ECONOMIA: Emergentes, vuelvan a su sitio

Las crisis financieras globales, al parecer más frecuentes que los viejos ciclos del capitalismo, tienen el efecto de devolver a los países económicamente emergentes a su realidad, destruyendo ilusiones.

Esa consecuencia es evidente ahora, cuando la turbulencia de los mercados arrancan las garras a los tigres asiáticos y ensombrecen las perspectivas de Japón, la locomotora de la región, de superar su prolongado estancamiento.

La conciencia sobre la debilidad de los mercados emergentes se extiende a todos los continentes. En América, el ejemplo es Brasil, obligado a defender su moneda con medidas duras que sacrifican el crecimiento en los próximos años y pueden causar una profunda recesión.

El impacto de la crisis iniciada a fines de octubre en Hong Kong pone en duda las previsiones del Banco Mundial, que proyectaban a Brasil, China, India, Indonesia y Rusia como importantes centros económicos y grandes exportadores en el 2020.

La participación de esos paises en el producto mundial practicamente se duplicará hasta el 2020, de 11 por ciento en 1995 hasta 20 por ciento. Su crecimiento anual sería en promedio de 5,4 por ciento, frente a la tasa mundial de 2,9 por ciento, según el informe anual que el Banco Mundial difundió en septiembre.

Las turbulencias financieras actuales no modifican los términos a largo plazo, afirmó Uri Dadush, director del Departamento de Perspectivas de Desarrollo del Banco Mundial, que el viernes se reunió con empresarios brasileños en Rio de Janeiro.

Los efectos de la crisis serán sólo pasajeros, y lo que interesa es la inserción de esos cinco países en el proceso de globalización, aseguró Dadush, que confirmó las conclusiones del informe.

Esas cinco naciones, que en 1992 sólo contribuyeron con nueve por ciento de las exportaciones mundiales, elevarán su participación a 21,7 por ciento en el 2020. Mientras, la Unión Europea retrocederá de 27,7 a 16 por ciento y América del Norte también perderá posiciones, hasta conservar sólo 16,4 por ciento.

La vulnerabilidad demostrada ante terremotos financieros con epicentro lejano por algunos de esos cinco países, especialmente por Brasil, parece sugerir que la previsión del Banco Mundial es excesivamente optimista.

Algunas semanas antes de la tormenta, el presidente Fernando Henrique Cardoso y sus auxiliares económicos destacaban la fortaleza de la moneda y de la economa nacional, protegidas por reservas internacionales de más de 60.000 millones de dólares y por el mayor programa de privatizaciones del mundo.

Esa confianza se disipó en pocos días, a partir de la caída de la bolsa de Hong Kong. La fuga de casi 10.000 millones de dólares llevó al Banco Central a duplicar sus tasas primarias de interés, que ya figuraban entre las más altas del mundo.

La consecuencia puede ser una recesión como la que Brasil ya sufrió en los años 80 y en los primeros 90.

La reacción del Banco Central fue insuficiente para evitar la caída de las bolsas y la evasión de capitales. El gobierno se vio obligado entonces, 10 días después, a lanzar un paquete de 51 medidas fiscales que reduce gastos públicos y aumenta ingresos tributarios, para lograr un ahorro anual de 18.000 millones de dólares.

La economía brasileña se sostiene en una "muleta", una poltica cambiaria, que "se reveló más frágil de lo que admitía el gobierno", destacó Celso Furtado, ministro de Planificación en los primeros años 60 y de Cultura en la década pasada.

Las reservas internacionales no soportaron el primer ataque y tuvieron que ser defendidas con tasas de interés que "paralizan la economía", argumentó Furtado, quien cree que el país está condenado a vivir en el "filo de la navaja".

El sistema argentino, de total convertibilidad del peso al dólar, "es más sólido, aunque más irracional", opinó Furtado, maestro de la economía política en Brasil. Por ser más fiable, Argentina puede contar con una pronta ayuda de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional, señaló.

Las diferencias no ocultan la dependencia financiera que, como amenaza permanente, impone límites a los anhelos de protagonismo de los países de economía emergente. La espada de Damocles puede golpear en cualquier punto del mundo y herir en regiones distantes.

Brasil sufrió otro golpe en un área tecnológica específica, la espacial. Hace dos semanas estalló su primer vehículo lanzador de satélites, frustrando las esperanzas del país de unirse a las ocho potencias que dominan esa tecnología. (FIN/IPS/mo/ff/if/97

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