El mensaje que el Papa Juan Pablo II enviará en 1998 a la familia cubana tendrá que partir de la tolerancia si pretende conquistar aquí incluso a aquellas personas que se confiesan católicas, acostumbradas a prácticas muy alejadas de los valores preconizados por el clero.
El Papa, que visitará Cuba del 21 al 25 de enero, dedicará una de sus cuatro misas a la familia, que reconoce como la célula principal de la sociedad y el sustento de la Iglesia Católica para realizar su apostolado.
Pero la misión de Juan Pablo II tendrá que tener en cuenta el impacto de una revolución social que en las últimas cuatro décadas dio plenos derechos a la mujer, desterró la hipocresía de las relaciones de pareja, legalizó el aborto y la planificación familiar.
"Yo vengo todos los domingos a misa porque aquí me siento bien, pero eso no quiere decir que esté de acuerdo con todo lo que exige la Iglesia", dijo a IPS una estudiante universitaria de 21 años que hace meses vive con un compañero de estudios.
Para ella las cosas está claras: no quiere casarse por ahora, no está segura de haber encontrado el amor de su vida, pero no renuncia ni al sexo ni a los intentos por ser feliz.
"Por supuesto que uso anticonceptivos. De lo contrario tendría que hacerme un aborto y estoy segura que eso sería mucho peor", comentó la joven tras recibir de manos de un sacerdote una propaganda contraria al uso del condón y en favor de la abstinencia sexual.
Fuera de los templos, la risa franca aparece como la reacción más común entre los habitantes de la isla a cualquier "sermón moralizante" contra la relación sexual extramatrimonial o la anticoncepción.
En Cuba, donde según la Iglesia Católica están bautizados 4,8 millones de personas, se reportan altos índices de divorcios y de uniones consensuales, la primera relación sexual se suele tener en la adolescencia y la recurrencia al aborto es alta.
La tolerancia oficial hacia las prácticas religiosas desde inicios de esta década provocó un aumento de los bautismos, de los casamientos por iglesia, de las personas que solicitan responso y de los que asisten a las festividades religiosas.
Fuentes del Vaticano aseguran que en Cuba los bautismos pasaron de 26.534 en 1986 a 70.081 en 1994. Pero, al mismo tiempo, reconocen que el bautismo en la isla no es un indicador de catolicidad porque generalmente se pide sin un sentido sacramental sino más bien de protección.
Observaciones del Departamento de Estudios Sociorreligiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de Cuba (CIPS) aseguran que los asistentes a las peregrinaciones por el día de San Lázaro, cada 17 de diciembre, crecieron de 68.000 en 1988 a 97.000 en 1995.
Sin embargo, los expertos en temas religiosos advierten que la mayoría de los asistentes a las festividades del santoral católico no son precisamente católicos practicantes sino devotos a algunos de los cultos sincréticos de origen africano.
"Es verdad que van muchas más personas a las iglesias, pero eso no significa que los cubanos nos hayamos vuelto más virtuosos", dijo un católico de 52 años que reconoció a IPS la existencia de una gran distancia entre "lo que se proclama y lo que al final se hace".
De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba, durante 1996 se realizaron en la isla, que cuenta con unos 11 millones de habitantes, 65.009 matrimonios, de los cuales 13.603 fueron reconocidos como "formalización" de una unión consensual anterior.
De las mujeres que acudieron al matrimonio 39.073 eran solteras, 11.948 divorciadas y 385 viudas. Entre los hombres 39.073 eran solteros, 12.381 divorciados y 416 viudos.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas, junto a las altas tasas de nupcialidad se reportaron el pasado año 41.227 divorcios.
La tasa de divorcios alcanzó su nivel más alto en 1993 ,cuando se registraron seis divorcios por cada 1.000 habitantes. La nupcialidad, por su parte, tuvo su cúspide en los años 1991 y 1992 con 15,1 y 17,7 matrimonios por cada 1.000 personas.
Una investigación realizada durante la pasada década por el Centro de Estudios de la Juventud, con sede en La Habana, demostró que una quinta parte de los jóvenes que acuden al matrimonio lo hacen considerando de antemano la posibilidad del divorcio.
La Encuesta Nacional de Fecundidad de 1987 señala que a pesar del conocimiento de los métodos anticonceptivos entre las cubanas, el primer embarazo es el que más se interrumpe, a veces se acude al aborto más de una vez al año y algunas mujeres acumulan cuatro o más abortos antes del primer parto.
La alta recurrencia al aborto inducido, considerada por los especialistas como un problema de salud, tuvo su momento más crítico en 1985, cuando se realizaron 138.671 intervenciones en las instituciones de salud, para una tasa de 83,6 abortos por cada 100 partos.
Estadísticas del Ministerio de Salud Pública aseguran que en 1996 se realizaron en la isla 59,4 abortos inducidos por cada 100 partos, 37,3 por cada 100 mujeres embarazadas y 25,9 por cada 1.000 mujeres entre 12 y 19 años.
Expertos estiman que la problemática del uso del aborto como un método anticonceptivo más habrá que solucionarla por la vía de una labor mucho más eficaz en materia de educación sexual y nunca mediante la regulación de ese método, considerado como un derecho de la mujer.
"El aborto, en definitiva, sólo consigue lastrar la capacidad de acción social inherente a la familia", afirmó la publicación mensual del Arzobispado de La Habana Palabra Nueva en referencia a pronunciamientos del cardenal Jaime Ortega.
Para Ortega la problemática del "sexo, como placer, también le atañe a la familia" y asumir el sexo sin responsabilidad conduce, irremediablemente, a la maternidad no deseada y, en el peor de los casos, al aborto.
Un mensaje emitido por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, en 1993, que con el título de "El amor todo lo espera" dio lugar al momento de mayor tensión entre la Iglesia y el Estado en esta década, puso énfasis especial en la pérdida de los valores en el seno de la familia.
Para los obispos "la nupcialidad prematura es una señal de poco equilibrio social, los divorcios aumentan de forma alarmante" y la familia cubana se ha fragmentado "dolorosamente" con el envío de los hijos a escuelas internas, el trabajo de los padres alejado del hogar y la emigración.
"Increíblemente, hay una coincidencia de criterios entre la iglesia y los expertos a la hora de identificar los problemas que enfrenta la familia cubana. La diferencia está en la forma en que se abordan esos problemas", dijo a IPS Dixie Edith, una periodista especializada en temas poblacionales.
Mientras las autoridades eclesiásticas ven en este proceso los síntomas de una crisis de valores que hay, a toda costa, que recuperar, para los expertos son los efectos de una crisis de los valores tradicionales de la familia cubana que, necesariamente, tendrán que ser sustituidos por otros nuevos.
Estudios especializados aseguran que la crisis de la familia cubana hay que verla como un proceso de "evolución, transformación, oportunidad" y nunca como "destrucción, aniquilamiento, desintegración".
"La familia constituye un valor muy fuerte para el cubano. Como grupo humano continúa determinando las mayores fuentes de gratificaciones y dolores emocionales", afirmó en una conferencia la profesora de la facultad de Psicología de la Universidad de La Habana Patricia Arés.
Al mismo tiempo, los estudios indican que las generaciones jóvenes en la isla son cada vez más desprejuiciadas en materia de relaciones sexuales, las estructuras familiares son cada vez más diversas y el compromiso familiar es más un compromiso entre personas que el predeterminado por los lazos sanguíneos. (FIN/IPS/da/dg/ip-cr-pr/97