreos.

El mismo concluyó que la campaña aérea encabezada por Washington fue efectiva sólo para destruir infraestructura civil inmóbil del tipo de torres de telecomunicaciones, refinerías de petróleo, plantas de energía y puentes.

La ofensiva aérea fue inefectiva cuando se trató de eliminar blancos pequeños o en movimiento, como tanques y artillería, o el aparato militar y de seguridad que cambió de sede con frecuencia y en forma clandestina.

El informe reveló que de los 2.500 tanques iraquíes que Iraq perdió, sólo 250 se debieron a los ataques aéreos. El resto fue abandonado por soldados en retirada o destruido por tropas terrestres.

Sólo mediante vuelos bajos los aviones mejoran sus posibilidades de eliminar los blancos, lo que los expone al fuego enemigo.

El informe del Congreso reveló que, durante el tercer día de la campaña aérea en la guerra del Golfo, el Pentágono perdió dos bombarderos caza F-16 en la zona de Bagdad por lo que dejó de utilizarlos en gran cantidad en las áreas metropolitanas.

Clinton es consciente de que incluso una pequeña cantidad de víctimas estadounidenses significará un golpe político en su contra, por lo que deberá considerarlo en serio antes de tomar la vía militar.

Pero si Clinton ignora el peligro de la desunión del Consejo de Seguridad de la ONU, así como las advertencias de sus aliados árabes, y actúa en forma unilateral contra Iraq, terminaría por confirmar la aseveración de Saddam de que la disputa es entre Bagdad y Washington y no entre Iraq y las Naciones Unidas.

No es de sorprender que cuando Yeltsin, cuyo canciller, Yevgeny Primakov, conoce a Saddam Hussein personalmente desde hace dos décadas, ofreció su mediación, Clinton la aceptó.

Con respecto a Saddam, puede sostener con razón que, al hacer lo que hizo, logró que la atención internacional se dirigiera al asedio económico que hace 76 meses devasta la economía de su país. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/lp-aq/ip/97

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